viernes, 29 de julio de 2016

El Reloj de Oro












                                                El Reloj de Oro

 

 No sé por qué la gente se empeña en hacernos difícil la vida. Al menos fue lo que pensé cuando comenzó a sucederme cosas extrañas. Aquel día caminaba por el parque admirando sus bien cuidados jardines cuando se me acercó aquel individuo a proponerme un reloj de oro. “Toma” Me dijo y tomando mi mano me entregó la prenda. Para complacerlo, lo observé. En realidad era un precioso reloj. ¡Debería costar una fortuna! Se lo quise devolver pero el hombre había desaparecido. En realidad no sabía ni como era. ¿Por qué no vi su rostro? ¿Por qué ni siquiera puedo describir su vestimenta? Observo al alrededor y no hay nadie. De pronto, un hombre, caminando a pasos largos se dirigía a mí. Siento su respiración fuerte. “¿No has visto a un hombre vestido de negro?”, me preguntó. Se detuvo y mientras sus pulmones trataban de procesar la mayor cantidad de oxígeno posible, me dijo: “Ha robado mi reloj” y diciendo eso su mirada se dirigió directamente al reloj. “¡Es ese!, ¡Es ese!” gritaba sin parar al tiempo que señalaba el reloj en mi mano. Cómo desapareció el supuesto ladrón, no lo sé. Tampoco pude saber la presencia de la policía en tiempo récord.

  Después del incidente con el ladrón estuve cerca de un mes que no pasaba por el parque. Un domingo invernal, con discretos rayos de sol, volví al parque. Me senté en uno de sus bancos de madera y abrí los brazos apoyándolos sobre encima del espaldar. Con los ojos cerrados aspiraba el aire fresco con satisfacción para los pulmones mientras mis pensamientos volaban lejos, más allá del océano. Bajé los brazos y la mano izquierda palpó un objeto frío y duro. Abrí los ojos y miré consternado al reloj que se encontraba junto a mí. ¡Era el mismo que me había entregado el ladrón!  Ni siquiera lo había quitado de su sitio cuando un señor elegantemente vestido llegó y miró para el reloj. “¡Gracias, Dios mío!” exclamó mirando al cielo y después dirigiéndose a mí, dijo sonriente: “Pensé lo había perdido. Es un reloj muy caro pero para mí eso no tiene importancia. Lo adoro porque es un regalo de Chronos. Él me dijo que mientras lo tuviera podía descubrir la importancia del tiempo. ¿Sabes? Muchas veces desperdiciamos el tiempo y otras, no nos alcanza y es porque no hemos comprendido su importancia. No hablo del tiempo que marca el reloj ni el tiempo en meteorología, sino, aquel que nos acompaña durante nuestra existencia, aquel que rodea nuestra alma y nuestro espíritu y lo volcamos en nuestro quehacer cotidiano.” Dicho esto, se despidió y se marchó.

 Después de un año de este suceso me dirigía a la Empresa donde trabajaba y al pasar frente a una joyería sentí como si una fuerza poderosa me hiciera mirar a las prendas expuestas en el escaparate y me llamó la atención que en el estante donde estaban los relojes había un sitio vacío y en su lugar, un cartel con la foto del reloj, sus características y el precio: diecisiete mil quinientos cuarenta dólares. No podía salir de mi asombro. Era el mismo reloj. No pude contener mi curiosidad y entré en el establecimiento.

 Salí de la joyería confundido y perturbado. El joyero me dijo que ese reloj lo había traído un hombre con un traje muy caro hacía más de tres meses y le dijo que le diera veinte dólares y si en una semana no regresaba a devolverle el dinero, que lo vendiera.

 Trataba de no pensar en esa prenda pero era imposible. No podía dejar de mirar el escaparate cada vez que pasaba por allí. Un día observé que el cartel del reloj, no estaba. Quedé sorprendido. ¿Quién, en la ciudad, podía tener tanto dinero como para gastárselo en esa prenda? El joyero me dijo que había estacionado frente a su establecimiento un Rolls-Royce se bajó una dama muy elegante y me dijo que quería el reloj. Le pregunté si había visto el precio y sonrió mientras me daba el dinero en efectivo. Al marcharse me dijo es para regalárselo a mi esposo. Pensé que los ricos pueden tener esos autos y poder comprarse prendas mucho más caras.

Una mañana cuando me preparaba para dirigirme al trabajo observo sobre la mesa de noche, la billetera, el llavero, mi teléfono móvil y el reloj. ¡EL RELOJ DE ORO! Lo tomé con cuidado, examiné su esfera impecable y por el reverso una inscripción: “Chronos”.

 Desde entonces lo llevo conmigo en el bolsillo y he cambiado el concepto sobre el tiempo. El reloj me ha enseñado que es una maquinaria para mostrarme el tiempo que rige la actividad humana pero no el otro tiempo, el invisible, el que forma parte de nuestro espíritu, el que es independiente de los giros de nuestro planeta y su movimiento al que no le importa las estaciones del año, ni el día y la noche porque el mide los momentos felices o tristes de nuestra vida, el amor, el saber, las emociones, en fin, mide nuestro compartimiento desde que nacemos hasta la muerte.