LA RECOMPENSA
El
barco bonitero salió muy temprano con sus cinco tripulantes. Tratarían de
capturar la mayor cantidad posible de túnidos, a pesar de su viejo barco.
– ¡Patrón,
el radio no funciona! Deberíamos regresar a tierra para que lo reparen.
– Luis,
estamos a cuatro millas del puerto. No podemos desperdiciar el tiempo. Dentro
de poco llegaremos a la zona de pesca.
A
los pocos minutos llegaron al lugar escogido y de inmediato divisaron una gran
“mancha” de bonitos.
– ¿Arriba!
¡Acoger los implementos! Parece que hay bonitos para llenar el barco.
Como
si hubiera sido una orquesta cada uno cogió lo necesario con rapidez y
coordinación. Delantales, guantes y anzuelos sentían la presencia de los peces
que iban cayendo en la bodega del barco como si fuera un aguacero tropical. El
sudor les corrí por sus rostros, pero no mostraban signos de fatiga. Tenían la
oportunidad de aumentar las pocas capturas logradas en días anteriores.
– ¡Patrón,
se acerca una tormenta! –dijo uno de los tripulantes.
– No
pasa nada. Tardará en llegar. –contestó el Patrón.
Cuando
el viento comenzó a batir con fuerza, comenzaron a tirar los peces de la
cubierta para la bodega. A penas les dio tiempo para refugiarse en el interior
del casco cuando las olas comenzaron a pasar por encima del bonitero. El ruido
proveniente del exterior era aterrador y parecía que una mano gigante movía la
embarcación como si fuera un juguete. Las tablas del casco habían sido dañadas
y entraba agua. Después de vivir aproximadamente una hora en aquel infierno,
vino una densa calma y salieron a cubierta. Quedaron atónitos cuando salieron a
cubierta. El Puente de Mando había sido borrado y no veían rastro de su
Capitán.
No
sabían la posición en que se encontraban, pero divisaron una franja de tierra
en el horizonte a la cual podían llegar nadando.
Llegaron
exhausto a la costa y sentados en la arena pudieron ver con gran desconsuelo y
tristeza como como el viejo barco pesquero que tanto los había acompañado en
sus faenas, desafiando las inclemencias del tiempo, se iba hundiendo despacio
como si la vejez no le permitiera llegar apresuradamente al final de su vida.
Uno
de los pescadores se puso en pie y dando pasos cortos, primero hacia un lado y
luego hacia el otro hasta que se detuvo frente a sus compañeros.
– ¡Compañeros!
No podemos pensar que si fue culpa del Patrón, que Dios lo tenga en la gloria,
si fue culpa de la radio o del barco que estaba en malas condiciones. Tampoco
podemos pensar que tenemos mala suerte. ¡No! Estamos vivos y eso es una
bendición. No podemos darnos por derrotados. ¡Sobreviremos y saldremos adelante!
– ¡Volveremos
a ver a la familia! –gritó el más joven.
– ¡Claro
que sí! Y yo volveré ver a mis nietos.
– Como
aquí no hay nada que comer, prepararé un arpón con un palo y capturaré peces. También
buscaré mariscos. He visto cobos, ciguas y cangrejos.
– Ustedes
saben que antes de enrolarme
confeccionaba redes. Así que confeccionaré una canasta para recolectar agua
cuando llueva. Sí, se lo que ustedes piensan, pero haré la canasta con bejucos
y luego le iré pegando hojas de con resina de las plantas –dijo Augusto.
– Cuando
era joven aprendí a hacer fuego frotando palos, como lo hacían los aborígenes.
Puedo recoger madera por toda la costa y hacer una fogata para la noche que
tendrá varias funciones como, alejar los mosquitos, asar los alimentos y que
pueda ser vista por algún barco que pase cerca –dijo Alejandro, el de mayor
edad.
– Mientras
ustedes hacen sus tareas haré haciendo, con lo que encuentre, algo parecido a
un bohío para protegernos de la lluvia y luego ayudaré en todo. –dijo Eliecer.
Al
día siguiente, Alejandro encontró, en la playa, el cuerpo de su Patrón. Lo
enterraron, guardaron un momento de silencio y luego le pusieron flores
silvestres que encontraron.
A
los veinte días fueron rescatados y llevados a su pueblo costero.
– Compañeros,
ustedes sobrevivieron gracias a su tenacidad e inteligencia y el Consejo de
Dirección ha acordado que tomen unas merecidas vacaciones y cuando regresen serán
enviados a la Escuela Nacional de Patrones de donde saldrán con más experiencia
y su título acreditativo de Patrón de Barco. Además, se le entregará un barco
bonitero nuevo a cada uno. – terminó diciendo el Director de la Empresa.
Dicen
en Guanímar que esos cuatros barcos son los que obtienen mayor cantidad de
bonito de todo el País.
Moraleja:
Los que piensan estar derrotados, nunca la victoria han logrado.
Pcfa
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