miércoles, 5 de julio de 2017

La Decisión


                                                   
 
                                
 
                                                         La Decisión

     Cada persona tiene su historia pero sus historias solo trascienden si alguien las divulgas. Los demás pasan inadvertidos y se pierden en la oscuridad de las memorias. Es el caso de Modesto, un campesino que no sabía leer y escribir, cuya historia engrosa la lista de historias invisibles.
    Cierta noche regresaba a su casa después de haber ido al pueblo para comprar víveres, sobre todo harina y galletas. El bodeguero le había regalado un billete de lotería y estaba contento. No por el billete porque nunca jugaba ni se sacaba nada, sino por el gesto del dependiente. Hacía un año que no compraba prendas de vestir. No recordaba la fecha que compró su par de zapato de “salir” y el de trabajar llevaba la suela atada con arique. El camino no podía ser más tétrico y misterioso. Era como andar por un túnel estrecho de árboles que no dejaba que la luna iluminara la senda. Los cantos de las lechuzas y el croar de las ranas constituían el fondo musical de aquel lugar. A la media hora de andar, a pocos pasos delante, brotó del suelo una luz brillante que lo cegaba por lo que tuvo que ponerse la mano delante de los ojos. Cuando la luz dejó de ser intensa y pudo retirar su mano, vio una luz en forma de mujer. Quedó paralizado y mudo cuando la imagen le dijo: “Me han enviado para que te diga que podemos darte todos los poderes que quieras. Podrás obtener riquezas, bienestar y salud a cambio debes realizar una tarea.” Al fin pudo hablar cuando la figura le repitió lo mismo. ¿Y qué debo hacer? - preguntó.
“Los pájaros son un estorbo para ustedes y nosotros. ¡Hay que eliminarlos! Te dejaré aquí en el suelo un frasco que al abrirlo se esparcirá en la atmósfera y todos morirán”. Se quitó el sombrero, se rascó la cabeza y preguntó: ¿No hay más frascos? Ante la respuesta negativa de la “luz” preguntó: ¿Puedo pensarlo? Mientras la luz se iba apagando le dijo: “Tienes hasta mañana al amanecer”

   No podía dormir. En su mente veía a los pájaros cantando, volando, cuidando a sus pichones y llenando de colores los árboles. ¿Para que quería poderes? ¡Era feliz como estaba! No podía hacer algo tan terrible. Tampoco podía tirar el frasco porque corrían peligro las aves. ¿Qué hacer?

  Cerca de la casa había un pozo muy profundo. Era el único pozo de la zona a donde todos los vecinos de los alrededores se abastecían de agua. Se dirigió al pozo y tiró el frasco en su interior. Toda la noche estuvo tirando todo lo que tenía en su choza y todas las piedras que se encontró por los alrededores hasta casi tapiar el pozo.

  Los vecinos lo encontraron durmiendo en el suelo de lo que fue su casa y una mezcla de pena y rabia se apoderó de ellos al ver lo que había hecho. Lo despertaron y hasta lo golpearon para que se fuera de aquel lugar.

  Dormía en los portales del pueblo hasta que un día el bodeguero lo buscó para decirle que su décimo había sido premiado y hasta lo ayudó a cobrarlo.

   Modesto tomó casi todo el dinero y mandó a  perforar pozos y construir un sistema de riego y pequeño acueducto para los residentes de la zona. Con el dinero que le quedó construyó una pequeña casa, similar a la que tenía anteriormente, en las afueras del pueblo.

  Le pusieron, como sobre nombre. Modesto el Loco del Pozo. Pero dicen que en su rostro se veía la felicidad. En su casa y su alrededor siempre estaba llena de pájaros que cantaban, comían de su plato, y hasta se posaban en sus hombros.

 

                                                     

Pedro Celestino Fernández Arregui