sábado, 12 de noviembre de 2022

La Pobreza de un Niño

 





La Pobreza de un Niño

 Todas las tardes se sentaba un niño en el viejo espigón de aquel pueblo olvidado. Su pantalón corto, desteñido y roto hacía una combinación perfecta con sus pies descalzos. En aquella costa donde abundaba más los vertidos contaminantes que los peces, era casi imposible capturar algo de alimento y muy fácil capturar envases plásticos y pedazos de red. Oscureciendo, regresaba a su deplorable cabaña con su morral vacío, como su estómago y como su vida. Su madre yacía en una rústica cama muy enferma. ¡Era lo único que tenía! Apenas oscurecía, caminaba unos dos kilómetros hasta llegar a una plantación de tubérculos y recogía unos cuantos para hacer un puré para ambos.

Una noche, con una hermosa Luna llena, fue sorprendido por el dueño de la tierra. No le dio tiempo a correr. Una mano lo cogió fuertemente por uno de sus bracitos delgados.

– Así que tú eres el que me roba las papas. ¿Sabes que te puedo denunciar a la policía?

– ¿Sabe usted lo que es el hambre? –le dijo el niño llorando.

– A ver. ¡Cuéntame tu historia muchacho! –le dijo soltando su brazo

– Cuando nací, mis abuelos no existían. Mi padre era pescador y salía a pescar muy lejos de la costa. Los pescados se los vendía a un señor del pueblo que le pagaba una miseria, pero lo suficiente para comer. Un día se formó de repente una horrible tormenta y más nunca supimos de él. Mi madre iba hasta el pueblo conmigo a limpiar casas, patios, hacerle compra a algunas señoras y teníamos para comer. Tenía cuatro años. Hace un año se enfermó de los pulmones y no ha podido seguir trabajando.

Mientras el señor escuchaba al niño, por su mente corría su niñez cuando se quedó solo en el Mundo con apenas nueve años. Tuvo que hacer de todo y pasó hambre y frío hasta que un buen señor se apiadó de él y lo tenía como un hijo.

– ¡Escucha! Coge todo lo que necesites. Dime dónde vives y enviaré a un médico para que vea a tu madre. Mi casa es la que queda a la salida del pueblo. Está apartada. Es la única casa blanca que está en la colina. Cuando quieras, llégate y te daré alimentos.

El niño salió corriendo para su casa.

– Mamá, ha sido un milagro. Me encontré con un señor que nos va a ayudar y nos enviará un médico para que te vea. ¡Vamos a estar bien, mamá!

No recibió respuesta y se acercó a la cama. Pudo percatarse de que su madre no necesitaba alimentos ni comida. Estuvo toda la noche llorando al lado del cuerpo inerte. Por la mañana cuando llegó el doctor, solo pudo extender el Certificado de Defunción.

El dueño de la finca lo mantuvo y le dio estudio hasta que se graduó de médico.

 

Pcfa