Hospital General
Los hospitales guardan en sus paredes, como un bebé en el regazo de su madre, el dolor, el sufrimiento, la muerte, pero también la alegría y la vida. Hay hospitales con historias preciosas y otros con tristes historias. Hablaremos de uno en particular, el Hospital General de Palma, construido en el año 1475, ¡Diecisiete años antes del descubrimiento de América por Cristóbal Colón! Desde que se construyó fue un hospital. ¡Más de quinientos años atendiendo enfermos! Alberga en su patio interior la hermosa iglesia de Anunciación de Nuestra Señora, en la que gran cantidad de mallorquines veneran al Santo Cristo de la Sangre.
En la puerta principal de la iglesia, en el centro del patio interior y en algunas rejas y puertas pueden verse las iniciales o el escudo de la iglesia y de algunos de los principales patrocinadores de la obra, entre ellos, las familias Pacs de Cunilleres y Tomàs.
Este hospital fue producto de la fusión de siete hospitales. Un hospital para leprosos, (San Lázaro), otro para marineros pobres (Santa Catalina), otro para niños huérfanos (Rossos), entre otros. Esta fusión se debió a la necesidad de terminar con la falta de la correcta utilización de medios para el buen funcionamiento de dichos centros.
La construcción del Hospital General comenzó aproximadamente en 1460 sobre un terreno con más de ocho mil metros cuadrados. Un espacio cerca de la muralla, en un lugar espacioso y aireado. La responsabilidad de la construcción le fue otorgada a Bartomeu Catany pero hay que señalar que toda la ciudad se volcó en su construcción.
En aquella época, mucha gente optaba por la vida religiosa para no pasar penurias, y los templos acababan por convertirse en inmorales. Catany fundó la rama de los observantes que se comprometían a llevar una vida austera como San Francisco de Asís.
A aquellas pequeñas infraestructuras de asistencia limitada y escasos medios técnicos les seguía una nueva clínica. Sus pacientes podían dividirse en tres bloques: los pobres, los enfermos y los niños abandonados. En aquella época un hospital era también un centro de beneficencia. La salud del cuerpo era, además, tan importante como la del alma y el personal repartía, casi a partes iguales, medicinas y sacramentos.
La muerte de Bartolomé Catany, apenas le permitió ver la construcción del nuevo hospital. Fue enterrado en el Convento de Jesús, un espacio que hoy ocupa el hospital Psiquiátrico. Cuando quince años después falleció el padre Llobet quisieron enterrarle en la misma sepultura. Sin embargo, al abrirla encontraron el cuerpo de Catany incorrupto y perfectamente conservado. Una especie de milagro científico que dio aún más repercusión a su nombre. Hoy, enterrado en la iglesia de La Sangre, es exhibido al público y venerado cada 1 de noviembre.
Autor: Pedro Celestino Fernández Arregui