A LA SOMBRA DE UN TEJO
Ayalga
vivía en un asentamiento astur cerca de lo que hoy es Calunga. Era el último
asentamiento, pues cambiaban de lugar debido a su guerra de guerrillas contra
las tropas romanas. Al parecer, los romanos no pretendían llegar hasta allí,
pero ante la imposibilidad de conquistar Asturias completa, Roma decidió enviar
a su mejor estratega, Marco Vipsanio Augusto.
La
joven astur le gustaba pasear cabalgando en su asturcon, que consideraba su
amigo y además se entrenaba para las batallas contra los enemigos. Uno de los
lugares visitados era lo que hoy se conoce como el mirador de Fitus. Se bajaba
del caballo y se ponía a contemplar el hermoso paisaje con sus verdores y
contrastes de colores. Desde allí podía contemplar el mar, las montañas, los
bosques y por el sur, en ocasiones, hasta lo que hoy es León. Ese día, algo la
sorprendió. Gran cantidad de soldados desembarcaban en lo que hoy se conoce
como playa Beciella. Se montó en su caballo y fue a dar la noticia a su pueblo.
Enseguida se convocó al Consejo Abierto para planificar las acciones a tomar
contra los invasores. Lo que ellos no sabían que gran cantidad de romanos se
acercaban por el sur.
Marcos
era un joven romano que había ingresado al ejército de Augusto como tanto
jóvenes en busca de aventuras y dinero. Su jefe inmediato le ordenó que junto
con otros soldados fueran en busca de asturcones para poder avanzar fácilmente
por entre las escarpadas montañas. Al mediodía habían reunidos una docena y
entonces antes de regresar, Marcos decidió darse un chapuzón en un arroyo
cercano. Cuando salió del agua se percató de que una hermosa mujer lo miraba.
Le sonrió y ella sonrió, pero cuando quiso acercarse, la chica huyó. No le
contó a nadie sobre el encuentro.
A
la jornada siguiente el joven militar repitió la acción y otra vez la chica lo
observaba. En esta ocasión, ella permitió que se le acercara, pero volvió a
huir cuando estaba a pocos metros. Tenía que hablar con ella pues había
recibido un flechazo de amor. Estaba dispuesto a todo por conquistar su
corazón.
Después
de varios días sin verla, se encontraron de pronto, frente a frente. Ella había
salido de detrás de una gran roca. Se dijeron sus nombres, sonrieron, las
miradas eran parte de una conversación silenciosa. Para ellos, solo existían
ellos. Quedaron en verse al día siguiente y al otro y así todos los días. El
amor entre ellos se solidificaba y era más intenso. Se amaban como nunca habían
amado ninguno de los dos.
Le
contó a su amigo íntimo el amor que sentía por una astur y el amigo se lo contó
a su jefe y este a su vez a Agrippa.
Un
día, él la acompañó hasta cerca del asentamiento cuando vieron como una gran
cantidad de soldados romanos combatían contra el pueblo de la chica y ante sus
ojos veían derramar la sangre de ambos lados.
Se
retiraron al bosque de Sebes. Ninguno de los dos iban a renunciar al amor que
sentían e hicieron un juramento de seguir juntos hasta mas allá de la muerte.
Una
patrulla del ejército romano descubren debajo de un frondoso tejo, los cuerpos
sin vida de Ayalga y Marcos. Estaban abrazados, como si durmieran y nadie se
explicaba lo ocurrido. Tampoco prestaron atención a los residuos de semillas y
hojas en sus bocas y tampoco conocían el poder venenoso del tejo.
Pcfa