Custodio
Ayer
fui al Banco a extraer dinero. La máquina caritativa que da el dinero estaba
junto a la acera. Saqué el dinero y al pasar junto al auto que estaba aparcado
justo frente al cajero automático, observo que tenía la llave puesta. No había
nadie frente al volante ni en el puesto del copiloto. El auto se veía muy bien
cuidado y a pesar de tener algunos años de fabricado, parecía nuevo. No tenía
un rasguño, abolladura, focos rajados, incluso, los cristales limpios y con ese
tinte que traen para que el sol no moleste. En fin, el conductor o conductora
era una persona cuidadosa y responsable. Algo importante tendría que haberle
sucedido para que dejara las llaves puestas. Me daba pena que un ladrón se lo llevara.
A lo mejor era una persona mayor que lo necesitaba para ir al Mercado o al
médico o bien para llevar a su madre o alguien con problemas en la familia.
También existía la posibilidad que viviera en un lugar apartado y se viera en
la necesidad de tener el auto. No, no podía dejar el auto a merced de algún
bandolero. Esperé media hora y no aparecía el conductor. Pensé que a lo mejor
alguien lo llamó por teléfono para que le comprara algo en el Supermercado que
le quedaba a unos cuarenta metros o alguna medicina en la farmacia detrás del
auto o del establecimiento chino cercano. Así que no debía tardar mucho. Una
hora como todo un guardia de seguridad o un enamorado esperando la novia. No
podía ser que estuviera en un local de los mencionados, pero bueno, pudiera ser
que a lo hora de marcharse, alguien lo hubiera invitado a un café o una cerveza
y se le olvidara la llave. Si es así, tardaba un poco más.
Hora
y media. Estaba cansado de estar esperando por el o la despistada. También
pudiera ser que cuando iba a poner el auto en marcha le hubiera dado un infarto
y se lo hubieran llevado para el hospital y nadie reparó en la llave. Si ese era
el motivo de su ausencia, lo tenía claro que no iba a venir ese día. Para
colmo, en todo ese tiempo no pasó un policía para decírselo, pero igual me
hubieran dicho que eso era problema del conductor.
De
pronto, la puerta trasera del auto se abrió y salió de su interior un señor bostezando,
abrió la puerta del coche, lo puso en marcha y salió. Mientras yo miraba como
se alejaba el auto y se perdía en la telaraña de automóviles. Fue entonces
cuando salieron desde muy adentro muchísimas palabras, ninguna apta para
menores de edad.
Autor:
Pedro Celestino Fernández Arregui