El Hombre del
Violín
Puso el violín con cuidado encima de una
butaca. Se sentó en el sofá y se quitó los zapatos. Le dolían los pies, el
estómago, el brazo izquierdo, el cuello y la vida. Recorrió la vista por todo
el apartamento como tratando de descubrir algo nuevo donde llevaba dos años
viviendo. Sacó de sus bolsillos dos euros y varias monedas de a céntimo.
Sonrió,
pensando
en sus amigos y en su familia. ¡Si supieran! Quién iba a decir que el violinista
de una popular orquesta en su tierra donde no ganaba mucho, pero lo suficiente
para vivir holgadamente se encontraba en una situación tan difícil. Las
actuaciones de la orquesta siempre eran en teatros ante un público con barrigas
y bolsillos llenos. Había una barrera invisible entre ese público y él. Siempre
había deseado actuar en los lugares donde estuviera cerca del pueblo, de la
gente de los barrios pobres, pero nunca se imaginó como lo haría y por qué.
Un día abandonó la orquesta, su pueblo y lo
único que supieron de su decisión es que partía hacia un lugar lejano.
Había llegado a un país desconocido, sólo
y sin dinero. Desde el primer día, tomó su violín y se fue para el Metro.
¡Tocaba como nunca! Entonces se dio cuenta que existe un mundo de prisas y
nerviosismo. Un mundo donde las obligaciones y necesidades hacen personas a
semejanzas de las hormigas. También descubrió que existen marginados que
reclaman “su espacio” en lugares públicos. Son los artistas callejeros y los
sin techos que rechazan al “nuevo”, obligándolos a marcharse o actuar en los
lugares menos propicios para ganar unas cuantas monedas.
Arrastró la butaca junto a la ventana,
tomó el violín y comenzó a deslizar el arco por sus cuerdas. Por su mente
comenzaron a correr pasajes de su niñez en el campo, de su juventud como
estudiante y como músico. Todo cambió desde aquel día que se encontró con un
misterioso señor. Nunca imaginó un futuro tan distinto al soñado.
Al día siguiente se fue a la orilla del
mar, sacó su violín y comenzó a interpretar aquella melodía que había
compuesto. Una pareja de jóvenes enamorados se besaban y creaban una escena
amorosa con música de fondo. Todo parecía que el sonido emanado del instrumento
musical le sacaba las lágrimas. Sacó un pañuelo de papel del bolsillo y se secó
las lágrimas. Había tocado el instrumento con el alma, que es como salen las
cosas buenas, las cosas hermosas y en la soledad de aquella costa, la melodía
volaba con el viento, saltaba en la arena y se deslizaba por la superficie mar.
Las gaviotas volaban sobre su cabeza, interpretando bellas coreografías dignas
de las mejores compañías de ballet del Mundo.
Una noche se dirigió al Metro como era su
costumbre. Al llegar al sitio donde acostumbraba tocar el violín, se encontró
con dos chicos que hacían deplorables actos de magia. Apenas se situó a su
lado, se abalanzaron sobre él y lo amenazaron que se fuera inmediatamente. No
quería discutir con ellos y se fue a un lugar donde no pasaba ningún pasajero y
tampoco nadie lo escuchaba. Guardó su violín y salió de la Estación. Se dirigió
a un restaurant y le planteó a un dependiente que lo dejara tocar el violín a
los clientes. No quería nada más que un bocadillo. El dependiente se lo
comunicó al dueño y éste aceptó. Su interpretación fue halagada por todos los
comensales que le aplaudieron largo rato. Tomó el sándwich que le preparó el
dependiente y se marchó. ¡Sería el bocadillo mas rico que se comería!
Al día siguiente, varios clientes del
restaurant pidieron la presencia del violinista. El dueño pidió a los empleados
que lo buscaran y lo trajeran. ¡Era imposible hallarlo en una ciudad tan
grande!
Días después...
–¡Bien
amigo! –Le dijo un oficial estrechándole la mano y dándole unas palmaditas en
la espalda –Todo salió perfecto y el Alto Mando lo ha condecorado con la
Medalla Héroe de la República. Gracias a sus informaciones, pudimos capturar a
ese canalla y llevarlo para nuestro País donde será juzgado por sus crímenes.
–No
entiendo por qué no se notificó a este Gobierno para su captura y extradición.
–Ese
criminal tiene mucho dinero y es amigo del Presidente de este País quién lo
protegía porque se benefició de gran parte del dinero procedente de la droga.
–¿Y
si el Presidente hace la denuncia ante los órganos internacionales?
–No lo hará porque se descubrirá su
conexión. Nos habías dado toda la información sobre sus movimientos y los
lugares frecuentados desde que lo localizaste. Esperábamos el momento adecuado
para actuar y lo supimos cuando nos dejaste la nota en el pañuelo de papel. Enseguida
nos dimos a la tarea de preparar un plan para capturarlo. Los “magos” te
dejaron en el bolsillo las indicaciones para contactar con el agente del
Restaurant. Él te dejó las instrucciones en el bocadillo para que pudieras
regresar. Ese fue el mejor que te has comido. ¡Dos años, agente! Te alquilamos
ese apartamento, porque sabíamos que desde allí podrías divisar los lugares mas
importante de la ciudad. El muy canalla trataba de no llamar la atención y por
eso cogía el metro y tenía un modesto apartamento frente a tu edificio. ¡Qué
casualidad! Eso te facilitó el seguimiento. Teníamos varios agentes pero
ninguno en el Metro y ya ves, ahí fue donde lo descubriste. ¡Valió la pena,
amigo!
–¿Y
ahora?
–Ahora
vas a tocar el violín en otro país.
Autor:
Pedro Celestino Fernández Arregui