lunes, 6 de marzo de 2017

La Promesa


                 
 
 
 
 
                                                               La Promesa
 
   Se lo había prometido. Las promesas se cumplen por encima de todo. No es porque seamos serios o porque nos guste quedar bien cuando damos la palabra, es por un bicho que tenemos en el alma que nos clava sus aguijones si no cumplimos. Hoy no puedo quedar mal. La situación es difícil. No sé si podré resistir. Estoy empapado en sudor y siento que mi fuerza comienza a flaquear. Mis adversarios me advirtieron que no podría vencer. Se acerca, cada vez más, la jauría que pretende devorarme. Casi siento sus pisadas fuertes, golpeando contra el suelo. A mi mente viene la sonrisa inocente de mi hijo y su voz denotando la confianza en mí. “Papá, tú puedes”.

    No sé que tiempo llevan persiguiéndome. No sé si lo lograré. La vista se me nubla. El corazón late como un corcel a galope y el torrente de sangre lo siento presionando mis venas. Oigo sus respiraciones a mi espalda pero a pocos metros está la salvación. Esos metros que son kilómetros para mi cuerpo extenuado. Cuanto daría por tirarme al suelo y que pase lo que sea! Pero no, la promesa es la promesa y mas cuando esa promesa se la haces a un hijo. Escucho un griterío enorme. Que sucede? No sé. Mis piernas se doblan y caigo de rodillas al piso. Me pasaran por arriba y mi cuerpo quedará magullado. Me parece ver la cara angustiada de mi hijo y sus lágrimas confundiéndose con mi sudor.

    A mis oídos llega la voz de alguien. No logro entender. Me ayudan a levantarme y me dan agua. Abrazo y felicitaciones. Mi hijo viene corriendo hacia mí y me abraza. Papá has ganado la medalla de oro en mil quinientos metros! Lloro de alegría y lo aprieto contra mi pecho. He cumplido mi promesa: La medalla de oro Olímpica es para él!