sábado, 20 de noviembre de 2021

El Tango de las Palomas (Poesía)


 

                                          El Tango de las Palomas


Palomita que vas a la calle

llena de ansias y de ilusión,

todos los días lo haces,

mirando al cielo  en busca de tu amor.

Todas las noches lo pasa muy triste

en un oscuro balcón.

¡Pobre palomita! Se marchita la flor.

Desde que se fue

triste, muy triste está.

No sabe nada de él, ni cuándo llegará.

Hoy ha bajado a pasear en el Bulevar

y una rosa le dice que pronto llegará.

En el cielo se ve un palomo que viene.

El corazón le late sin saber que es él.

Ha llegado el palomo, la invita a bailar

Bailan un tango de pasión,

escuchan la música

de un acordeón.

Tendrá que volar de nuevo

después de bailar,

pero ella lo esperará

sin saber que no tiene fuerzas

para soportar

las inclemencias del tiempo.

Más aún, caerá

por tener en el alma

un vendaval.

Escuchan la música

de un acordeón.

Emprende el vuelo,

le dice adiós.

La palomita llora

en su balcón.

 

Pcfa

 Foto: Pcfa

 

 

jueves, 18 de noviembre de 2021

El Patio

 

                                           


                                                      

                                               EL PATIO

El patio de la residencia de Balmaseda tenía fama en toda la ciudad. Cuando construyó el palacete quiso que estuviera fusionado un patio andaluz con elementos cubanos. Así mandó a construir una gran fuente en el centro. La fuente de unos tres metros y medios de diámetro tenía en el centro una bailarina española sobre un pedestal que imitaba a una plaza de toros. La bailarina llevaba pelo negro, largos pendientes en sus orejas, en sus manos sendas castañuelas, saya larga hasta los zapatos y en sus hombros un mantón por donde, en su borde inferior, salían finísimos hilos de agua que al caer hacían burbujas con las que jugaban los varios pequeños peces de colores que allí vivían. Alrededor de la fuente, separados por un pasillo de dos metros, cuatros bancos de roble situados equidistante, pero con uno de ellos situado frente a la bailarina. Detrás de los bancos, había hermosas rosas de todos los colores y tamaños.
El señor Balmaseda miraba pensativo a su hija sentada, en el mismo banco de siempre, leyendo poemas de José Ángel Buesa. Siempre llevaba libros con poemas de Gustavo Adolfo Bécker, Octavio Paz, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda y otros. Sabía que ante su vista tenía una obra de teatro que no reflejaba la verdad del personaje, En este caso su hija. Sabía que a pesar de sus sonrisas, en su corazón encerraba mucha tristeza. Todo comenzó en una tarde de Abril.
 
Don Gregorio Balmaseda observaba desde la ventana de su habitación, a su hija Beatriz y al estudiante de medicina Alberto Lemus. Cuando se levantaron del asiento se dieron un beso apasionado.
Cuando Beatriz entró al salón lo esperaba su padre.
– ¿Qué te crees? Una niña dejándose besar por un hombre al aire libre. Eso que has hecho no es digno de una joven de nuestra altura. Una familia que ha mantenido durante muchos años el respeto y la decencia, la moral y las buenas costumbres de lo mejor de la sociedad. –terminando de hablar, bofeteó a la joven que se marchó apresuradamente y llorando a su habitación.
Las visitas de Alberto continuaban, pero no había besos.
Dos años después, Balmaseda sufre un accidente al ser embestido por un toro y recibir heridas graves. En el hospital fue atendido por varios cirujanos y el recién graduado Dr. Alberto Lemus que le dedicó su atención y cuidados durante todos los momentos libres que tenía.
Don Gregorio Balmaseda había quedado con parálisis parcial y los médicos le aconsejaron a su hija que evitara darles disgustos porque podía agravar su estado de salud.
Dos días antes de salir del hospital, llamó al Dr. Lemus.
– Doctor, usted se ha portado muy bien conmigo y se lo agradezco en el alma. Quiero decirle que estoy de acuerdo en que usted se case con Beatriz.
– Señor, estoy muy agradecido con la distinción de agradecimiento que me hace, pero quiero decirle algo. Su hija no es un objeto, una mascota o una planta que se brinda o se regala para agradecer o felicitar. Su hija es una mujer con conciencia y criterio propio y no necesita permiso de nadie para decidir en algo y mucho menos en el amor. Hablaré con ella y le pediré que se case conmigo, pero no le diré jamás de lo que hemos hablado. Muchas gracias y le deseo una rápida recuperación.
Esa noche, Alberto Lemus visitó la residencia de los Lemus. Se sentaron en el mismo banco de siempre junto a las rosas y de frente a la bailarina española.
– Mi amor, hace tiempo nos amamos. En esta noche, frente a la fuente, bajo la Luna y con el aroma de las rosas, te pido que te cases conmigo.
– Alberto, siempre te he amado y te amo, pero no es justo casarnos en la situación que está mi padre.
– Tu padre no se recuperará nunca y nosotros tenemos na vida por delante para amarnos y cuidar de él.
– No, Alberto. No puedo hacer eso.
– Eres una chica de buenos sentimientos y buen corazón, pero no me amas. El amor es algo que no se supedita a nada, ni siquiera a la muerte, porque aunque no lo creas se sigue amando cuando desaparecemos de la vida terrenal. Siento no poder tener una vida en común contigo y solo deseo que seas feliz. Adiós, Beatriz.
El joven se marchó con su corazón destrozado y sus ojos humedecidos, mientras Beatriz mencionaba, como en un susurro su nombre, y por sus mejillas corrían las lágrimas.
 

Pcfa

 

 


El Objetivo


 

                            EL OBJETIVO

Sabía que era difícil lo que pensaba hacer, pero nada lo amedrentaría. No le importaba el duro camino a recorrer, la inclemencia del tiempo ni los obstáculos que se le aparecieran. Allí en su trinchera había dejado el fusil. Quizás lo fusilarían por desertor, pero por eso, no podía detenerse hasta alcanzar su objetivo.

Había recorrido muchos kilómetros, ocultándose de todos, apartándose de caminos y carreteras, cruzando pantanos y ríos con fuertes corrientes, calándose sus huesos de frío bajo lluvia, pero había recorrido la mitad del camino.

– ¡Alto! – Escuchó a sus espaldas y quedó helado

– ¡Identifíquese!

Dos soldados se le acercaron y revisaron su identificación. Uno de los militares era una mujer joven y el otro un señor de unos cincuenta años. Le dijeron que lo llevarían al campamento para que fuera enviado a su Unidad. Con lágrimas en los ojos pidió que le dejaran contar su historia.

– Cuando apenas tenía catorce años, me enamoré de una joven de mi edad. Éramos menores y no permitían que contrajéramos matrimonio, así que esperamos cumplir la mayoría de edad para casarnos y vino la guerra. Fui reclutado y enviado al frente. Nos escribíamos y esperábamos con ansias que esta desgracia que está ocurriendo se terminara para encontrarnos y efectuar la boda. Hace unos días, su madre me escribió contándome que ella estaba muy mal. Tiene cáncer y no va a durar mucho. No lo pensé mucho y emprendí el camino para estar con ella sus últimos días. Esta es la carta. – Le entregó una lata de picadura de tabaco– Está en el interior.

Los soldados leyeron la carta y después abrazaron al joven.

– ¡Suerte! No te hemos visto. Cumple tu objetivo.

Llegó de madrugada a la casa de su novia. Tenía los ojos cerrados y los abrió cuando él le tomó la mano. Ella sonrió y entonces el la besó suavemente. Fue el último beso y en sus labios había quedado una linda sonrisa.

 

Pcfa

miércoles, 17 de noviembre de 2021

Amor al Natural (Poesía)


 

                                Amor al Natural

 

Si nos encontramos un día

En un monte o en un llano,

Ven a mí, nos saludamos

Y llenémonos de alegría.

 

Si se encuentran nuestras miradas

Y se recrean contemplándose,

No te preocupes es por los Dioses

¡Siempre haciendo trastadas!

 

Si nos fundimos en un abrazo

De esos que nos hacen vivir,

No temas mis latidos sentir

Y quédate en mi regazo.

 

Y sin querer nos damos un beso

Guiados por la inconciencia,

No tengas ninguna vergüenza

Porque el amor, es todo eso.

 

Autor: Pedro Celestino Fernandez Arregui

 

 

 

 

 

 

 

 

Amistad


 

                                                         AMISTAD

 

Aquel día llovía torrencialmente y el agua, como una bestia bravía, se salía de su cauce en aquel arroyo arrastrando ramas, troncos y todo lo que podía.

Molombo estaba nervioso. El agua comenzaba a llegar a la aldea y algunos vecinos se apresuraban en recoger sus pocas pertenencias envueltas en sábanas y marcharse a lugares altos.

En eso, un animalito desesperadamente trataba de no ser arrastrado por la corriente y Molombo sin pensarlo dos veces y luchando contra la corriente, logró rescatarlo y llevarlo consigo, fuera de la aldea. Se trataba de un cachorro de Onza con pocos días de nacido. Lo abrigó como pudo, le dio leche de cabra y lo llevó a la aldea una vez el peligro hubo pasado. Todos adoraban al pequeño Kalu, nombre que le pusieron.

Un día, todos notaron la ausencia de Kalu. ¡Había desaparecido! Era normal, los animales salvajes necesitan la selva como el hombre necesita amor.

Una noche, todos sintieron miedo cuando vieron los ojos brillantes de dos felinos en el medio de la aldea. Molombo se levantó y su corazón le decía que uno de ellos tenía que ser Kalu y se fue acercando lentamente. Uno de los felinos fue a su encuentro y le puso sus patas delanteras en el pecho. Mientras las rudas manos de Molombo acariciaban su cabeza. Luego se marchó con su compañera.

Los aldeanos que habían presenciado todo, salieron de sus chozas y rodearon a Molombo, contentos, llenos de alegría.

Los meses transcurrieron alternándose los periodos de lluvias y de secas. Molombo y dos amigos fueron al río a pescar. La sequía había diezmado la alimentación de los animales y estos eran mas peligrosos que nunca. Estando entretenidos en la labor, un leon hambriento atacó sorpresivamente a los hombres indefensos. Con una larga vara Molombo comenzó a golpear al felino que se puso muy feroz contra él, mientras los otros tuvieron la oportunidad de escapar. Las garras y los grandes colmillos del leon perforaban su cuerpo y le hacían daño, hasta que perdió el conocimiento.

Los aldeanos en su mayoría, alertados por los dos pescadores y armados con flechas y lanzas fueron a defender a Molombo, pero al llegar al lugar, no estaba su cuerpo. Fueron momentos muy tristes para la aldea. Esa noche los tambores sonaban aclamando a los Dioses por la entrada del desaparecido al Reino de los cielos.

Seis meses después, casi al ponerse el Sol un hombre cojeando y apoyado en una vara se acercaba a la aldea. ¡No se lo podían creer! ¡Era Molombo!

Según me contaron cuando recobró el conocimiento, tenía a su lado a Kalu y el cadáver de otra Onza. Las dos al parecer, habían logrado ahuyentar a los leones. El felino le traía alimentos y le pasaba su lengua por las heridas.

Dicen que esa noche reinó la alegría en la aldea y bailaron hasta el amanecer, pero solo bebieron café, el néctar negro que adoraban los Dioses.

 

 

Pcfa

 

 

 

 

 

martes, 16 de noviembre de 2021

Absuelto por Falta de Pruebas


 

                    ABSUELTO POR FALTA DE PRUEBAS

José recordaba cuando su padre le dijo que nunca permitiera que nadie lo ofendiera y luego limpió el cuchillo ensangrentado mientras de una patada tiraba el cadáver a un canal.

– ¿Qué tal María?

– ¡Escucha José! Eres una mierda. Le comentaste a Paco que tuve un desliz contigo. Eso no lo hace un hombre. Asqueroso y cerdo que eres –terminando de hablar le dio una bofetada en el rostro y se marchó colérica.

Esa noche, María cerró el bar y se dirigió a su casa. Las calles estaban desiertas y en penumbras. Se le aceró un auto en sentido contrario, la puerta del conductor se abrió y un golpe hizo que el cuerpo de la mujer cayera al suelo. El hombre la arrastró y la introdujo en el coche.

 

– Buenos días. ¿Es usted José Alcántara? Por favor acompáñame a la Unidad. Está usted detenido por ser el principal sospechoso de la desaparición de María Azola.

En la Unidad Policial el Investigador se sienta frente a José.

– ¿Usted discutió con la señora María Azola?

– En realidad, no discutí. Ella vino y me dijo muchas cosas feas. Me dio una bofetada y se marchó.

– ¿Por qué le dijo cosas feas y le pegó?

– Porque dijo que yo había hablado mal de ella y no es verdad.

– ¿Dónde estuvo anoche después de las once y media?

– En mi casa. Estuve viendo una película y cuando se terminó, me acosté.

– Tenemos una Orden de Registro para su casa y para su establecimiento.

La policía hizo un registro exhaustivo en su casa y el local donde vendía souvenir, pero no encontró nada.

– Está usted en libertad por falta de pruebas, señor Alcántara.

 

– José hace muchos años que te vendí el apartamento y llevo demasiado tiempo pidiendo que cambie los papeles que aún están a mi nombre. Pensé que eras un hombre de palabra, pero veo que te limpias con las palabras. Eres muy sucio.

– Se me había olvidado que estaba todo arreglado. Cuando cierre el local te llevaré los papeles.

Juana Ripoll sintió el timbre de la puerta y se imaginó que era José que venía a traer los papeles. Abrió la puerta y un fuerte golpe la derribó.

 

– José Alcántara usted conocía a la señora Juana Ripoll, pues le compró un apartamento. Es usted el principal sospechoso de su desaparición.

– Sí, Oficial.

– ¿Tenía usted algún problema con la señora Ripoll?

– No, no, teníamos problemas.

– Según su familia, estaba molesta con usted porque no cambiaba la titularidad de algunos servicios.

– Sí, es cierto, pero eso no quiere decir que hubiera problemas entre nosotros. Es que soy muy olvidadizo y siempre dejaba para otro día y así fue pasando el tiempo.

– ¿Dónde estuvo usted anoche?

– Aquí en mi tienda hasta las diez que cerré y de ahí para la casa.

– Hace años usted fue sospechoso de la desaparición de María Azola.

– Eso no tiene nada que ver o es que me están acosando.

– Registraremos sus propiedades.

 

– Lo soltaremos por falta de pruebas, señor Fiscal.

 

José llegó a su casa. Abrió una cerveza y se puso frente a un ventilador. Hacía mucho calor. Fijó su vista en la chimenea y sonrió. ¡Las dos Marías! ¿Tienen calor allá abajo? Policías idiotas, no saben nada. Con solo levantar la bandeja de las cenizas hubieran descubierto la entrada del zulo. ¿Cómo se les ocurrió ofenderme? Ahora me río de ustedes mientras tomo una cerveza y sin pruebas en mi contra. Se reía a carcajadas mientras iba por otra cerveza.

 

                                       FIN

 

Pcfa

 

(Relato de ficción basado en un caso real sin resolver).

 

 

 

 

lunes, 15 de noviembre de 2021

Oscura Historia


 

OSCURA HISTORIA

Como todos los días, a las siete de la noche,  Edgardo Abreu llegaba al bar La Estrella, situado en una calle céntrica de la ciudad. Se sentó en la barra y pidió un Whisky barato con hielo. En el bar estaban sentados en dos mesas, cuatro personas. Abreu no se interesó por ninguno de los clientes del bar. Bebería varias copas de whisky hasta sentirse “bien” y se iría para la casa. No soportaba por mucho tiempo la música alta que se escuchaba por los altavoces.

– Señor, ¿Le pongo otra copa? –le preguntó el camarero a Edgardo que se encontraba  recostado al mostrador, como si estuviera dormido y con la copa vacía en una mano.

– Señor, ¿Me escucha? –repitió de nuevo el camarero y lo movió por el hombro.

Edgardo cayó al suelo. Estaba muerto con una herida de bala en la espalda a la altura de la parte superior del pulmón izquierdo.

La policía llegó de inmediato, revisó el cuerpo tomó declaración y los datos personales de cada uno de los presentes. Nadie se había movido de sus asientos desde que llegó la víctima y el camarero no había salido de la barra. Tampoco no había entrado nadie y las ventanas estaban cerradas porque el local tenía aire acondicionado. Ninguno portaba arma. ¿Cómo lo asesinaron? Se preguntaba el Inspector Pelly.

Ninguno de los presentes en el bar podían salir de la ciudad y tenían que estar localizados, mientras el Inspector buscaba información de ellos y esperaba el resultado de la autopsia. También buscó información sobre Edgardo Abreu.

El occiso tenía 52 años, natural de esa ciudad y vivía en un barrio del sur. Arrestado y condenado por una muerte imprudente. Cuando tenía 18 años tuvo una discusión con un compañero del Instituto que se convirtió en una pelea en la que su adversario cayó sobre un trozo de hierro puntiagudo, causándole la muerte. Fue condenado a 20 años. Al salir se mudó a dos calles del bar. Trabajaba de custodio en un almacén.

El camarero, 25 años, natural de la ciudad, nunca había tenido problemas, vivía desde niño en el mismo barrio.   

De los clientes, dos tenían antecedentes penales por robos menores y los otros dos estaban “limpios” Los cuatros vivían cerca del bar, pero uno de ellos, el que estaba sentado solo en una mesa, vivió en el mismo barrio donde vivió Abreu.

El informe de la autopsia decía que Edgardo Abreu había muerto de una hemorragia interna pulmonar provocado por una herida de bala. Balística informaba que se trataba de una pistola calibre 38 disparado a una distancia de un metro aproximadamente y la trayectoria indicaba que había sido disparada desde atrás y un poco a su derecha.

Las investigaciones del equipo del inspector se centraron en los dos hombres con antecedentes penales. Sin embargo no había nada que los vinculara con la víctima. De pronto, la investigación dio un giro cuando Pelly descubrió que había alguien que tenía motivos para asesinar al señor Abreu. Además, ordenó un registro exhaustivo del Bar pues la pistola tenía que estar escondida allí.

El arma fue encontrada dentro del tanque de la taza del inodoro. Se encontraron huellas digitales y el proyectil extraído del cuerpo de la víctima coincidía con el arma encontrada.

El Inspector reunió a los presentes, en el momento del asesinato y los interrogó por separados. Luego les pidió que se sentaran en la misma posición en que estaban todos.

– Ustedes tres, estaban hablando de una fiesta a la que habían asistido y ninguno se levantó de la mesa desde el momento en que llegó la víctima –dijo dirigiéndose a los que estaban sentados en una de las mesas.

– Usted, señor Cobos, estabas leyendo el periódico. Sabemos que usted lee hasta la publicidad, según nos ha informado. Tampoco se levantó de la mesa –esta vez sus palabras iban dirigidas al que estaba sentado solo en otra mesa.

– Marcos, nos ha dicho que usted conversaba con el señor Abreu, pero nos omitió que había ido al baño. ¿No es así?

– Es normal. Cuando no tengo mucho trabajo reviso el baño por si falta papel higiénico, gel o si está limpio.

– Es normal, pero en esta ocasión usted fue por otra cosa. Para  esconder el arma con la que había cometido el asesinato.

– ¡Eso es absurdo! No tenía motivos para hacerlo.

– Eso creímos. Investigando supimos que usted fue adoptado con seis meses de haber nacido. Su padre, un joven de 19 años resultó muerto en una pelea. Su madre, ante el dolor y la incertidumbre de desamparo con un bebé, decidió darlo en adopción y después se suicidó. Usted no sabía esa historia y siempre creyó que sus padres eran los que lo habían adoptado mientras fue pequeño. Un día, su cliente, borracho como una uva se lo confesó sin saber que usted era hijo del compañero fallecido. Por varias conversaciones que había escuchado entre sus padres sabía lo de la adopción y comenzaste a averiguar hasta que pudiste comprobar que el culpable de la muerte de tus padres venía todas las noches a beber a tu bar. Esa noche cogiste la pistola y al pasar por su lado, le disparaste. Seguiste para el baño donde la escondiste.

– Nadie escuchó ningún disparo. Puedes preguntarle.

– Nadie escuchó el disparo por tres razones. Primero, estaban entretenidos. Segundo, ese día usted tenía el volumen del equipo de audio más alto que nunca y tercero, la pistola tiene un silenciador acoplado y un paño para recoger el casquillo. A esto hay que agregarle que disparaste a través del interior de un rollo de papel higiénico apoyado en su espalda. Marcos Gutiérrez, queda usted detenido por el asesinato de Edgardo Abreu.

 

Pcfa