lunes, 16 de septiembre de 2019

El Cazador de Nubes




                                       El Cazador de Nubes
                                        (Cuento para niños)



En una pequeña aldea perdida entre las montañas vivía Soplido, al que llegaron a llamarle  el Cazador de Nubes. ¿Por qué le decían así? Les contaré la historia.

Soplido desde que se levantaba se iba a jugar con los niños. No tiene nada extraño, pero tenía quince años y alto como un ciprés. Sobresalía por encima de las cabecitas  y a todos les hacía recordar a Gulliver en el país de los enanos. Los niños se divertían con él por las acrobacias que hacía y la sonrisa contagiosa que siempre permanecía en su rostro. Si un niño estaba triste, conversaba con él, le hacía un cuento y enseguida se ponía a jugar. Si alguno se caía, corría a socorrerlo, lo animaba con palabras dulces y si sufría algún pequeño corte o raspadura, le ponía yodo y una vendita si lo necesitaba. Y es que el joven siempre llevaba una mochila con agua, chuches y un botiquín de primeros auxilios.

Un día cuando Soplido fue a visitar a un familiar a otra aldea, observó como un niño, con su rostro compungido, se encontraba debajo de un árbol con una libreta y un lápiz, observando el cielo. Se le acercó y le preguntó muy dulcemente si podía ayudarlo en algo.

–Es que siempre miro las figuras que forman las nubes y las pinto en mi libreta, pero hace días que no hay ninguna que me muestre ositos, conejitos, caballos, barcos y no tengo que dibujar.

–¡No te preocupes!–le dijo dándole una palmadita en su pequeña espalda.

Fue ese encuentro que lo hizo pensar en hacer algo para complacer al niño porque, como dijo un gran pensador llamado José Martí, “Los niños nacen para ser felices”.

Construyó una especie de andamio con jaulas de distintos tamaños que iban sujetas a su cuerpo y tomó una caña larga a la cual ató, en uno de sus extremos, una especie de malla en forma de embudos y así comenzó a andar en busca de nubes. Escogía a aquellas que tenían formas de animales o cosas hasta llenar todas las jaulas.

Al primero que le obsequió dos nubes fue al niño que había encontrado debajo del árbol y luego, al llegar a su aldea, llamó a todos los niños y le fue dando una  nube a cada uno. Los niños estaban contentos de poder jugar con las nubes, pero con el tiempo se deshacían y solo dejaban pequeños charcos de agua. Cuando no quedaba ninguna le pedían a Soplido que por favor fuera a cazar más y él, muy alegre, cumplía el deseo de los niños.

Dicen unos campesinos que un día se formó una nube grande y negra. Y que de esa nube bajó un tentáculo hacia donde estaba Soplido y como si fuera un brazo, lo levantó con jaula y todo hasta desaparecer en su interior.

Desde entonces nunca más ha existido un cazador de nubes, sin embargo, generaciones tras generaciones, los niños tienen la esperanza de que un día la nube negra lo devuelva.





Autor: Pedro Celestino Fernández Arregui

Imagen: Pintura de Marcin Kolpanowicz . Título de la pintura: El Cazador de Nubes