martes, 13 de agosto de 2013

Streptease



                                                                Streptease                                                                             

 Nos habíamos conocido en el bar y desde el primer momento, nos gustamos. Ella  representaba la belleza, la escultura de una diosa divina, la simpatía y la alegría. Salimos del bar rumbo a mi apartamento. Apenas llegamos, seguí el protocolo estipulado para estos casos: un traguito, música romántica y todo a media luz. Según se vaciaban los vasos nos íbamos poniendo alegres y el calor aumentaba. Sin esperarlo, me solicitó el cambió de música, por  una ideal para un streptease. Con la música de fondo, comenzó lentamente a quitarse los zapatos, la blusa, luego el pantalón, se revolvió el pelo con las dos manos para reflejar mejor su parte sexy y yo, con la boca abierta,  la sangre hirviendo por todas mis venas, esperaba que se despojara del sostenedor y las bragas.  Entonces me estremecí cuando con un gesto brusco tirando de su cabellera se quitó la cabeza completa y apareció otra igual a la de  Semigola, el del Señor de los Anillos. Horrorizado salí corriendo del apartamento, tomé el auto y apreté el acelerador hasta el fondo, desarrollando en poco tiempo demasiada velocidad en  una carrera que finalizó al empotrarse el auto contra el muro de una obra en construcción.

  Ahora estoy en el hospital psiquiátrico, inquieto nervioso, a pesar de los sedantes, sin dejar de mirar la puerta de la habitación pensando en el horrible ser del Streptease y su posible aparición.

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