jueves, 11 de enero de 2018

Arturo y la Guásima











                                                Arturo y la Guásima

 Cada vez que paso junto a la mata de guásima me recuerdo de Arturito porque ese era su árbol favorito. Si querías hablar con él o invitarlo a jugar, tenías que ir a la guásima. Me decía que, sentado en una rama, hacia los deberes de la escuela, escribía carticas a una niña de la zona o se ponía a contemplar como los zorzales daban de comer a sus pichones. También lo observé varias veces como dos o tres vacas se ponían a la sombra de la guásima y le pasaba cariñosamente la mano y no sé pero me parecía que los animales le sonreían como un bebé a su madre cuando.
   Siempre andaba con un peine en el bolsillo y cada cierto tiempo se lo pasaba por el cabello hasta tal punto que algunos niños en lugar de decirle Arturo Despaigne, le decían Arturo el del peine. No era sociable sin embargo sufría cuando el maestro castigaba a un compañero y si alguien se daba un golpe, era el primero en acudir ayudarlo.

Decían que era raro pero no lo creo. Pienso que era distinto por ser tan inteligente y obtener buenas calificaciones en los exámenes, por amar a los animales, a la Naturaleza, por ser tan cariñoso con todos pero sobre todo con sus padres y sus abuelos. Hablaba de sus abuelos como si fueran Dioses. Decía que su abuelo le había dicho que las guásimas tienen muchas propiedades como que era buenísima para la diabetes, las hemorroides, la fiebre y muchas cosas. Desconocía esas propiedades pero sí ví a mi madre coger cortezas y hervirlas para hacer champú.

 Se sentaba en las piernas de su abuela y le hacía cuentos al tiempo que le acariciaba el rostro.

 Hace unos meses se fueron a vivir a otro país. Debe estar muy triste porque dice mi padre que donde vive ahora no hay guásima. Trataré de enviarle una foto de su guásima preferida.