viernes, 12 de julio de 2019

El Sumiciu


        
                                             EL SUMICIU

 Hace muchos años fui a visitar un pariente lejano que vivía al sur del Principiado de Asturias, cerca de la provincia de León en la Comunidad autónoma de León-Castilla la Mancha. Habíamos salido de Madrid y pasado por Valdevimbre, al sur de la provincia de León, Asturias. Quería conocer las famosas bodegas que forman innumerables montículos de tierra que recuerdan, en cierto modo, la vivienda de los teletubbies, el programa producido por la BBC y dirigido a los niños, la ciudad de León con sus iglesias y catedrales, principalmente la catedral de León, de estilo gótico, que data del siglo XIII y destaca por sus torres y arbotantes y la basílica románica de San Isidoro, del siglo X, muy conocida por sus frescos y tumbas reales.
De León fuimos hasta Caín donde los senderistas inician la famosa Ruta de Cares, la mas importante de los Picos de Europa. Luego, por carretera llegamos a Cangas de Onis, capital del Reino de Asturias hasta el año 774. Fue en esta ciudad donde el Rey Don Pelayo emprendió acciones contra el norte de España como único foco de resistencia y en el año 722 fue vencedor en la famosa Batalla de Covadonga donde venció a las fuerzas musulmanas.
En este consejo vivía mi primo al que no veía desde que éramos pequeños. Vivía en el campo porque había sido su pasión de toda la vida. Cuidar de los animales, sobre todos las vacas y los cerdos. También le encantaba el frio y era feliz cuando aquellos campos se cubrían de nieve.
Llegamos al mediodía. Nos dimos la mano, los abrazos y entre sidra y sidra comenzamos a recordar nuestra niñez allá en el caribe. Nos enseñó nuestra habitación y luego de acomodar un poco las cosas me invitó a recorrer los verdes prados mientras mi esposa se quedó charlando con la suya. Me brindó manzanas y peras arrancadas de sus respectivos árboles frutales.
Llegamos casi a la hora de cenar y muy cansados, al menos yo que no me bajo del coche ni para recorrer cien metros. Nos duchamos y cuando salimos del dormitorio, la mesa se encontraba lista para cenar. Lo primero, un pastel de cabracho seguido de una fuente con un potaje preparado con  las exquisitas fabadas asturianas. Luego unos exquisitos cachopos. Todo acompañado con buenos embutidos, ensaladas y la buena sidra. Para terminar una exquisita Tarta de la Abuela asturiana.
Esa noche dormimos como si nos hubieran dado somníferos y nos levantamos tarde. Lo primero que hago al vestirme es ponerme el reloj, pero en esta ocasión lo dejé para último pues no lo veía y no lo vi. ¡El reloj había desaparecido! Lo comenté con mi mujer y ésta me dijo que no encontraba sus pendientes que se los había quitado para limpiarlos. Me extrañó enormemente y no podía pensar en el pariente porque su honradez era su distintivo desde siempre.
Cuando nos sentamos a desayunar comenté la desaparición de las prendas. Se rio y movió la cabeza a ambos lados.
–­Esto ye cosa del Sumiciu –me dijo riéndose.
–¿Qué dices? ¿Quién es ése?
–Es como un duende que hace desaparecer las cosas.
–¿Y tú crees en eso? ¿Lo has visto?
–¡Es invisible!
–¡Escucha, primo! Sabes que allá teníamos el Güije y nosotros le teníamos terror pero supimos que era una leyenda.
–Sí, pero nunca se supo que le hiciera nada a los niños, pero este duende si hace desaparecer las cosas y tú mismo as sufrido su mal proceder.
No quise discutir más con él y no hablamos en todo el día del asunto. Nos acostamos tarde, pero yo no tenía sueño. Pasada la media noche escuché un ligero ruido. Puse atención y sentí como que alguien abría la maleta. Con cuidado pude coger el móvil y encender la linterna del mismo. Me quedé tieso. Mi corbata insignia, la que mas me gustaba y usaba, flotaba a unos treinta centímetros del suelo y como si volara salió de la habitación y yo tras ella. Subió la escalera y entró en el desván. Cuando entré no vi la corbata. Encendí la luz y tampoco. No estaba la corbata.
Al día siguiente le dije lo sucedido al primo y éste de nuevo con la misma risa me dijo lo mismo.
–El Sumiciu tiene otro “atributo”. Es capaz de hacer mal a las personas. Por eso te aconsejo dejar esos objetos por perdidos y ni mencionarlo.
Ese mismo día hicimos las maletas y nos fuimos. Allá dejamos a mi primo viviendo en paz con el Sumiciu.

Pedro Celestino Fernández Arregui.



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