La Decisión
“Los pájaros son un estorbo para ustedes y nosotros. ¡Hay que eliminarlos! Te dejaré aquí en el suelo un frasco que al abrirlo se esparcirá en la atmósfera y todos morirán”. Se quitó el sombrero, se rascó la cabeza y preguntó: ¿No hay más frascos? Ante la respuesta negativa de la “luz” preguntó: ¿Puedo pensarlo? Mientras la luz se iba apagando le dijo: “Tienes hasta mañana al amanecer”
No podía dormir. En
su mente veía a los pájaros cantando, volando, cuidando a sus pichones y
llenando de colores los árboles. ¿Para que quería poderes? ¡Era feliz como
estaba! No podía hacer algo
tan terrible. Tampoco podía tirar el frasco porque corrían peligro las aves.
¿Qué hacer?
Cerca de la casa
había un pozo muy profundo. Era el único pozo de la zona a donde todos los
vecinos de los alrededores se abastecían de agua. Se dirigió al pozo y tiró el
frasco en su interior. Toda la noche estuvo tirando todo lo que tenía en su
choza y todas las piedras que se encontró por los alrededores hasta casi tapiar
el pozo.
Los vecinos lo
encontraron durmiendo en el suelo de lo que fue su casa y una mezcla de pena y
rabia se apoderó de ellos al ver lo que había hecho. Lo despertaron y hasta lo
golpearon para que se fuera de aquel lugar.
Dormía en los
portales del pueblo hasta que un día el bodeguero lo buscó para decirle que su
décimo había sido premiado y hasta lo ayudó a cobrarlo.
Modesto tomó casi
todo el dinero y mandó a perforar pozos
y construir un sistema de riego y pequeño acueducto para los residentes de la
zona. Con el dinero que le quedó construyó una pequeña casa, similar a la que
tenía anteriormente, en las afueras del pueblo.
Le pusieron, como
sobre nombre. Modesto el Loco del Pozo. Pero dicen que en su rostro se veía la
felicidad. En su casa y su alrededor siempre estaba llena de pájaros que
cantaban, comían de su plato, y hasta se posaban en sus hombros.
Pedro Celestino Fernández Arregui
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