El Güije
Lo vi. Juro que lo vi. Negro como el azabache, cabezón, ojos grandes y saltones, su boca era muy grande y los dientes grandes y muy blancos, barrigón y chiquitico. Sí, lo vi. Mi abuelo me lo había dicho: “No vayas por la Joba que ahí sale el Güije”. No le obedecía porque los padres y los abuelos siempre inventan cuentos que te dan miedo para que no hagas algo. Creía que mi abuelo me decía lo del Güije para que no fuera por la Joba porque es una poceta muy honda y las aguas muy turbias.
Fui a recoger pomarrosa que hay muchas alrededor de la Joba. Tenía mi pequeño Catauro casi lleno cuando sentí un ruido en la poceta. Pensé podía ser una biajaca o un majá de esos grandes que siempre están en las “matas”. Pero no vi nada y me senté en la piedra blanca que está al lado del chorro de agua. Estaba saboreando la pomarrosa y con las semillas grandes y pardas estaba formando un ejército que luego se enfrentaría al otro ejército formado por pequeñas piedras. Siempre que iba al río hacía lo mismo pero no en la Joba sino, más arriba donde el agua no me cubría los pies y cogía la llagüita que envuelve el palmiche y ponía piedra pequeñas que eran vikingos. Pero ayer se me ocurrió ir por las pomarrosas y lo vi pero no se lo puedo decir a nadie porque me regañarán por ir a la Joba y mi abuelo, más. Dirá que me puse de suerte porque no me comió el Güije y ya bastante miedo tengo para que me metan más. Lo que sí estoy seguro que no iré más a la Joba.
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