jueves, 24 de enero de 2019

Los Extraterrestres



                                                                   Los Extraterrestres

Emiliano era un fanático a todo aquello que se relacionara con los extraterrestres. No había artículo sobre ovni que no leyera a pesar del poco tiempo disponible, pues su trabajo como taxista no le dejaba mucho tiempo libre.

  Cierta noche regresaba de llevar unos pasajeros al aeropuerto cuando observó tres grandes luces en el medio de la carretera: Pensó que sería un control policial o que estaban reparando la vía. Aminoró la velocidad y despacio se fue acercando a las luces. Las luces lo encandilaban por lo que detuvo el auto. Salió y se encaminó hacia las luces hasta descubrir una enorme masa. En principio no sabía que podía ser, pero muy pronto se percató que era una gran nave.

  Tuvo deseos de volver a su taxi y salir disparado de allí, pero su curiosidad era mayor. Siguió acercándose y pudo mirar que había una puerta abierta y de ella salía una escalera. Pensó subir para penetrar dentro de aquel artefacto cuando escuchó voces. Se escondió detrás de uno de los soportes. Eran dos seres vestidos muy raros y hablando español. Los individuos se recostaron a la escalera y el taxista pudo escuchar la siguiente conversación:

 ─ Estamos atrasados, teniente.

─ La culpa es tuya

─ No podía hacer otra cosa. ¡Era mucha la carga!

─ Siempre la haces cuando menos tienes que hacerla.

─ Yo no tengo la culpa de la rotura, teniente.

─ Bueno, vamos. Los demás deben estar impacientes.

  Estaban subiendo por la escalera y Emiliano pudo seguir escuchando la conversación.

─ Usted aprovechó y se comió unas cuantas toronjas, jefe.

─ Demorabas demasiado. Es que cuando tu cagas, cagas. Mañana quiero ver el inodoro arreglado.

─ De acuerdo.

  Maximiliano corrió hacia el campo de toronja para ver partir aquella extraña nave.

  Cuando llegó a la casa le relató a su mujer lo sucedido y terminó diciendo. Tere, todavía siento su olor. La mujer lo miró y le dijo: ¡Que tonto eres! Tienes los zapatos llenos de mierda, Emiliano.

Pcfa





Pasajero Inquieto



                  
                              

                                                                 Pasajero Inquieto

    Hay tres tipos de pasajeros que no les gustan a los taxistas. Los que hablan mucho, los borrachos y los niños inquietos.  Ese día había llevado a una señora a la funeraria de un pueblo lejano y pude enterarme todo lo concerniente al difunto y su familia. ¡Y en treinta minutos! Al regreso recogí a un borracho que estaba tan ebrio que estuvo todo el trayecto, acostado en el asiento trasero. Me dije ahora lo que me falta es que tenga que llevar a un niño majadero. Una señora algo exagerada de peso me hizo señas con el brazo para que me detuviera. No había visto que detrás estaba un niño de unos cuatro años con un ramo de mamoncillos en una mano. Cuando lo vi me entró un escalofrío que recorrió toda la columna vertebral.
   ─ ¿Me puede llevar a Santa Bárbara? ─me dijo con su rostro bañado en sudor. Estuve a punto de decirle que no podía porque el taxi estaba roto, pero observé la carita angelical del niño y pensé que era un santo.
   ─Si, señora. ¡Monte!

  Cuando la señora entró, el niño estaba sentado comiendo mamoncillo. Había entrado por la ventana.
   ─Señora que el niño no tire la cáscara al suelo, por favor.
   ─No se preocupe. Yo me encargo

   Apenas tomé la carretera siento algo que me golpeó la cabeza con fuerza. Una pausa y otro golpe. Dos minutos y algo me pasa rozando la oreja y da contra el parabrisa. ¡La semilla de un mamoncillo! Detuve el auto. Miro hacia atrás y la señora dormida con la boca abierta. Regañé al niño y le dije que si lo volvía hacer lo iba a dejar en medio de la carretera.
  Todo iba bien hasta que sentí otro golpe. Frené bruscamente. La señora no se movió y parecía más dormida aún y comenzó a roncar con fuerza. Miré directamente a los ojos de aquel angelito y le dije:
  ─Me lanzas otra semilla y te llevaré a mi casa para que veas lo que he hecho con los niños que, como tú, me tiraban cosas. Mi mujer es bruja y los convirtió a uno en ratón, a otro en gato y al mas grande, así de tu tamaño, en perro. Ahora ese muerde al gato y el gato persigue al ratón y nos sentamos a reírnos de ellos.
   Extraje de la guantera unas fotos de animales, perteneciente a mi hija veterinaria y les enseñé la foto de un ratón, un perro y un gato. Y le dije como se llamaban los supuestos niños.
   ─ ¡Eso es mentira!
   ─Pues te llevaré para que lo puedas comprobar con tus propios ojos eso sí, no podrás salir mas de allí porque mi mujer te convertirá en un ternerito y a tu mamá en una vaca.
  No sé si de verdad cogió miedo por el cuento o por la cara de terror que le puse, pero todo el resto del camino, el angelito ni se movía, ni comió más mamoncillo.
  Cuando se bajaron del auto, el niño me miraba con temor y le dije a su madre:
   ─Señora, estoy regalando un gato y un perro.
   Ella sonrió y me preguntó, ¿Y el ratón? Me guiñó un ojo y se marchó sonriendo mientras el niño, a cada paso, miraba hacia mí.


Pedro Celestino Fernández Arregui

 


 

miércoles, 23 de enero de 2019

En otra Vida


                                               En otra vida

     En ocasiones estamos disconformes con nuestras vidas. ¡Muy mal! Muchas veces criticamos a los demás porque queremos que los demás sean como nos gusta. ¡Muy mal!
    Tenemos que pensar que estamos prestados aquí, en este mundo y tenemos que pasarla lo mejor que podamos. Tratar de no hacer mal a nadie, convivir con los demás y aceptarlos con sus virtudes y defectos.
    Vamos a suponer que no soportamos a fulano, y si en otra vida reencarnamos y ese fulano es nosotros y viceversa. Nos sentiríamos mal.
    Digo esto porque yo no creía en otras vidas y ahora creo. Todo puede ser al revés como me ha sucedido a mí. Antes no reparaba si un pájaro pasaba el invierno bien o mal, si a la vaca había que sacarle la leche en contra de su voluntad o si el gato comía ratones o no. Sí, porque volver a la vida puede ser de cualquier forma. Podemos ser un animal, una planta otra persona o a lo mejor una roca.   
    En el caso mío es angustioso. Puedo contemplar a los enamorados, a una familia disfrutando del campo…pero, por otra parte, odio a los perros, yo que los amaba tanto en mi otra vida, algunas aves me irritan de sobremanera y a mi nieto que lo quería tanto, le tengo miedo. ¡Sí! ¿Saben por qué? Pues mi nieto es leñador, los pájaros carpinteros me fastidian, otros pájaros me llenan de porquería, los perros vienen a mearme y todo porque ahora soy un árbol.


pcfa

      

  

Día Fatal










                                                          Día Fatal

Hoy me levanté con el pie izquierdo. Bueno en realidad no fue con ese pie, ni con el derecho tampoco. ¡Me caí de la cama! El golpe con el piso me hizo mirar el reloj. Era muy tarde para ir a trabajar. Corrí para el baño y por suerte el chorrito no cayó fuera del inodoro. Cayó dentro de la zapatera. Los zapatos estaban llenos de orina. Pensé en la cara que pondrían mi mujer y mi suegra. Me fui a lavar los dientes y se había terminado la pasta dental, por suerte había otro tubo debajo del lavamanos. Algo bueno entre tanto contratiempo. Lavaba la dentadura y notaba que no hacía espuma y entonces me di cuenta demasiado tarde. Había puesto Hemoal para las hemorroides. Dejé la dentadura y corrí hacia el autobús en el justo momento que se marchaba. Para el próximo faltaban veinte minutos. Así que decidí tomarme una taza de café en el bar frente a la parada de autobús y donde acostumbro a tomar el café antes de tomar el autobús.
  El camarero me miró extrañado y me dijo: ¿Nuevo Look, Don Pepe? Iba a contestarle y me acordé de la ausencia de mis dientes y moví la cabeza afirmativamente. ¿El café de siempre? Volví a responder del mismo modo.
  Llegué a la Empresa y todos me observaban extrañados. Normal, pensé, nunca llego tarde. Me senté en mi puesto a esperar que llegaran los clientes cuando el jefe me hizo señas para que fuera a su despacho.
   ─Señor Maldonado, es mejor que se vaya para su casa.
   ─Pero señor Torres, ¿Por qué?
   ─ ¿Me lo preguntas? Le faltan los dientes, el peluquín lo lleva al revés, trae zapatillas de dormir en lugar del calzado reglamentario, lleva puesta la corbata como quiera y por encima de la camisa de dormir.
  No sabia que decirle. Bajé la cabeza y salía de su despacho cuando me dijo:
   ─ ¡Señor Maldonado! Lleva colgando del bolsillo trasero un sostenedor. ¡Cuidado no lo vaya a perder!

 

pcfa