El
Ascensor
Como
era su costumbre, Ronald tomó el ascensor para dirigirse a su casa. Su horario de tabajo era hasta las doce de la noche, pero nunca
terminaba a esa hora sino, dos horas mas tarde. Había tenido una tarde
complicada por la rotura de una tubería en el piso veinte y después una tupición
en el baño de una habitación de la planta cuarenta y cinco en la cual estuvo
trabajando desde las cuatro de la tarde hasta cerca de la una y media de la
madrugada. Estaba muy cansado y todavía tenía que conducir unos cincuenta
minutos hasta su casa. En la casa no lo esperaba nadie. Su esposa lo había
abandonado hacía seis meses. Aquello le había trastornado un poco. Recordaba
cuando llegó a su casa a media noche y solo encontró una nota encima de la mesa
donde le decía que se marchaba de la casa por incompatibilidad de carácter. Es
verdad que ella siempre le decía cosas y estaba de mal humor, pero él nunca le
decía nada y ni siquiera le contestaba. Pensaba que ese hotel donde trabajaba
le había traído mala suerte porque su primera mujer se fue con el vecino. Como
amó a Eloisa. En ningun momento sospechó nada porque ella lo mimaba y lo
complacía en todo. Marta era distinta. Ella era muy liberal y siempre estaba
con amigas y un día le dijo que se iba para Chicago y que no resistía la vida
de casada.
El
ascensor se detuvo en la planta treinta y ocho y entró
una pareja de jóvenes. No les importó su presencia. Apenas entraron se abrazaron y comenzaron a besarse apasionadamente.
Ese romanticismo le recordó a a Isabel y sintió envidia de los jóvenes. Isabel
fue su tercera esposa. Siempre lo estaba besando y acariciando y solo le pedía
sexo. Un día fue de compras y mas nunca regresó. Algunos vecinos aseguraron
haberla visto con otro hombre en un auto. No lo creía porque ella lo amaba
mucho. Pensó que pudo haber sido raptada por esas mafias que secuestran chicas
jóvenes para obligarlas a prostituirse. El chico le introdujo la mano por la
parte superior de la blusa y comenzó a tocarle el seno mientras ella cerraba
los ojos y bajó su mano hasta las entrepiernas del chico. Aquello le dio rabia.
La sangre le hervía y estuvo a punto de bajarse del ascensor, pero fueron ellos
los que oprimieron el botón del piso siete y se bajaron. Respiró con alivio y
siguió con sus pensamientos. Elena no fue su mujer pero eran amantes. Trabajaba
de camarera de piso en el hotel y se amaron apasionadamente. El amor que
sentían era tan grande que ella le iba a pedir el divorcio a su marido para
casarse y más porque esperaba un hijo de él.
Llegó
al parking e iba a tomar su auto cuando se dio cuenta que había perdido el
destornillador. Volvió al ascensor y cuando estaba mirando el piso, la puerta
se cerró. Oprimía el botón de apertura y la puerta se mantenía cerrada.
Entonces quiso desplazarse hacia arriba y el ascensor no se movía. Oprimió
desesperadamente todos los botones, incluído el de alarma y nada. Comenzó a
gritar desesperadamente y como si los gritos hubieran hecho efecto, se abrió la
puerta. Varios policías lo esperaban empuñando sus pistolas. Un señor vestido
de civil le dijo: “ ¡Ronald Smith, está detenido!
Fue conducido a la Estación mas cercanas e
introducido en una habitación cuyo inmobiliario
consistía en una pequeña mesa y dos sillas.
–Señor Smith. Usted está acusado del
asesinato de Eloisa Grant, Marta Sandoval, Isabel Jiménez y Elena Seward.
El inspector acomodó la
silla frente al sospechoso, se sentó y mirando fijamente a sus ojos, le dijo:
–Ahora
usted nos va a contar como realizó esos asesinatos.
Ronald
se frotó las manos. Bebío de un vaso con agua que esta encima de la mesa.
Entrelazó sus manos y las miraba fijamente.
–Eloisa me tenía la vida imposible con su
mal carácter , regaños y protestas. Un día invité al vecino a tomar té. Eloisa
estaba de buen carácter porque abía bebido unas copas de whisky. En broma le
dje que escribiera diciendo que se iba con el vecino. Lo escribió y acto
seguido los envenené a los dos. Asi inventé la historia que se había dido con
él. Marta gustaba de salir con sus amigas y me encargué de decir en
el vecindario que era muy liberal. Un día le dije que viniera con alguna amiga
y que pasaran un tiempo en el bar hasta que yo saliera. Luego las invié a una
habitación vacía. Le dije a mi esposa que se duchara y cuando ella entró a la
ducha estrangulé a su amiga y a ella la ahogué en la bañera. Isabel no se había
dado cuenta que no me gustaban las mujeres hasta un día que me encontró en el
baño masturbándome y un consolador en el ano. Antes que pudiera hablar le
introduje el juguete sexual en la boca hasta asfixiarla. Elena me había dicho
que se iba a divorciar para casarse conmigo porque estaba embarazada de mí. Un
día trabajando en una habitación llegó ella. Había terminado de trabajar y
quería hacer el amor conmigo. Fue la última vez. La estrangué con una toalla.
–¿Me
puedes decir donde estan los cadáveres, señor Smith?
–Estan
en debajo del ascensor del hotel.
Inmediatamente
se trasladaron al lugar la brigada de criminalista y la canina. Descubrieron un
espacio oculto al cual se accedía por una pared del foso del ascensor.
Encontraron los cadáveres de las víctimas mencionadas por Ronald y los de una
pareja de jóvenes recien asesinados con heridas de un objeto punzante.
Autor:
Pedro Celestino Fernández Arregui
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