lunes, 26 de septiembre de 2016

Cuando ella llego



                                                           Cuando ella llegó.

Todo era felicidad. Los paseos dominicales, las fotos, sonrisas que el viento repartía a diestra y siniestra, almanaque que no arañaba nuestra piel… Hasta que llegó ella! Tan callada pero desgarrando el ser vivo, a ese ser latente con muchos deseos de luchar y seguir hacia donde hubiera que ir. Pero llegó ella, sombría, dispuesta a no renunciar a la destrucción de un alma.
A partir de su llegada todo cambió.
No se conformaba con hacer daño a una persona, No! Sus tentáculos me estrangulan y comprimen mi corazón porque quería Que el daño fuera mayor y seguir golpeando a todos los que la rodeados.

Las miradas se vuelven triste y las sonrisas son muecas. Los paisajes están desteñidos y el mar es un recipiente cargado de lagrimas. Las flores han perdido su aroma y las mariposas no quieren volar. Rezamos? Quizás no sea suficiente porque ella es atea y su religión es la doctrina de la destrucción. Llorar? No quedan lagrimas. Nos queda una opción: cobijarnos bajo el árbol del amor. Amarnos intensamente para hacerla sufrir, para que sienta rabia porque a pesar del daño que nos hace, nos amamos y contra eso, nada puede hacer.

Ella, la enfermedad del Parkinson está sobre nosotros pero no en nuestros corazones.



Pedro Celestino Fernandez Arregui