EL SUMICIU
Hace muchos años fui a visitar un pariente
lejano que vivía al sur del Principiado de Asturias, cerca de la provincia de
León en la Comunidad autónoma de León-Castilla la Mancha. Habíamos salido de
Madrid y pasado por Valdevimbre, al sur de la provincia de León, Asturias. Quería
conocer las famosas bodegas que forman innumerables montículos de tierra que
recuerdan, en cierto modo, la vivienda de los teletubbies, el programa
producido por la BBC y dirigido a los niños, la ciudad de León con sus iglesias
y catedrales, principalmente la catedral de León, de estilo gótico, que data
del siglo XIII y destaca por sus torres y arbotantes y la basílica románica de
San Isidoro, del siglo X, muy conocida por sus frescos y tumbas reales.
De León fuimos hasta Caín donde los
senderistas inician la famosa Ruta de Cares, la mas importante de los Picos de
Europa. Luego, por carretera llegamos a Cangas de Onis, capital del Reino de
Asturias hasta el año 774. Fue en esta ciudad donde el Rey Don Pelayo emprendió
acciones contra el norte de España como único foco de resistencia y en el año
722 fue vencedor en la famosa Batalla de Covadonga donde venció a las fuerzas
musulmanas.
En este consejo vivía mi primo al que no
veía desde que éramos pequeños. Vivía en el campo porque había sido su pasión
de toda la vida. Cuidar de los animales, sobre todos las vacas y los cerdos.
También le encantaba el frio y era feliz cuando aquellos campos se cubrían de
nieve.
Llegamos al mediodía. Nos dimos la mano,
los abrazos y entre sidra y sidra comenzamos a recordar nuestra niñez allá en
el caribe. Nos enseñó nuestra habitación y luego de acomodar un poco las cosas
me invitó a recorrer los verdes prados mientras mi esposa se quedó charlando
con la suya. Me brindó manzanas y peras arrancadas de sus respectivos árboles
frutales.
Llegamos casi a la hora de cenar y muy
cansados, al menos yo que no me bajo del coche ni para recorrer cien metros.
Nos duchamos y cuando salimos del dormitorio, la mesa se encontraba lista para cenar.
Lo primero, un pastel de cabracho seguido de una fuente con un potaje preparado
con las exquisitas fabadas asturianas.
Luego unos exquisitos cachopos. Todo acompañado con buenos embutidos, ensaladas
y la buena sidra. Para terminar una exquisita Tarta de la Abuela asturiana.
Esa noche dormimos como si nos hubieran
dado somníferos y nos levantamos tarde. Lo primero que hago al vestirme es
ponerme el reloj, pero en esta ocasión lo dejé para último pues no lo veía y no
lo vi. ¡El reloj había desaparecido! Lo comenté con mi mujer y ésta me dijo que
no encontraba sus pendientes que se los había quitado para limpiarlos. Me
extrañó enormemente y no podía pensar en el pariente porque su honradez era su
distintivo desde siempre.
Cuando nos sentamos a desayunar comenté la
desaparición de las prendas. Se rio y movió la cabeza a ambos lados.
–Esto ye cosa del Sumiciu –me dijo
riéndose.
–¿Qué dices? ¿Quién es ése?
–Es como un duende que hace desaparecer
las cosas.
–¿Y tú crees en eso? ¿Lo has visto?
–¡Es invisible!
–¡Escucha, primo! Sabes que allá teníamos
el Güije y nosotros le teníamos terror pero supimos que era una leyenda.
–Sí, pero nunca se supo que le hiciera
nada a los niños, pero este duende si hace desaparecer las cosas y tú mismo as
sufrido su mal proceder.
No quise discutir más con él y no hablamos
en todo el día del asunto. Nos acostamos tarde, pero yo no tenía sueño. Pasada
la media noche escuché un ligero ruido. Puse atención y sentí como que alguien
abría la maleta. Con cuidado pude coger el móvil y encender la linterna del
mismo. Me quedé tieso. Mi corbata insignia, la que mas me gustaba y usaba,
flotaba a unos treinta centímetros del suelo y como si volara salió de la
habitación y yo tras ella. Subió la escalera y entró en el desván. Cuando entré
no vi la corbata. Encendí la luz y tampoco. No estaba la corbata.
Al día siguiente le dije lo sucedido al
primo y éste de nuevo con la misma risa me dijo lo mismo.
–El Sumiciu tiene otro “atributo”. Es
capaz de hacer mal a las personas. Por eso te aconsejo dejar esos objetos por
perdidos y ni mencionarlo.
Ese mismo día hicimos las maletas y nos fuimos.
Allá dejamos a mi primo viviendo en paz con el Sumiciu.
Pedro Celestino Fernández Arregui.
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