jueves, 24 de enero de 2019

Pasajero Inquieto



                  
                              

                                                                 Pasajero Inquieto

    Hay tres tipos de pasajeros que no les gustan a los taxistas. Los que hablan mucho, los borrachos y los niños inquietos.  Ese día había llevado a una señora a la funeraria de un pueblo lejano y pude enterarme todo lo concerniente al difunto y su familia. ¡Y en treinta minutos! Al regreso recogí a un borracho que estaba tan ebrio que estuvo todo el trayecto, acostado en el asiento trasero. Me dije ahora lo que me falta es que tenga que llevar a un niño majadero. Una señora algo exagerada de peso me hizo señas con el brazo para que me detuviera. No había visto que detrás estaba un niño de unos cuatro años con un ramo de mamoncillos en una mano. Cuando lo vi me entró un escalofrío que recorrió toda la columna vertebral.
   ─ ¿Me puede llevar a Santa Bárbara? ─me dijo con su rostro bañado en sudor. Estuve a punto de decirle que no podía porque el taxi estaba roto, pero observé la carita angelical del niño y pensé que era un santo.
   ─Si, señora. ¡Monte!

  Cuando la señora entró, el niño estaba sentado comiendo mamoncillo. Había entrado por la ventana.
   ─Señora que el niño no tire la cáscara al suelo, por favor.
   ─No se preocupe. Yo me encargo

   Apenas tomé la carretera siento algo que me golpeó la cabeza con fuerza. Una pausa y otro golpe. Dos minutos y algo me pasa rozando la oreja y da contra el parabrisa. ¡La semilla de un mamoncillo! Detuve el auto. Miro hacia atrás y la señora dormida con la boca abierta. Regañé al niño y le dije que si lo volvía hacer lo iba a dejar en medio de la carretera.
  Todo iba bien hasta que sentí otro golpe. Frené bruscamente. La señora no se movió y parecía más dormida aún y comenzó a roncar con fuerza. Miré directamente a los ojos de aquel angelito y le dije:
  ─Me lanzas otra semilla y te llevaré a mi casa para que veas lo que he hecho con los niños que, como tú, me tiraban cosas. Mi mujer es bruja y los convirtió a uno en ratón, a otro en gato y al mas grande, así de tu tamaño, en perro. Ahora ese muerde al gato y el gato persigue al ratón y nos sentamos a reírnos de ellos.
   Extraje de la guantera unas fotos de animales, perteneciente a mi hija veterinaria y les enseñé la foto de un ratón, un perro y un gato. Y le dije como se llamaban los supuestos niños.
   ─ ¡Eso es mentira!
   ─Pues te llevaré para que lo puedas comprobar con tus propios ojos eso sí, no podrás salir mas de allí porque mi mujer te convertirá en un ternerito y a tu mamá en una vaca.
  No sé si de verdad cogió miedo por el cuento o por la cara de terror que le puse, pero todo el resto del camino, el angelito ni se movía, ni comió más mamoncillo.
  Cuando se bajaron del auto, el niño me miraba con temor y le dije a su madre:
   ─Señora, estoy regalando un gato y un perro.
   Ella sonrió y me preguntó, ¿Y el ratón? Me guiñó un ojo y se marchó sonriendo mientras el niño, a cada paso, miraba hacia mí.


Pedro Celestino Fernández Arregui

 


 

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