¿MACHISMO?
Mi
tío Facundo vivía solo en una casa lejos de la ciudad. Hacía mucho tiempo no lo
veía y decidí hacerle la visita.
La casa era espantosa, rodeada de árboles y
excrementos de animales. Pensé que una casa con esas características venía bien
para un señor de la tercera edad con un carácter amargado y una actitud, ante
la Sociedad, que dejaba mucho que desear. Su primer divorcio se debió a un machismo
sin precedente y el segundo matrimonio se rompió cuando fue descubierto
toqueteando a una amiga de su esposa.
La segunda sorpresa fue que no estaba solo. Un
matrimonio joven lo acompañaba y dormían en una habitación de la casa.
La primera noche no podía dormir. El viento
movía las puertas del granero que se quejaban en forma de chirridos. Una
lechuza hacía gala de sus sonidos misteriosos y los crujidos de maderas me
enervaban los nervios.
Decidí levantarme y dar un paseo alrededor de
la casa bajo una luna llena. Cuando pasé cerca del granero escucho una
conversación insólita. Alguien decía: “Coco, mi abuela se lo había dicho a mi
madre y mi madre me lo transmitió. Siempre ha sido así. ¡Hemos sido unas
desgraciadas!”. Alguien contestó: “Matilde no seas tan pesimista. Todo cambiará
algún día” La primera voz, dijo: “Tu sabes que no es fácil ver como no dejan
que tu hijo duerma contigo. Y todo con el consentimiento de su padre. Además,
como siempre, vendrá facundo. Me acariciará el cuello, las nalgas y luego
manoseará mis tetas y todo bajo la mirada de mi marido. ¡No es justo!”
No soporté más y observé a los que hablaban. ¡No
me lo podía creer! Me marché sin que me vieran pero llegué a mi habitación y
preparé todo para marcharme temprano.
Le dije a mi tío que me habían llamado del
trabajo y salí de aquella casa directo al psiquiatra. La conversación que había
escuchado me dejó desequilibrado mentalmente y el psiquiatra me puso un plan
que sigo hoy en día.
Estoy seguro que cualquiera que hubiera pasado
por lo que pasé, le hubiera afectado igual porque, amigos,¡ No es fácil
escuchar a un perro y una vaca hablando!
Autor: Pedro Celestino Fernández Arregui