domingo, 23 de junio de 2019

El Ascensor




                                               El Ascensor

Como era su costumbre, Ronald tomó el ascensor para dirigirse  a su casa. Su horario de tabajo  era hasta las doce de la noche, pero nunca terminaba a esa hora sino, dos horas mas tarde. Había tenido una tarde complicada por la rotura de una tubería en el piso veinte y después una tupición en el baño de una habitación de la planta cuarenta y cinco en la cual estuvo trabajando desde las cuatro de la tarde hasta cerca de la una y media de la madrugada. Estaba muy cansado y todavía tenía que conducir unos cincuenta minutos hasta su casa. En la casa no lo esperaba nadie. Su esposa lo había abandonado hacía seis meses. Aquello le había trastornado un poco. Recordaba cuando llegó a su casa a media noche y solo encontró una nota encima de la mesa donde le decía que se marchaba de la casa por incompatibilidad de carácter. Es verdad que ella siempre le decía cosas y estaba de mal humor, pero él nunca le decía nada y ni siquiera le contestaba. Pensaba que ese hotel donde trabajaba le había traído mala suerte porque su primera mujer se fue con el vecino. Como amó a Eloisa. En ningun momento sospechó nada porque ella lo mimaba y lo complacía en todo. Marta era distinta. Ella era muy liberal y siempre estaba con amigas y un día le dijo que se iba para Chicago y que no resistía la vida de casada.
El ascensor se detuvo en la planta treinta y ocho y entró una pareja de jóvenes. No les importó su presencia. Apenas entraron se abrazaron y comenzaron a besarse apasionadamente. Ese romanticismo le recordó a a Isabel y sintió envidia de los jóvenes. Isabel fue su tercera esposa. Siempre lo estaba besando y acariciando y solo le pedía sexo. Un día fue de compras y mas nunca regresó. Algunos vecinos aseguraron haberla visto con otro hombre en un auto. No lo creía porque ella lo amaba mucho. Pensó que pudo haber sido raptada por esas mafias que secuestran chicas jóvenes para obligarlas a prostituirse. El chico le introdujo la mano por la parte superior de la blusa y comenzó a tocarle el seno mientras ella cerraba los ojos y bajó su mano hasta las entrepiernas del chico. Aquello le dio rabia. La sangre le hervía y estuvo a punto de bajarse del ascensor, pero fueron ellos los que oprimieron el botón del piso siete y se bajaron. Respiró con alivio y siguió con sus pensamientos. Elena no fue su mujer pero eran amantes. Trabajaba de camarera de piso en el hotel y se amaron apasionadamente. El amor que sentían era tan grande que ella le iba a pedir el divorcio a su marido para casarse y más porque esperaba un hijo de él.
Llegó al parking e iba a tomar su auto cuando se dio cuenta que había perdido el destornillador. Volvió al ascensor y cuando estaba mirando el piso, la puerta se cerró. Oprimía el botón de apertura y la puerta se mantenía cerrada. Entonces quiso desplazarse hacia arriba y el ascensor no se movía. Oprimió desesperadamente todos los botones, incluído el de alarma y nada. Comenzó a gritar desesperadamente y como si los gritos hubieran hecho efecto, se abrió la puerta. Varios policías lo esperaban empuñando sus pistolas. Un señor vestido de civil le dijo: “ ¡Ronald Smith, está detenido!
Fue conducido a la Estación mas cercanas e introducido en una habitación cuyo inmobiliario  consistía en una pequeña mesa y dos sillas.
–Señor Smith. Usted está acusado del asesinato de Eloisa Grant, Marta Sandoval, Isabel Jiménez y Elena Seward.
El inspector acomodó la silla frente al sospechoso, se sentó y mirando fijamente a sus ojos, le dijo:
–Ahora usted nos va a contar como realizó esos asesinatos.
Ronald se frotó las manos. Bebío de un vaso con agua que esta encima de la mesa. Entrelazó sus manos y las miraba fijamente.
–Eloisa me tenía la vida imposible con su mal carácter , regaños y protestas. Un día invité al vecino a tomar té. Eloisa estaba de buen carácter porque abía bebido unas copas de whisky. En broma le dje que escribiera diciendo que se iba con el vecino. Lo escribió y acto seguido los envenené a los dos. Asi inventé la historia que se había dido con él. Marta  gustaba de salir con sus amigas y me encargué de decir en el vecindario que era muy liberal. Un día le dije que viniera con alguna amiga y que pasaran un tiempo en el bar hasta que yo saliera. Luego las invié a una habitación vacía. Le dije a mi esposa que se duchara y cuando ella entró a la ducha estrangulé a su amiga y a ella la ahogué en la bañera. Isabel no se había dado cuenta que no me gustaban las mujeres hasta un día que me encontró en el baño masturbándome y un consolador en el ano. Antes que pudiera hablar le introduje el juguete sexual en la boca hasta asfixiarla. Elena me había dicho que se iba a divorciar para casarse conmigo porque estaba embarazada de mí. Un día trabajando en una habitación llegó ella. Había terminado de trabajar y quería hacer el amor conmigo. Fue la última vez. La estrangué con una toalla.
–¿Me puedes decir donde estan los cadáveres, señor Smith?
–Estan en debajo del ascensor del hotel.

Inmediatamente se trasladaron al lugar la brigada de criminalista y la canina. Descubrieron un espacio oculto al cual se accedía por una pared del foso del ascensor. Encontraron los cadáveres de las víctimas mencionadas por Ronald y los de una pareja de jóvenes recien asesinados con heridas de un objeto punzante.

Autor: Pedro Celestino Fernández Arregui





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