domingo, 11 de enero de 2015

El Escritor pobre

                                                   




                                                  El Escritor Pobre

 Los pobres tienen ilusiones insignificante para los demás. ¿Será que un trozo de pan pasa desapercibido en un banquete? o ¿Una moneda en una caja de caudal, sea un poco más que una piedrecilla? Puede ser, pero pocos saben lo grande que puede ser ese pan o esa moneda.
Conocí un escritor que toda su vida deseaba plasmar en letras lo que su conciencia y su alma mandaban. Quería gritarles a todos sus sentimientos como los pájaros que cantan para darle colorido al bosque donde viven. Escribía a la luz de una lámpara improvisada. El papel, a veces, mostraba pequeñas manchas rojas, huellas de mosquitos aplastados por sus manos. Escribía poemas de amor, cuentos fantásticos y novelas. Los guardaba en una carpeta y una vez por semana recorría las editoriales entregando sus manuscritos y al final regresaba a la casa con las suelas de sus calzados más gastadas, la carpeta llena de negativas y rechazos.
Llegaba a su humilde hogar y volvía a escribir con la ilusión de que la semana entrante, alguien publicara algunos de sus escritos.
Cierto día llegó a su vivienda un señor “distinguido” acompañado por un funcionario y la policía. Fue desalojado por no pagar la renta y no le dejaron recoger lo que más amaba, aquello lleno de ilusiones, de esperanza y de amor: su carpeta.
El señor elegante y de buenos modales entró a la vivienda después del desalojo, observó la miseria reinante en el lugar y fijó su mirada en lo que había encima de la endeble mesa. Tomó en sus manos los papeles y comenzó a leer uno por uno hasta que la oscuridad no le permitió seguir. Se llevó aquel cartapacio para su lujosa mansión y esa noche no durmió. Los rayos del sol que entraron por la ventana lo sorprendieron leyendo. Se acercó a la ventana y dicen los vecinos que transitaban, a esa hora por la calle, que era el rostro de otro hombre.
Salió en busca del escritor, pero no lo encontró. Recorrió toda la ciudad, puso denuncia de su desaparición en la policía, publicó comunicados en los diarios y pasó notas a todas las emisoras de radio y televisión.
Poco después el caballero compró una editorial con el objetivo de ayudar a los escritores sin recursos y le puso por nombre “El Escritor Pobre”.
El infeliz no apareció, pero logró conmover un alma. Había conseguido una ilusión