ABSUELTO POR FALTA DE PRUEBAS
José
recordaba cuando su padre le dijo que nunca permitiera que nadie lo ofendiera y
luego limpió el cuchillo ensangrentado mientras de una patada tiraba el cadáver
a un canal.
– ¿Qué
tal María?
– ¡Escucha
José! Eres una mierda. Le comentaste a Paco que tuve un desliz contigo. Eso no
lo hace un hombre. Asqueroso y cerdo que eres –terminando de hablar le dio una
bofetada en el rostro y se marchó colérica.
Esa noche, María cerró el bar y se dirigió
a su casa. Las calles estaban desiertas y en penumbras. Se le aceró un auto en
sentido contrario, la puerta del conductor se abrió y un golpe hizo que el
cuerpo de la mujer cayera al suelo. El hombre la arrastró y la introdujo en el
coche.
– Buenos días. ¿Es usted José Alcántara?
Por favor acompáñame a la Unidad. Está usted detenido por ser el principal
sospechoso de la desaparición de María Azola.
En la Unidad Policial el Investigador se
sienta frente a José.
– ¿Usted discutió con la señora María
Azola?
– En realidad, no discutí. Ella vino
y me dijo muchas cosas feas. Me dio una bofetada y se marchó.
– ¿Por qué le dijo cosas feas y le
pegó?
– Porque dijo que yo había hablado
mal de ella y no es verdad.
– ¿Dónde estuvo anoche después de las
once y media?
– En mi casa. Estuve viendo una
película y cuando se terminó, me acosté.
– Tenemos una Orden de Registro para
su casa y para su establecimiento.
La policía hizo un registro exhaustivo en
su casa y el local donde vendía souvenir, pero no encontró nada.
– Está usted en libertad por falta de
pruebas, señor Alcántara.
– José hace muchos años que te vendí
el apartamento y llevo demasiado tiempo pidiendo que cambie los papeles que aún
están a mi nombre. Pensé que eras un hombre de palabra, pero veo que te limpias
con las palabras. Eres muy sucio.
– Se me había olvidado que estaba
todo arreglado. Cuando cierre el local te llevaré los papeles.
Juana Ripoll sintió el timbre de la puerta
y se imaginó que era José que venía a traer los papeles. Abrió la puerta y un
fuerte golpe la derribó.
– José Alcántara usted conocía a la
señora Juana Ripoll, pues le compró un apartamento. Es usted el principal
sospechoso de su desaparición.
– Sí, Oficial.
– ¿Tenía usted algún problema con la
señora Ripoll?
– No, no, teníamos problemas.
– Según su familia, estaba molesta
con usted porque no cambiaba la titularidad de algunos servicios.
– Sí, es cierto, pero eso no quiere
decir que hubiera problemas entre nosotros. Es que soy muy olvidadizo y siempre
dejaba para otro día y así fue pasando el tiempo.
– ¿Dónde estuvo usted anoche?
– Aquí en mi tienda hasta las diez
que cerré y de ahí para la casa.
– Hace años usted fue sospechoso de
la desaparición de María Azola.
– Eso no tiene nada que ver o es que
me están acosando.
– Registraremos sus propiedades.
– Lo soltaremos por falta de pruebas,
señor Fiscal.
José llegó a su casa. Abrió una cerveza y
se puso frente a un ventilador. Hacía mucho calor. Fijó su vista en la chimenea
y sonrió. ¡Las dos Marías! ¿Tienen calor allá abajo? Policías idiotas, no saben
nada. Con solo levantar la bandeja de las cenizas hubieran descubierto la
entrada del zulo. ¿Cómo se les ocurrió ofenderme? Ahora me río de ustedes
mientras tomo una cerveza y sin pruebas en mi contra. Se reía a carcajadas
mientras iba por otra cerveza.
FIN
Pcfa
(Relato de ficción basado en un caso real
sin resolver).
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