viernes, 24 de julio de 2020

Custodio




                                             Custodio

Ayer fui al Banco a extraer dinero. La máquina caritativa que da el dinero estaba junto a la acera. Saqué el dinero y al pasar junto al auto que estaba aparcado justo frente al cajero automático, observo que tenía la llave puesta. No había nadie frente al volante ni en el puesto del copiloto. El auto se veía muy bien cuidado y a pesar de tener algunos años de fabricado, parecía nuevo. No tenía un rasguño, abolladura, focos rajados, incluso, los cristales limpios y con ese tinte que traen para que el sol no moleste. En fin, el conductor o conductora era una persona cuidadosa y responsable. Algo importante tendría que haberle sucedido para que dejara las llaves puestas. Me daba pena que un ladrón se lo llevara. A lo mejor era una persona mayor que lo necesitaba para ir al Mercado o al médico o bien para llevar a su madre o alguien con problemas en la familia. También existía la posibilidad que viviera en un lugar apartado y se viera en la necesidad de tener el auto. No, no podía dejar el auto a merced de algún bandolero. Esperé media hora y no aparecía el conductor. Pensé que a lo mejor alguien lo llamó por teléfono para que le comprara algo en el Supermercado que le quedaba a unos cuarenta metros o alguna medicina en la farmacia detrás del auto o del establecimiento chino cercano. Así que no debía tardar mucho. Una hora como todo un guardia de seguridad o un enamorado esperando la novia. No podía ser que estuviera en un local de los mencionados, pero bueno, pudiera ser que a lo hora de marcharse, alguien lo hubiera invitado a un café o una cerveza y se le olvidara la llave. Si es así, tardaba un poco más.
Hora y media. Estaba cansado de estar esperando por el o la despistada. También pudiera ser que cuando iba a poner el auto en marcha le hubiera dado un infarto y se lo hubieran llevado para el hospital y nadie reparó en la llave. Si ese era el motivo de su ausencia, lo tenía claro que no iba a venir ese día. Para colmo, en todo ese tiempo no pasó un policía para decírselo, pero igual me hubieran dicho que eso era problema del conductor.
De pronto, la puerta trasera del auto se abrió y salió de su interior un señor bostezando, abrió la puerta del coche, lo puso en marcha y salió. Mientras yo miraba como se alejaba el auto y se perdía en la telaraña de automóviles. Fue entonces cuando salieron desde muy adentro muchísimas palabras, ninguna apta para menores de edad.

Autor: Pedro Celestino Fernández Arregui