La Promesa
No sé que tiempo llevan
persiguiéndome. No sé si lo lograré. La vista se me nubla. El
corazón late como un corcel a galope y el torrente de sangre lo
siento presionando mis venas. Oigo sus respiraciones a mi espalda
pero a pocos metros está la salvación. Esos metros que son
kilómetros para mi cuerpo extenuado. Cuanto daría por tirarme al
suelo y que pase lo que sea! Pero no, la promesa es la promesa y mas
cuando esa promesa se la haces a un hijo. Escucho un griterío
enorme. Que sucede? No sé. Mis piernas se doblan y caigo de rodillas
al piso. Me pasaran por arriba y mi cuerpo quedará magullado. Me
parece ver la cara angustiada de mi hijo y sus lágrimas
confundiéndose con mi sudor.
A mis oídos llega la
voz de alguien. No logro entender. Me ayudan a levantarme y me dan
agua. Abrazo y felicitaciones. Mi hijo viene corriendo hacia mí y me
abraza. Papá has ganado la
medalla de oro en mil quinientos metros! Lloro de alegría y lo
aprieto contra mi pecho. He cumplido mi promesa: La medalla de oro
Olímpica es para él!