lunes, 7 de diciembre de 2020

La Muerte de Benjamín


 

                         La Muerte de Benjamín

 

 

El Inspector Estévez llegó a la vivienda. Un vecino había llamado a la policía informando que Benjamín estaba en el suelo ensangrentado.

– ¿Usted dónde vive? –le preguntó al señor que había notificado el accidente.

– En aquella casa, Inspector. –dijo señalando una vivienda a unos trescientos metros del lugar.

– ¿Lo visitaba mucho?

– ¡No! Es que estaba echando comida a los cerdos cuando escuché disparos. Miré y vi a dos hombres que salieron de la casa. Entonces vine y lo vi.

 – Últimamente había tenido visita?

– Sí, de vez en cuando venía un hombre.

– ¿No puede describirlo?

– Imposible. Siempre lo miré desde lejos

El Inspector observó la escena detenidamente. Sin lugar a dudas, buscaban algo. El forense le informó que la víctima había sido golpeada en el rostro y que los asesinos le dispararon desde muy cerca y supuestamente la víctima se encontraba sentada en el suelo. Le llamó la atención que una de las patas de la mesa del comedor, le faltaba la tapa que se ponen para que no hagan ruido o marquen el piso cuando se arrastra. Ordenó a los técnicos que buscaran huellas en esa tapa y en la correspondiente pata de la mesa, entre otros lugares. Tendría que saber quién era ese “amigo” que lo visitó varias veces.

Al siguiente día a Estévez lo llamaron de la Sección Criminalista de la Policía Provincial y viajó a la capital.

Sentado en una cafetería, cerca del edificio de la Policía Provincial cuando escuchó una voz.

– ¡Manuel Estévez!

– ¡Amigo, Fermín! ¡Cuánto tiempo sin vernos! Te invito a un café.

– Me acabo de enterar que te propusieron trabajar aquí con nosotros.

– Sí, pero les dije que hasta que no resuelva el caso que tengo.

– También tengo un caso un poco complicado.

– ¿Se puede saber?

– Sí, se trata de un hombre y su hermano que fueron hallados sus cuerpos mutilados. Hemos seguido los pasos que ha dado últimamente y al parecer no estaba en nada bueno. Pudiera ser un ajuste de cuentas. Su hermana no le veo nada sucio. Me podrías ayudar porque el hombre viajó en avión, tres veces a tu pueblo.

– Vendría bien que me facilitara algunas fotos.

– ¿Conoces a este señor? –dijo mostrándole una foto de Benjamín.

– No, pero me puedo quedar con ella y miraré en los archivos.

 

Al llegar al aeropuerto de su pueblo, le enseñó las fotos que le dio su colega a varios trabajadores y a algunos taxistas. Uno de ellos lo reconoció y describió al hombre que venía a recogerlo. El hombre era Benjamín. No cabía duda que había una conexión entre la muerte del hombre que investigaba su amigo y esta otra muerte. Probablemente serían los mismos asesinos.

Las huellas encontradas en la casa de Benjamín, correspondía a un individuo que estaba siendo seguido por la Sección de Narcóticos. Por los datos brindados por agentes infiltrados en la red, se supo la identidad del cabecilla.

Se supo en el juicio que Paul estaba en esa red, pero su misión era lavar el dinero obtenido de la droga. En lugar de eso se lo entregaba a su amigo Benjamín para luego  alegar que se lo habían robado. Los delincuentes no le creyeron y lo torturaron y al no tener resultados torturaron a su hermana y entonces él reveló el lugar donde se encontraba el dinero.

 

 

UNOS MESES ANTES:

 

– ¡Hola Benjamín! Voy a visitarte. La semana próxima volaré hacia allá

– ¡Muy bien, Paul! Me alegra mucho. Ya verás lo bien que lo vamos a pasar.

Paul había llegado al aeropuerto y allí estaba su amigo esperándolo, Se abrazaron y tomaron el auto conducido por Paul. A la media hora llegaron a la finca de su anfitrión.

El primer día conversaron sobre el lugar y las pocas familias de ambos. El segundo día, Paul le propuso a su amigo un negocio no muy claro. Sería receptor de dinero negro. Benjamín se negó. Vivía muy tranquilo y no quería problemas, pero al final se dejó convencer por tiempo limitado. Nadie podía saber de ese dinero. Tres veces seguidas, Paul visitó a Benjamín y siempre le entregaba una sustancial cantidad de dinero que guardaba en la pata hueca de una mesa de madera.

Pasaron los meses y su amigo no venía y entonces decidió llamarlo para ver que sucedía. No contestó. Llamó a una hermana y tampoco contestaba. Al cabo de un tiempo vio en la Televisión, la noticia del encuentro de los dos cuerpos. No sabía que hacer con ese dinero, pero trataría de buscar algún pariente de su amigo para entregárselo.

Un día tocaron a la puerta, abrió y fue empujado bruscamente por un individuo de complexión fuerte. Le acompañaba otro señor. Benjamín protestó por la forma brusca en que habían entrado y fue derribado por un fuerte puñetazo en pleno rostro. Se quedó sentado en el suelo observando como los dos individuos registraban la casa. Cuando no quedaba nada por registrar se dirigieron a él.

– ¿Dónde está el dinero?

– No sé nada de dinero.

– Tu amigo te traía el dinero para que lo guardaras. Así que no te hagas el bobo y dime donde está. –dijo apuntándolo con una pistola.

Pensó que su amigo y su hermana muerta no necesitaban ese dinero y podía salvar su vida, así que le señaló el lugar donde estaba. Su cómplice, viró la mesa, se quitó el guante  y sacó la tapa de apoyo. Efectivamente, viró nuevamente la mesa y según la sacudía, salían los rollos de billetes. Una vez recogido todo el dinero le dispararon tres veces a Benjamín y se marcharon.

 

Pcfa


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