sábado, 11 de octubre de 2014

La Esperanza









                                                      La Esperanza


Cada gota de sangre era una gota de vida que se escurría de su ser. Recostado al tronco de un cerezo y apretándose el abdomen con sus dos manos, veía las hormigas llevando trocitos de hojas para su sociedad. Hubiera querido ser una hormiga o ¿Acaso no lo era? Se comportó toda su vida como esos insectos trabajando para los demás, recibiendo estímulos de toda índole, soñando en cada día ser mejor y ayudar a los demás. ¿Cuántos recordarán su muerte? ¡Que le importa ahora! Necesitaba llegar hasta la casa del vecino. Tenía que recorrer tres mil metros. ¿Le alcanzaría la sangre? Había que intentarlo. Sentía el bulto que llevaba en el bolsillo del pantalón. Era la salvación de los demás. Si ellos la cogían, sería el fin de la humanidad.


Cuando la iban a matar, la tomó y corrió todo lo que pudo. Sintió la mordida de una serpiente de acero, pero ella estaba intacta.


Trató de incorporarse pero no pudo. Entre las luces violetas, sombras dantescas y el griterío de los asesinos se aproximó una paloma, extrajo algo de su bolsillo y emprendió vuelo. Por última vez en su vida, sonrió. Ella está a salvo. La humanidad se ha salvado. ¡No pudieron matar  la esperanza!

Pedro Celestino Fernández Arregui