miércoles, 25 de noviembre de 2020

Venganza Oculta


 

                                         Venganza Oculta

Máximiliano vivía con su hija después de la muerte de su esposa. Era una persona que hablaba poco, salía de vez en cuando y únicamente a beber café o efectuar algunas compras. Se sentía bien hasta que Enilda, su hija, se enamorara y se fuera con Ruperto, mas conocido por “El Jabao”. Esta acción de su hija no le agradó pues tenía conocimiento de que “El Jabao” era mujeriego, bebedor y sobre todo maltratador.

El Jabao era sobrino del jefe de la Policía del pueblo y siempre salía airoso de las denuncias que les habían puesto algunas de las mujeres maltratadas por él.

En ocasiones, las personas necesitan pasar por etapas duras para que sepan que la vida no es todo color de rosa y aunque sabía los sufrimientos que pasaría su hija, no dijo nada, pero pensó en que llegaría el día de su arrepentimiento.

Cierta noche estaba viendo el televisor cuando llegó Enilda llorando y llena de moratones. Sin levantarse de su butaca, la observó al sentarse en otra butaca, tapándose la cara con las manos.

        ¿Qué te sucedió, Enilda?

        Ruperto me pegó. –dijo ella entre sollozos.

        ¿Por qué?

          Llegó borracho a la casa y me preguntó que había de comer. Le dije que potaje de garbanzos. Se puso furioso y me dijo que el quería carne y tiró la cazuela por la ventana. Yo le dije que no tenía dinero para comprar carne. Se enfureció más y me entró a golpe. Me senté en el suelo, en un rincón de la casa llorando y entonces se fue y se acostó. Cuando sentí que estaba roncando vine para acá.

          No te preocupes. Ya se le pasará y te pedirá perdón. Le dijo Maximiliano que se había levantado y le pasaba la mano por la cabellera.

          No quiero volver con él, papá. Es capaz de matarme.

   Al siguiente día, al atardecer, Maximiliano se dirigió al bar donde el Jabao acostumbraba beber. Éste, en cuanto lo vio venir se puso en guardia y lo miraba desafiante.

        ¿Me permites sentarme?

     Sí, siéntese. Quiero decirle que si viene por su hija pierde tiempo. Dile que vaya para la casa lo antes posible o sabrá lo que le espera.

           Mira, nunca hemos tenido problemas ni lo vamos a tener. Sé cómo es mi hija y ella se va arrepentir, pero tenemos que hacer las cosas de una manera distinta. No debes emplear la fuerza. Tú eres inteligente y te voy ayudar para que ella solita vaya para tu casa. Para eso tengo un plan.

           ¿Cuál es el Plan?

           A las once de esta noche te voy a esperar en el parque que está en las afueras.

          ¡Escucha viejo! Ni se te ocurra hacerme trampa. Siempre me acompaña mi amiga y estoy dispuesto a abrirte de arriba abajo –dijo enseñándole una gran navaja.

           Ya te dije que no quiero problemas contigo. Solo quiero que mi hija vuelva contigo. Pues te espero.

Maximiliano escogió esa hora porque Enilda estaría dormida y no preguntaría para donde iba.

   Cuando llegó. El Jabao se encontraba sentado en un banco.

        ¿Cuál es el plan?

          Tú tienes que montar una escena sentimental que conmueva su corazón y verás como ella solita se va a postrar a tus pies.

Maximiliano sacó un revólver y enseguida el Jabao comenzó a gritarle, viejo zorro, me quieres matar.

        No, calma. Escucha, por favor.

El hombre que había estado dando paseítos de un lado a otro nervioso se calmó cuando el padre de Enilda hizo sonar el percutor dos veces, apuntándose a la sien.

          Está descargado, hombre. El plan consiste en que tu le vas hacer creer que te vas a suicidar si ella no vuelve y verás como va llorando a pedirte perdón.

        Nunca he hecho eso de rebajarme ante una mujer.

        Verás que es efectivo. Yo voy a grabar con el móvil y se lo enseñaré a ella y nadie mas se enterará

        Toma el revólver. Te apuntas a la sien mientras dices que si no vuelve te vas a matar y dispara, o sea, haces sonar el percutor. En ese momento yo cortaré el video. ¿De acuerdo?

             Dame. –tomó el revólver se lo puso en la cabeza– Erlinda, si no vas para la casa me mataré.

   Cuando el Jabao disparó, su cabeza fue traspasada por un proyectil y cayó al suelo. Maximiliano guardó su móvil sin haber grabado nada. Y se marchó tranquilamente del lugar. A pocos metros le salieron unos jóvenes.

        ¿Señor, no escuchó un disparo? – preguntó uno de los jóvenes.

        ¿Qué?

        Qué si no escuchó un disparo.

        Perdonen, pero diga mas alto. Es que estoy sordo.

        Nada, abuelo.

    Llegó a la casa y se acostó pensando que si no hubiera practicado de poner dos espacios sin balas a lo mejor no hubiera funcionado el plan. El Jabao no maltratará a ninguna otra mujer.

 

Pcfa

 

 

 

 

 

 


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