Ambición y Poder
La
vida es como una Noria, da vueltas y vueltas. Hace paradas, donde unas veces
quedas arriba y otras abajo. También, como un balancín o cachumbambé, subiendo
y bajando. Es por ello que no podemos escupir para abajo cuando estamos arriba.
Emeraldo
Tabera era un acaudalado comerciante de origen español y radicado en Francia.
Siempre acompañaba a su padre desde que era niño. A viajes de negocios,
transacciones comerciales y estudiaba en uno de los mejores colegios privados
de París. Por su inteligencia y dedicación
recibió títulos de Ciencia e informáticas y experto en economía. Al
morir su padre, el joven con veintiséis años, tomó las riendas de los negocios
heredados. Era de estatura mediana, delgado, piel morena, ojos y cabellos
negros, pero no era nada agradable su físico, sin embargo, no eran pocas las
chicas que trataban de seducirlo. Una de esas chicas se llamaba Jennefer
Dubois, directora del área comercial de la más importante fábrica de la
Corporación, situadas en la India.
–¿Qué
tal el viaje, señor Tabera? –preguntó y lo saludó efusivamente, el Director
General..
–Esos
viajes son agotadores, pero por lo demás muy bien.
Se
sentó en la silla de su interlocutor y éste se sentó frente a él, escritorio
por medio. El director de la fábrica era un indio nacido en el sur del País y
llegó a estudiar ingeniería informática en la Universidad de Kerala en Thiruvananthapuram.
Era de estatura baja, un poco grueso, cara redondeada, pelo medio canoso y usaba lentes de aumentos, que
siempre llevaba encima de la cabeza y sólo los utilizaba para leer. Usaba la
vestimenta típica de los habitantes de las grandes ciudades indias.
–Señor
Uma, como sabes, he venido para visitar con usted, los yacimientos de Tailandia.
Como me informaste, el cuarzo existente allí, es ideal para tener un
buen abastecimiento para nuestra fábrica aquí dedicada a la fabricación de
chips.
–Sí,
señor. He conversado con las autoridades de ese país y podemos ir cuando usted
lo desee.
–¡Saldremos
mañana!
El
avión de la compañía Air India debía estar sobrevolando Thailandia, sin
embargo, nada más se veía mar. Los pasajeros comenzaban a inquietarse cuando
escucharon por el audio la voz del capitán de la aeronave.
–Señores pasajeros, hemos tenido una avería en nuestro radar y no podemos
aproximarnos al aeropuerto hasta que no se resuelva el problema. Le rogamos que
tengan paciencia.
–Señor Uma, dígale a la aeromoza que
quizás usted pueda arreglar el desperfecto.
El empresario hindú se dirigió a la
aeromoza, pero antes de llegar a ella, el avión dio una vuelta completa y se
precipitaba al mar. La aeromoza le ordenó sentarse y a todos los pasajeros que
se abrocharan el cinturón y se pusieran con la cabeza entre las piernas.
El impacto contra el mar, fue terrible. El
fuselaje se partió en tres partes y fueron tragadas por el mar.
Cuando Emeraldo Tabera abrió los ojos, se
encontraba flotando gracias al salvavidas. Había tenido el tiempo exacto para
cogerlo antes del impacto y ponérselo, luego quedó con el disparador inflador
en la mano, mientras el resto de los pasajeros gritaban con su cabeza entre las
piernas. No había nadie a su alrededor y únicamente, algunos materiales
flotaban en una tarde que daba paso a la oscuridad y ocultaría los restos de la
catástrofe. No se explicaba como no se le había desprendido el salvavidas, ya
que no llegó a ponérselo correctamente
Cuando se hizo día, el señor Tabera se
encontraba dormido y se despertó al sentir el roce de su cuerpo en la arena,
abatido por las olas. Se incorporó y observó que se encontraba en una pequeña
cala. Caminó por entre las puntiagudas y afiladas rocas hasta llegar a pisar
tierra. Delante, tenía un espeso bosque. Necesitaba beber agua y pensó que
caminando paralelo a la costa encontraría la desembocadura de algún río. Cuando
había andado aproximadamente un kilómetro observó unos hombres conversando en
torno a unas cajas de madera. Se les acercó con la idea de saber el lugar que
se encontraba y pedirle agua. Los hombres al verlo fueron hacia él y lo rodearon.
Eran cuatro hombres. Por la vestimenta, pudo saber que no eran hindúes. Uno de
ellos se le acercó. Le hablaba en un idioma extraño.
–No lo entiendo –dijo en francés.
–¡Ah! Es usted francés –le preguntó en un
francés chapurreado, otro de los hombres.
–Sí, soy francés.
–¿Qué hace por aquí?
–El avión en que viaja se precipitó al
mar. Por favor, necesito agua.
–¡Si, como no! –le ofreció una garrafa con
agua que tenían junto a las cajas, después de observarlo detenidamente.
–Así que es francés. ¿En que trabajaba?
–Soy un empresario.
–¿Tiene un negocio?
–Soy el Presidente de World Chermical and
Software Company con sede en París y cuenta con fábricas y sucursales en varios
países.
–
Pues no se preocupe. Le resolveremos
volver a casa.
Mientras
Tabera bebía sorbos de agua los hombres comenzaron a hablar entre ellos.
–Cuando
venga el barco iremos hasta un puerto cercano y allí lo llevaran hasta el
aeropuerto.
–Muchas
gracias. ¿Dónde estamos?
–Estamos
en la isla de Preparis. Miren, llega el barco –dijo señalando hacia el mar.
–Una hora mas tarde, Emeraldo Tabera y dos
individuos abordaban un pequeño barco de pesca, después que lo hicieran los
otros individuos con las cajas.
Una
vez en el barco, lo llevaron a cubierta para que hablar por el radio.
–Diga quién es, saludos a su familia y que
desea volver a casa. No diga donde está porque pronto llegaremos a puerto y
entonces allí volverá a conectarse.
Después de terminar su alocución, como le
había indicado el hombre, lo condujo a una especie de cuarto bajo cubierta.
Aquí podrá descansar sin molestias. ¡Buen descanso, Monsieur!
Madeleine, había recibido a través de un
mensajero, un sobre con un pendrive y una carta. Al leer la carta y escuchar la
memoria USB llamó de inmediato a la policía.
–¿Está
segura que esa es la voz de su esposo? –preguntó el agente.
–Sí,
señor oficial. En su despacho hay muchas grabaciones de su voz, grabadas en
teleconferencias con directivos de otras fábricas y filiales.
–La cantidad que solicitan por su
liberación, es enorme., o sea, que los secuestradores saben quien es él.
¿Podría disponer de esos cinco millones en cualquier momento?
–Sí, señor. Tendría que reunir a los
directivos de la compañía y explicarles el caso.
Madeleine tomó el teléfono y le explicó al
Vicepresidente de la compañía, la actual situación de su marido y lo que pedían
los secuestradores. Al día siguiente, se autorizó a Jennefer Dubois para llevar
el dinero a los secuestradores cuando le comunicaran el lugar de intercambio.
Salió en un avión privado y según la nota de los secuestradores, esperaría
instrucciones en el Hotel Peti en Maungmagan, cerca de Dawei, importante ciudad
de Birmania. Llegó al hotel cerca de la medianoche. Después de pasar por la
Recepción se dirigió a su habitación previamente reservada. A la señorita
Dubois no le gustaba el hotel por la afluencia de nativos, pero no había sido
su decisión sino, la de los bandidos. El problema consistía en que el hotel era
económico y no contaba con los lujos a los que ella acostumbraba. Además, por
su blanca piel, ojos azules y cabellera rubia, era blanco de todas las miradas.
Ella era muy hermosa y bonito cuerpo de modelo, lo cual contrastaba enormemente
con su mal carácter. Al llegar a la habitación, dejó caer el equipaje en el
suelo con rabia. Aunque era confortable, muy limpia, amplio ventanales y otras
comodidades, para ella era indecoroso. Se acostó diciendo palabrotas y poco faltaba
para que llorara de rabia. Se despertó, tomó una ducha y pidió un Desayuno
Continental. Se sorprendió al observar lo bien elaborado y apetitoso que
estaba. La tostada estaba exquisita, croissant de mantequilla el zumo de
naranja con el ácido preferido por ella, la porciones de miel o mantequilla
cuidadosamente envuelto en una fina servilleta, azúcar, la tetera bien caliente
y todo ordenado cuidadosamente. Cuando quitó la servilleta del croissant se dio
cuenta que había una nota escrita. “Señorita Dubois: Después de cenar, un auto
del hotel la recogerá y la llevará a un lugar donde nos entregará el dinero y
su Jefe se irá con usted”
Cuando terminó de leer la nota se le
ocurrió una idea.
Tabera había dormido toda la noche. La luz
que entraba por una pequeña ventana con malla fina de acero, lo había
despertado. Iría a cubierta a asearse un poco ir al baño y desayunar. La puerta
no abría, por mucho que lo intentó, entonces comenzó a dar golpes y a
llamar. Momentos después escuchó una voz.
–¿Desea algo, señor?
–La puerta no abre y deseo ir al baño y
desayunar.
–No se preocupe, espere un momento.
Estaba impaciente cuando escuchó pasos de
alguien y vio como introducían en la habitación, por debajo de la puerta una
especie de pequeña canasta tejida con dos trozos de pan duro.
–¿Pero, qué es esto? ¿Qué pasa? –preguntó
colérico– mientras le daba patada a la puerta.
Poco tiempo después de calmarse y pensar,
se dio cuenta que era un prisionero de los hombres que lo trajeron a bordo.
0o0
¿Cómo iba a hacer sus necesidades
fisiológicas? La comida ese día era tallarines de arroz en una sopa con
pequeños trozos de pescados. No se imaginaba hasta cuando duraría su cautiverio
y cual sería el final. Estaba seguro que habían pedido o pedirían mucho dinero
por su rescate.
La única ventilación de que disponía la
habitación era una pequeña claraboya de unos 20 centímetros por donde podía ver
las luces cercanas de una población.
Tenía que escapar de allí pero no tenía ni
idea de cómo hacerlo. La puerta estaba
cerrada por fuera, al parecer con un pestillo. ¿Cómo llegar a él? La claraboya muy pequeña y aunque el piso, techo
y las paredes eran de madera, no podía hacer nada al no contar con ninguna
herramienta.
Cuando uno de los bandidos y quiso
introducirle la comida `por debajo de la puerta, la bandeja chocaba con algo.
Después de batallar por hacerla introducir en la habitación, decidió abrir la
puerta para lo cual tuvo que empujar muy fuerte. El cuerpo del prisionero
estaba tendido en el suelo. Lo fue a halar y se vio lanzado al suelo. Tabera lo
tomó por los brazos y una vez derribado le propinó gran cantidad de golpes que
lo dejó inconsciente. Luego con jirones de ropa de su custodio le ató las manos
y pies y le tapó la boca. Salió sigilosamente y cerró la puerta. Se deslizó
suavemente por la borda para no hacer ruido y se alejó nadando de la
embarcación.
Tres años después, Marina Herrnández se
encontraba acostada en una tumbona junto
a la piscina de su residencia en la Costa Verde de República Dominicana cuando
dos hombres se les acercaron.
–
Jennefer Dubois, está detenida por el robo
millonario a la compañía World Chermical and Software Company.
No lo podía creer. ¿Cómo habían podido dar
con ella?
El señor Tabera, apenas llegó a tierra
firme se puso en contacto con el Consulado de su país y éste a su vez con la
policía de Birmania. Los delincuentes fueron arrestados y confesaron su
culpabilidad en el secuestro del Empresario. Una vez verificada su identidad y
regresado a Francia contrató a un famoso detective de la época al cual prometió
un millón de dólares por la localización de la señorita Dubois. La INTERPOL
también estaba detrás de ella. Pocos meses después, dicho detective se
encontraba veraneando en el mejor hotel de Varadero, Cuba.
Autor: Pedro Celestino Fernandez Arregui