martes, 10 de septiembre de 2019

Escambray



                                                             



                                                 Escambray


–Teniente, otro de los nuestros ha sido alcanzado por ese hijo de puta.

–Me dijo el Alto Mando que un batallón está en camino. ¡Le vamos a tirar con todo!

Wilberto González había recibido la orden de capturar a un “alzado” que les había causado varias bajas y estaba dispuesto a todo por tal de cumplir la orden. Eran muchos y con los que llegaran en breve, ese tipo no podría escapar. Acarició su fusil checo SA 23 y se dirigió al exterior de la improvisada cabaña. Muy pronto comenzaron a llegar los camiones con el personal de refuerzo. Sin mucho rodeo le explicó a los recién llegados su principal objetivo.

Cientos de hombres disparaban sin cesar hacia el lugar donde supuestamente se encontraban los “bandidos”, hasta su rendición. Su Jefe, con heridas en la pierna y en el hombro fue llevado ante el teniente González quien se puso blanco al observar su prisionero.

–¡Manuel! ¡No lo puedo creer!

–¿No me abrazas? –diciendo esto se acercó al teniente con los brazos extendido, pero fue detenido por dos uniformados.

–¡Tranquilos, no hay problemas!¡Pueden retirarse! –les ordenó a los soldados.

–Llevamos tiempo sin vernos y nuestro encuentro no es muy agradable.

–Recuerdo cuando íbamos al colegio, cuando nos bañábamos en el río, cuando le soltábamos las vacas a José, cuando jugábamos a la pelota. Siempre estábamos juntos. ¡Hasta en los castigos! Cuando hacías algo y te castigaban, decía que había sido yo. Entonces nos castigaban a los dos.

–¡Sí que lo recuerdo! Recuerdo nuestros días en el Instituto cuando hiciste explotar un bombillo en el aula mientras la maestra escribía en la pizarra, cuando le lanzaste la goma de borrar a un profesor.

–Wilbert, que locura aquella habernos ido a combatir sin saber ni manipular un arma. Me dijiste, “¿Vamos a darle una mano a los muchachos? Te dije, ¡Vamos! Y nos incorporamos a los rebeldes que atacaban al pueblo.

–¿Manuel, por qué? ¿Por qué combates contra tu pueblo? Tú no has sido afectado en nada y te pones del lado de los “yanquis”. ¿Es que acaso quieres que tu país sea colonia americana? ¿Quieres que vuelvan los grandes terratenientes, la explotación  y los abusos?

–¿Wilbert, aún no te has dado cuenta que esto es comunismo? Están interviniendo todo, han declarado la guerra a los religiosos, a los homosexuales, han fusilado a cientos de gentes inocentes, las cárceles se han llenado con aquellos que no están de acuerdo con tu gobierno. Estamos en las mismas, estamos ahora bajo otra tiranía.

–No, estás equivocado. Fidel dijo que esto no era comunismos, que nuestra revolución es mas verdes que las palmas. Se han encarcelado y fusilado a los criminales que cometieron crímenes y los que se han puesto bajo las órdenes de la C.I.A

–Me parece estar soñando. No puedo creer que tú eres el que está hablando de esa manera. ¿Recuerdas cuando lanzábamos grapas a la carretera para paralizar el tráfico y ayudábamos a papá en la venta de bonos para financiar a los rebeldes? ¿Por qué luchábamos si no era para acabar con la tiranía que nos oprimía?

–No sé si llamarte por el nombre o si decirte, Teniente. Como quieras, me sorprendes. Todo lo que dices lo recuerdo y me entristece verte al servicio del comunismo. Un Sistema que tiene el récord de muertos en el Mundo. Un Sistema donde lo único que vale es el Partido. Sí, pronto crearan el Partido Comunista de Cuba y se acabará la libertad de expresión. La familia se está dividiendo y se dividirá más. Dentro de poco me fusilaran y tú lo aceptarás, porque antes que todo está tu Revolución.

–¡No digas eso!

–¿No? Ahora mismo mi vida depende de ti. Sácame escondido en tu yipi que a ti nadie te va a revisar. No, no lo harás porque tú eres revolucionario y tu hermano es un “alzado” que ha traicionado a la Patria.

–Manuel, has asesinado a varios compañeros. Tú eres un sicario de la CIA. Te alzaste para entregar el país a los americanos. Te pagan por eso.

 –Te equivocas. No he asesinado a nadie. He matado en combate. ¿Acaso no hicimos lo mismo en el ataque al pueblo? ¿Acaso no hicimos lo mismo en los combates siguientes? ¿Acaso no hizo lo mismo tu Comandante en el ataque al cuartel Moncada? Él estuvo cinco años presos y vivía como un Rey en la prisión. A mí me van a fusilar. Sabes bien que muchos políticos americanos ayudaban a la Revolución en dinero y armas. Muchos, de esos terratenientes y capitalistas odiados por el Gobierno, fueron los primero en ayudar a que triunfara la Revolución, pero no entiendes eso porque los tuyos son los buenos y los nuestros son los malos.

–Hermano, la Revolución ha enviado a miles de jóvenes a  alfabetizar. Dentro de poco no habrá analfabetos en Cuba. ¿Eso es malo? Le ha dado la oportunidad de estudiar a todos los pobres que antes no podían, otorgando becas y convirtiendo cuarteles en escuelas. ¿Eso es malo? Se ha firmado la Ley de Reforma Agraria para darle tierra a los campesinos y acabar con los grandes latifundios ¿Eso es malo?

–Wilberto, lo que dices de la alfabetización no es malo, pero acaso no es una forma de adoctrinar con las nuevas ideas revolucionarias. ¿Has leído las cartillas de alfabetización? Has visto el adoctrinamiento en los Centros de becarios.

–¡Teniente! El Comandante quiere que le envíes inmediatamente al prisionero –dijo un uniformado recién llegado.

–Un momento, por favor – contestó y le hizo seña para que saliera.

–Recuerda Wilbert, los políticos solo buscan su beneficio o el poder.

Se acercaron y se fundieron en un abrazo, se besaron y estuvieron mirándose un rato. Por las mejillas del Teniente Gonzáles rodaban muy lentamente las lágrimas. ¡Era su hermano! El corazón se le oprimía al saber que sería la última vez que lo vería. Manuel González lo miraba fijo sin pestañar. Entraron a buscarlo y antes de darle la espalda le lanzó una escupida y justo en la puerta se volteó para decirle:

–Teniente Wilberto Gonzáles, yo no veré a Cuba Libre, pero tú no verás una Cuba triunfante y próspera.

Al día siguiente, Manuel González fue fusilado. Recostado a un árbol en las lomas del Escambray, el Teniente Wilberto González lloraba.



Autor: Pedro Celestino Fernández Arregui









Imagen: https://aquellasarmasdeguerra.wordpress.com/2012/12/07/algunas-armas-utilizadas-en-la-guerra-del-escambray-1960-1966/