OSCURA
HISTORIA
Como todos los días, a las siete de la
noche, Edgardo Abreu llegaba al bar La
Estrella, situado en una calle céntrica de la ciudad. Se sentó en la barra y
pidió un Whisky barato con hielo. En el bar estaban sentados en dos mesas,
cuatro personas. Abreu no se interesó por ninguno de los clientes del bar. Bebería
varias copas de whisky hasta sentirse “bien” y se iría para la casa. No
soportaba por mucho tiempo la música alta que se escuchaba por los altavoces.
– Señor, ¿Le pongo otra copa? –le
preguntó el camarero a Edgardo que se encontraba recostado al mostrador, como si estuviera
dormido y con la copa vacía en una mano.
– Señor, ¿Me escucha? –repitió de
nuevo el camarero y lo movió por el hombro.
Edgardo cayó al suelo. Estaba muerto con
una herida de bala en la espalda a la altura de la parte superior del pulmón
izquierdo.
La policía llegó de inmediato, revisó el
cuerpo tomó declaración y los datos personales de cada uno de los presentes.
Nadie se había movido de sus asientos desde que llegó la víctima y el camarero
no había salido de la barra. Tampoco no había entrado nadie y las ventanas estaban
cerradas porque el local tenía aire acondicionado. Ninguno portaba arma. ¿Cómo
lo asesinaron? Se preguntaba el Inspector Pelly.
Ninguno de los presentes en el bar podían
salir de la ciudad y tenían que estar localizados, mientras el Inspector buscaba
información de ellos y esperaba el resultado de la autopsia. También buscó
información sobre Edgardo Abreu.
El occiso tenía 52 años, natural de esa
ciudad y vivía en un barrio del sur. Arrestado y condenado por una muerte
imprudente. Cuando tenía 18 años tuvo una discusión con un compañero del
Instituto que se convirtió en una pelea en la que su adversario cayó sobre un
trozo de hierro puntiagudo, causándole la muerte. Fue condenado a 20 años. Al
salir se mudó a dos calles del bar. Trabajaba de custodio en un almacén.
El camarero, 25 años, natural de la
ciudad, nunca había tenido problemas, vivía desde niño en el mismo barrio.
De los clientes, dos tenían antecedentes
penales por robos menores y los otros dos estaban “limpios” Los cuatros vivían
cerca del bar, pero uno de ellos, el que estaba sentado solo en una mesa, vivió
en el mismo barrio donde vivió Abreu.
El
informe de la autopsia decía que Edgardo Abreu había muerto de una hemorragia
interna pulmonar provocado por una herida de bala. Balística informaba que se
trataba de una pistola calibre 38 disparado a una distancia de un metro
aproximadamente y la trayectoria indicaba que había sido disparada desde atrás
y un poco a su derecha.
Las
investigaciones del equipo del inspector se centraron en los dos hombres con
antecedentes penales. Sin embargo no había nada que los vinculara con la
víctima. De pronto, la investigación dio un giro cuando Pelly descubrió que
había alguien que tenía motivos para asesinar al señor Abreu. Además, ordenó un
registro exhaustivo del Bar pues la pistola tenía que estar escondida allí.
El
arma fue encontrada dentro del tanque de la taza del inodoro. Se encontraron
huellas digitales y el proyectil extraído del cuerpo de la víctima coincidía
con el arma encontrada.
El
Inspector reunió a los presentes, en el momento del asesinato y los interrogó
por separados. Luego les pidió que se sentaran en la misma posición en que
estaban todos.
– Ustedes
tres, estaban hablando de una fiesta a la que habían asistido y ninguno se levantó
de la mesa desde el momento en que llegó la víctima –dijo dirigiéndose a los
que estaban sentados en una de las mesas.
– Usted,
señor Cobos, estabas leyendo el periódico. Sabemos que usted lee hasta la
publicidad, según nos ha informado. Tampoco se levantó de la mesa –esta vez sus
palabras iban dirigidas al que estaba sentado solo en otra mesa.
– Marcos,
nos ha dicho que usted conversaba con el señor Abreu, pero nos omitió que había
ido al baño. ¿No es así?
– Es
normal. Cuando no tengo mucho trabajo reviso el baño por si falta papel
higiénico, gel o si está limpio.
– Es
normal, pero en esta ocasión usted fue por otra cosa. Para esconder el arma con la que había cometido el
asesinato.
– ¡Eso
es absurdo! No tenía motivos para hacerlo.
– Eso creímos. Investigando supimos
que usted fue adoptado con seis meses de haber nacido. Su padre, un joven de 19
años resultó muerto en una pelea. Su madre, ante el dolor y la incertidumbre de
desamparo con un bebé, decidió darlo en adopción y después se suicidó. Usted no
sabía esa historia y siempre creyó que sus padres eran los que lo habían
adoptado mientras fue pequeño. Un día, su cliente, borracho como una uva se lo
confesó sin saber que usted era hijo del compañero fallecido. Por varias
conversaciones que había escuchado entre sus padres sabía lo de la adopción y
comenzaste a averiguar hasta que pudiste comprobar que el culpable de la muerte
de tus padres venía todas las noches a beber a tu bar. Esa noche cogiste la
pistola y al pasar por su lado, le disparaste. Seguiste para el baño donde la
escondiste.
– Nadie escuchó ningún disparo.
Puedes preguntarle.
– Nadie
escuchó el disparo por tres razones. Primero, estaban entretenidos. Segundo,
ese día usted tenía el volumen del equipo de audio más alto que nunca y
tercero, la pistola tiene un silenciador acoplado y un paño para recoger el
casquillo. A esto hay que agregarle que disparaste a través del interior de un
rollo de papel higiénico apoyado en su espalda. Marcos Gutiérrez, queda usted
detenido por el asesinato de Edgardo Abreu.
Pcfa