sábado, 6 de octubre de 2018

Don Quijote





                                                Don Quijote
                    ─ ¿Has visto, Sancho? Cada día hay menos gigantes.

                    ─No se fíe mi señor. Sucede que han cambiado de forma.
                    ─ ¿Qué dices?
                   ─Ahora no vienen con brazos largos. Los gigantes te estrangulan o te matan de hambre.
                   ─ ¿Dónde están, Sancho?
                   ─Se encuentran por todas partes y adoptan múltiples formas. No tienen colores, no               tienen un lugar donde vivir. Viven en todas partes pero son invisibles.
                  ─ Es igual. Blandiré mi espada y correrán asustados. La razón y la verdad nos               acompañan  y todos juntos, venceremos a los gigantes.
                ─ ¡Hay señor! Es muy triste ver el rápido deterioro de su salud.
pcfa


                        

Cuando la Burla Suena y el Intelecto Calla




                                   Cuando la Burla Suena y el Intelecto Calla

   Solía pasear por las márgenes de aquel riachuelo. Al llegar a la pequeña cascada, se sen-taba en el tronco de una palma derribada y allí, con su filarmónica, producía melodías preciosas. No hay mejor inspiración que observar un pequeño salto de agua en un río sin importancia, rodeado de árboles y acompañado por el canto de los pájaros. Es la magia de la naturaleza que convierte lo simple en algo fantástico. Una sinfonía mágica de la mezcla de sonidos, sensibiliza el alma y encanta al corazón.
  Sus pies descalzos, los pantalones rotos, la camisa desabrochada y su cabello largo revuelto, los exhibía por las calles de su pueblo mientras interpretaba las melodías surgidas junto al arroyo. Las burlas no faltaban y las risas explotaban cuando él, con furia desafiante, se agarraba el pantalón entre sus piernas para luego comenzar a correr calle abajo.
  Un día, un productor musical extranjero, puso atención a la melodía que interpretaba el joven y lo siguió pensando que iba para su casa. El joven como siempre fue para el río y repitió lo que día tras día hacía sin saber que lo estaban grabando.

  Años después, los habitantes del pueblo escuchaban en sus radios y los traganíqueles de los bares, una música contagiosa interpretada por un famoso cantante. En todos los discos rezaba: autor desconocido; sin darse cuenta que esa música la llevaba interpretando hacía años un joven que se extasiaba observando la cascada.

(pcfa)