AMISTAD
Aquel
día llovía torrencialmente y el agua, como una bestia bravía, se salía de su
cauce en aquel arroyo arrastrando ramas, troncos y todo lo que podía.
Molombo
estaba nervioso. El agua comenzaba a llegar a la aldea y algunos vecinos se
apresuraban en recoger sus pocas pertenencias envueltas en sábanas y marcharse
a lugares altos.
En
eso, un animalito desesperadamente trataba de no ser arrastrado por la
corriente y Molombo sin pensarlo dos veces y luchando contra la corriente,
logró rescatarlo y llevarlo consigo, fuera de la aldea. Se trataba de un
cachorro de Onza con pocos días de nacido. Lo abrigó como pudo, le dio leche de
cabra y lo llevó a la aldea una vez el peligro hubo pasado. Todos adoraban al
pequeño Kalu, nombre que le pusieron.
Un
día, todos notaron la ausencia de Kalu. ¡Había desaparecido! Era normal, los
animales salvajes necesitan la selva como el hombre necesita amor.
Una
noche, todos sintieron miedo cuando vieron los ojos brillantes de dos felinos
en el medio de la aldea. Molombo se levantó y su corazón le decía que uno de
ellos tenía que ser Kalu y se fue acercando lentamente. Uno de los felinos fue
a su encuentro y le puso sus patas delanteras en el pecho. Mientras las rudas
manos de Molombo acariciaban su cabeza. Luego se marchó con su compañera.
Los
aldeanos que habían presenciado todo, salieron de sus chozas y rodearon a
Molombo, contentos, llenos de alegría.
Los
meses transcurrieron alternándose los periodos de lluvias y de secas. Molombo y
dos amigos fueron al río a pescar. La sequía había diezmado la alimentación de
los animales y estos eran mas peligrosos que nunca. Estando entretenidos en la
labor, un leon hambriento atacó sorpresivamente a los hombres indefensos. Con
una larga vara Molombo comenzó a golpear al felino que se puso muy feroz contra
él, mientras los otros tuvieron la oportunidad de escapar. Las garras y los
grandes colmillos del leon perforaban su cuerpo y le hacían daño, hasta que
perdió el conocimiento.
Los
aldeanos en su mayoría, alertados por los dos pescadores y armados con flechas
y lanzas fueron a defender a Molombo, pero al llegar al lugar, no estaba su
cuerpo. Fueron momentos muy tristes para la aldea. Esa noche los tambores
sonaban aclamando a los Dioses por la entrada del desaparecido al Reino de los
cielos.
Seis
meses después, casi al ponerse el Sol un hombre cojeando y apoyado en una vara
se acercaba a la aldea. ¡No se lo podían creer! ¡Era Molombo!
Según
me contaron cuando recobró el conocimiento, tenía a su lado a Kalu y el cadáver
de otra Onza. Las dos al parecer, habían logrado ahuyentar a los leones. El
felino le traía alimentos y le pasaba su lengua por las heridas.
Dicen
que esa noche reinó la alegría en la aldea y bailaron hasta el amanecer, pero
solo bebieron café, el néctar negro que adoraban los Dioses.
Pcfa
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