lunes, 20 de diciembre de 2021

Mi Adolescencia


 

 

MI ADOLESCENCIA

 

Tenía esa edad en que quieres ser adulto pero eres un niño, esa edad donde nos afeitamos para que nos salgan pronto la barba y el bigote, la edad en que queremos ser mayores y comenzamos a “probar” cosas de adultos como el alcohol o el tabaco, cuando no queríamos usar pantalones cortos o bombaches (muy de moda para los niños en mi época) y queríamos ir al cine para ver una película prohibida para 16 años, entre otras cosas.

En esa edad, nos enamorábamos por el rostro Era lo único que veíamos de las chicas. Los vestidos de la época escondían todo, aunque algunos modelos dejaban calcular el tamaño de los senos.

En esas condiciones, me enamoré de la hija de un ganadero de la zona. El señor, aunque era relativamente joven, tenía fama de tener más mala leche que un toro de lidia cuando sale al ruedo. Tenía miedo de que alguien le hablara sobre mi cortejo a su hija.

Estrella me dijo un día que su padre quería conocerme. Fue como si me dijeran que me iban a torturar, pero era peor si no asistía a su casa.

Le saqué brillo a los zapatos de tal manera que podía ver las espinillas en mi rostro. Me puse un pantalón largo planchado con sendos filos prominentes semejantes a las proas de un catamarán y una camisa blanca, también planchada que te obligaba a llevar el cuello tieso como todo un caballero de la Edad Media con su armadura. A esto hay que agregarle medio pomo de colonia distribuida por todo el cuerpo.

Llegué a la casa de Don Porfirio dos minutos antes de las cinco de la tarde, hora acordada. Me hizo pasar a un gran salón que hacía derroche de ostentación.

– Buenos días, joven.

– Buenos días, Don Porfirio

– ¿Usted fuma? –me preguntó ofreciéndome un tabaco enorme.

– No señor. Muchas gracias.

– ¿Bebe ron o vino?

– No señor, ninguna de las dos cosas.

– ¡Manuela! ¡Tráele jugo de mango al muchacho!

– Así que usted está enamorado de mi hija. ¿Cómo piensa mantenerla?

¿Mantenerla? ¿Cómo la voy a mantener? Pensé.

– Pues trabajaré –le respondí casi balbuceando.

– Le puedo dar trabajo limpiando los excrementos de las vacas en los establos.

¿Recoger mierda? Este hombre está loco. Tengo que decirle que sí. No tengo alternativa, meditaba.

– Pues lo haría muy a gusto, señor.

– También puedes trabajar con el veterinario recogiendo semen de los toros.

¿Cómo? ¿Masturbar a los toros? No lo podía creer.

– Sí, también lo haría. –lo dije como para que no me oyera.

– Mira muchacho, todavía le falta un poco para ser hombre. Cando tengas pelos en el ano, me vienes a ver. (Lo de pelos en el ano me lo dijo vulgarmente) Mientras tanto no quiero verte cerca de Estrella. ¿De acuerdo?

– Sí señor

Pasaron los años y había matriculado en la Universidad para estudiar Ingeniería Mecánica y un día, saliendo de la Universidad, un auto se detiene a mi lado y el copiloto baja el cristal tintado.

– ¿Tu eres Guillermo? ¿El que quería ser novio de mi hija?

– Si, Don Porfirio.

– ¿Ya te salieron los pelos?

– Sí, señor.

– Cuando lo desees puedes ir por la casa para que veas a Estrella, conocerás a su marido y sus cuatros hijos. Hasta luego. ¡Chófer, vamos! Diciendo esto último, subió el cristal de la puerta y el auto partió.

 

 

Pcfa

 

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