EL
RETRATO
Entré a la galería para
pasar el tiempo. Soy sincero. No me gusta la pintura. Recorría los salones
acompañado de bostezos y cargado de hastío. De pronto me detuve frente a un
cuadro. Lo observaba detenidamente, como suelen hacer los expertos. Ni siquiera
miré la firma del autor, pero había algo en esa pintura que me llamaba la
atención. Era el rostro de una mujer negra, hermosa, de ojos preciosos y una
mirada cautivadora. Estaba profusamente maquillada como suelen hacer las
bailarinas. En fin, mujeres como esas las he visto, pero ese retrato me
impresionaba, ¿Por qué? No lo sabía.
Salí con un fuerte
dolor de cabeza y me dirigí a la farmacia para comprar calmante. Mientras
esperaba el turno para ser atendido, veo en un mural una foto del retrato que
había visto en la Galería. ¡Qué raro, pensé! Cuando me tocó comprar le pregunté
a la farmacéutica por el retrato.
– ¡Ah! Es cliente.
Es muy maja.
– ¿Pero por qué
la tenéis?
– Ella era
bailarina en Caracas. Se enamoró con un español y se vino para acá. El hombre
resultó ser un traficante de drogas y al poco tiempo cayó preso. Ella no tenía
nada que justificara su relación con él y de pronto se vio en la calle. Un
pintor octogenario, la vio un día durmiendo en el cajero de un banco. Ella le
contó su historia, pero él no tenía como ayudarla con dinero pero le dijo que
podía quedarse en la sala de su pequeño apartamento. Entonces le propuso
hacerle un retrato para tratar de venderlo y le daría el dinero a ella.
Magnolia, que es su nombre, accedió. No tenía nada que perder porque lo había
perdido todo. El pintor, sacó una foto, la imprimió y la repartió por toda la
ciudad. Un día él le dijo que iba a salir y vendría por la tarde. Le dejó cinco
euros para que comprara algo para ella comer.
Cuando ella regresó de
comer algo en la calle se encontró un sobre con cinco mil euros y una factura
por la venta de un cuadro y una carta donde el hombre le explicaba que ese
dinero era producto del cuadro y que había llamado a la ambulancia porque se
sentía mal. Indagó en que hospital estaba, pero no lo halló. No sabía que podía
hacer. No iba aceptar ese dinero y el apartamento no era suyo. Se iría para la
calle. Comenzó a recoger sus cosas cuando se presentó un señor diciendo que era
abogado y que su amigo había fallecido. En su última voluntad, le había dejado
el apartamento. Ahora trabaja de bailarina en Palace Theatre ganando buen
dinero. Se ha casado con su producto musical.
– ¡Qué bien se
portó el pintor con ella!
– Sí y ella no lo
olvida. Todos los domingos le lleva un ramo de flores a su tumba.
– Muchas gracias
por contarme esa historia. Feliz día.
Pcfa