martes, 16 de junio de 2020

Ambición y Poder




                             Ambición y Poder


La vida es como una Noria, da vueltas y vueltas. Hace paradas, donde unas veces quedas arriba y otras abajo. También, como un balancín o cachumbambé, subiendo y bajando. Es por ello que no podemos escupir para abajo cuando estamos arriba.

Emeraldo Tabera era un acaudalado comerciante de origen español y radicado en Francia. Siempre acompañaba a su padre desde que era niño. A viajes de negocios, transacciones comerciales y estudiaba en uno de los mejores colegios privados de París. Por su inteligencia y dedicación  recibió títulos de Ciencia e informáticas y experto en economía. Al morir su padre, el joven con veintiséis años, tomó las riendas de los negocios heredados. Era de estatura mediana, delgado, piel morena, ojos y cabellos negros, pero no era nada agradable su físico, sin embargo, no eran pocas las chicas que trataban de seducirlo. Una de esas chicas se llamaba Jennefer Dubois, directora del área comercial de la más importante fábrica de la Corporación, situadas en la India.

–¿Qué tal el viaje, señor Tabera? –preguntó y lo saludó efusivamente, el Director General..

–Esos viajes son agotadores, pero por lo demás muy bien.

Se sentó en la silla de su interlocutor y éste se sentó frente a él, escritorio por medio. El director de la fábrica era un indio nacido en el sur del País y llegó a estudiar ingeniería informática en la Universidad de Kerala en Thiruvananthapuram. Era de estatura baja, un poco grueso, cara redondeada, pelo  medio canoso y usaba lentes de aumentos, que siempre llevaba encima de la cabeza y sólo los utilizaba para leer. Usaba la vestimenta típica de los habitantes de las grandes ciudades indias.

–Señor Uma, como sabes, he venido para visitar con usted, los yacimientos de Tailandia. Como me informaste, el cuarzo existente allí, es ideal para tener un buen abastecimiento para nuestra fábrica aquí dedicada a la fabricación de chips.

–Sí, señor. He conversado con las autoridades de ese país y podemos ir cuando usted lo desee.

–¡Saldremos mañana!



El avión de la compañía Air India debía estar sobrevolando Thailandia, sin embargo, nada más se veía mar. Los pasajeros comenzaban a inquietarse cuando escucharon por el audio la voz del capitán de la aeronave.

–Señores pasajeros, hemos tenido una avería en nuestro radar y no podemos aproximarnos al aeropuerto hasta que no se resuelva el problema. Le rogamos que tengan paciencia.

–Señor Uma, dígale a la aeromoza que quizás usted pueda arreglar el desperfecto.

El empresario hindú se dirigió a la aeromoza, pero antes de llegar a ella, el avión dio una vuelta completa y se precipitaba al mar. La aeromoza le ordenó sentarse y a todos los pasajeros que se abrocharan el cinturón y se pusieran con la cabeza entre las piernas.

El impacto contra el mar, fue terrible. El fuselaje se partió en tres partes y fueron tragadas por el mar.

Cuando Emeraldo Tabera abrió los ojos, se encontraba flotando gracias al salvavidas. Había tenido el tiempo exacto para cogerlo antes del impacto y ponérselo, luego quedó con el disparador inflador en la mano, mientras el resto de los pasajeros gritaban con su cabeza entre las piernas. No había nadie a su alrededor y únicamente, algunos materiales flotaban en una tarde que daba paso a la oscuridad y ocultaría los restos de la catástrofe. No se explicaba como no se le había desprendido el salvavidas, ya que no llegó a ponérselo correctamente

Cuando se hizo día, el señor Tabera se encontraba dormido y se despertó al sentir el roce de su cuerpo en la arena, abatido por las olas. Se incorporó y observó que se encontraba en una pequeña cala. Caminó por entre las puntiagudas y afiladas rocas hasta llegar a pisar tierra. Delante, tenía un espeso bosque. Necesitaba beber agua y pensó que caminando paralelo a la costa encontraría la desembocadura de algún río. Cuando había andado aproximadamente un kilómetro observó unos hombres conversando en torno a unas cajas de madera. Se les acercó con la idea de saber el lugar que se encontraba y pedirle agua. Los hombres al verlo fueron hacia él y lo rodearon. Eran cuatro hombres. Por la vestimenta, pudo saber que no eran hindúes. Uno de ellos se le acercó. Le hablaba en un idioma extraño.

–No lo entiendo –dijo en francés.

–¡Ah! Es usted francés –le preguntó en un francés chapurreado, otro de los hombres.

–Sí, soy francés.

–¿Qué hace por aquí?

–El avión en que viaja se precipitó al mar. Por favor, necesito agua.

–¡Si, como no! –le ofreció una garrafa con agua que tenían junto a las cajas, después de observarlo detenidamente.

–Así que es francés. ¿En que trabajaba?

–Soy un empresario.

–¿Tiene un negocio?

–Soy el Presidente de World Chermical and Software Company con sede en París y cuenta con fábricas y sucursales en varios países.

        Pues no se preocupe. Le resolveremos volver a casa.

Mientras Tabera bebía sorbos de agua los hombres comenzaron a hablar entre ellos.

–Cuando venga el barco iremos hasta un puerto cercano y allí lo llevaran hasta el aeropuerto.

–Muchas gracias. ¿Dónde estamos?

–Estamos en la isla de Preparis. Miren, llega el barco –dijo señalando  hacia el mar.

–Una hora mas tarde, Emeraldo Tabera y dos individuos abordaban un pequeño barco de pesca, después que lo hicieran los otros individuos con las cajas.

Una vez en el barco, lo llevaron a cubierta para que hablar por el radio.

–Diga quién es, saludos a su familia y que desea volver a casa. No diga donde está porque pronto llegaremos a puerto y entonces allí volverá a conectarse.

Después de terminar su alocución, como le había indicado el hombre, lo condujo a una especie de cuarto bajo cubierta. Aquí podrá descansar sin molestias. ¡Buen descanso, Monsieur!



Madeleine, había recibido a través de un mensajero, un sobre con un pendrive y una carta. Al leer la carta y escuchar la memoria USB llamó de inmediato a la policía.

–¿Está segura que esa es la voz de su esposo? –preguntó el agente.

–Sí, señor oficial. En su despacho hay muchas grabaciones de su voz, grabadas en teleconferencias con directivos de otras fábricas y filiales.

–La cantidad que solicitan por su liberación, es enorme., o sea, que los secuestradores saben quien es él. ¿Podría disponer de esos cinco millones en cualquier momento?

–Sí, señor. Tendría que reunir a los directivos de la compañía y explicarles el caso.

Madeleine tomó el teléfono y le explicó al Vicepresidente de la compañía, la actual situación de su marido y lo que pedían los secuestradores. Al día siguiente, se autorizó a Jennefer Dubois para llevar el dinero a los secuestradores cuando le comunicaran el lugar de intercambio. Salió en un avión privado y según la nota de los secuestradores, esperaría instrucciones en el Hotel Peti en Maungmagan, cerca de Dawei, importante ciudad de Birmania. Llegó al hotel cerca de la medianoche. Después de pasar por la Recepción se dirigió a su habitación previamente reservada. A la señorita Dubois no le gustaba el hotel por la afluencia de nativos, pero no había sido su decisión sino, la de los bandidos. El problema consistía en que el hotel era económico y no contaba con los lujos a los que ella acostumbraba. Además, por su blanca piel, ojos azules y cabellera rubia, era blanco de todas las miradas. Ella era muy hermosa y bonito cuerpo de modelo, lo cual contrastaba enormemente con su mal carácter. Al llegar a la habitación, dejó caer el equipaje en el suelo con rabia. Aunque era confortable, muy limpia, amplio ventanales y otras comodidades, para ella era indecoroso. Se acostó diciendo palabrotas y poco faltaba para que llorara de rabia. Se despertó, tomó una ducha y pidió un Desayuno Continental. Se sorprendió al observar lo bien elaborado y apetitoso que estaba. La tostada estaba exquisita, croissant de mantequilla el zumo de naranja con el ácido preferido por ella, la porciones de miel o mantequilla cuidadosamente envuelto en una fina servilleta, azúcar, la tetera bien caliente y todo ordenado cuidadosamente. Cuando quitó la servilleta del croissant se dio cuenta que había una nota escrita. “Señorita Dubois: Después de cenar, un auto del hotel la recogerá y la llevará a un lugar donde nos entregará el dinero y su Jefe se irá con usted”

Cuando terminó de leer la nota se le ocurrió una idea.





Tabera había dormido toda la noche. La luz que entraba por una pequeña ventana con malla fina de acero, lo había despertado. Iría a cubierta a asearse un poco ir al baño y desayunar. La puerta no abría, por mucho que lo intentó, entonces comenzó a dar golpes y a llamar.  Momentos después escuchó una voz.

–¿Desea algo, señor?

–La puerta no abre y deseo ir al baño y desayunar.

–No se preocupe, espere un momento.

Estaba impaciente cuando escuchó pasos de alguien y vio como introducían en la habitación, por debajo de la puerta una especie de pequeña canasta tejida con dos trozos de pan duro.

–¿Pero, qué es esto? ¿Qué pasa? –preguntó colérico– mientras le daba patada a la puerta.

Poco tiempo después de calmarse y pensar, se dio cuenta que era un prisionero de los hombres que lo trajeron a bordo.



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¿Cómo iba a hacer sus necesidades fisiológicas? La comida ese día era tallarines de arroz en una sopa con pequeños trozos de pescados. No se imaginaba hasta cuando duraría su cautiverio y cual sería el final. Estaba seguro que habían pedido o pedirían mucho dinero por su rescate.

La única ventilación de que disponía la habitación era una pequeña claraboya de unos 20 centímetros por donde podía ver las luces cercanas de una población.

Tenía que escapar de allí pero no tenía ni idea de cómo hacerlo.  La puerta estaba cerrada por fuera, al parecer con un pestillo. ¿Cómo llegar a él? La  claraboya muy pequeña y aunque el piso, techo y las paredes eran de madera, no podía hacer nada al no contar con ninguna herramienta.

Cuando uno de los bandidos y quiso introducirle la comida `por debajo de la puerta, la bandeja chocaba con algo. Después de batallar por hacerla introducir en la habitación, decidió abrir la puerta para lo cual tuvo que empujar muy fuerte. El cuerpo del prisionero estaba tendido en el suelo. Lo fue a halar y se vio lanzado al suelo. Tabera lo tomó por los brazos y una vez derribado le propinó gran cantidad de golpes que lo dejó inconsciente. Luego con jirones de ropa de su custodio le ató las manos y pies y le tapó la boca. Salió sigilosamente y cerró la puerta. Se deslizó suavemente por la borda para no hacer ruido y se alejó nadando de la embarcación.



Tres años después, Marina Herrnández se encontraba  acostada en una tumbona junto a la piscina de su residencia en la Costa Verde de República Dominicana cuando dos hombres se les acercaron.

        Jennefer Dubois, está detenida por el robo millonario a la compañía World Chermical and Software Company.

No lo podía creer. ¿Cómo habían podido dar con ella?

El señor Tabera, apenas llegó a tierra firme se puso en contacto con el Consulado de su país y éste a su vez con la policía de Birmania. Los delincuentes fueron arrestados y confesaron su culpabilidad en el secuestro del Empresario. Una vez verificada su identidad y regresado a Francia contrató a un famoso detective de la época al cual prometió un millón de dólares por la localización de la señorita Dubois. La INTERPOL también estaba detrás de ella. Pocos meses después, dicho detective se encontraba veraneando en el mejor hotel de Varadero, Cuba.



Autor: Pedro Celestino Fernandez Arregui