lunes, 6 de diciembre de 2021

La Recompensa


 

                                    LA RECOMPENSA

 

El barco bonitero salió muy temprano con sus cinco tripulantes. Tratarían de capturar la mayor cantidad posible de túnidos, a pesar de su viejo barco.

– ¡Patrón, el radio no funciona! Deberíamos regresar a tierra para que lo reparen.

– Luis, estamos a cuatro millas del puerto. No podemos desperdiciar el tiempo. Dentro de poco llegaremos a la zona de pesca.

A los pocos minutos llegaron al lugar escogido y de inmediato divisaron una gran “mancha” de bonitos.

– ¿Arriba! ¡Acoger los implementos! Parece que hay bonitos para llenar el barco.

Como si hubiera sido una orquesta cada uno cogió lo necesario con rapidez y coordinación. Delantales, guantes y anzuelos sentían la presencia de los peces que iban cayendo en la bodega del barco como si fuera un aguacero tropical. El sudor les corrí por sus rostros, pero no mostraban signos de fatiga. Tenían la oportunidad de aumentar las pocas capturas logradas en días anteriores.

– ¡Patrón, se acerca una tormenta! –dijo uno de los tripulantes.

– No pasa nada. Tardará en llegar. –contestó el Patrón.

Cuando el viento comenzó a batir con fuerza, comenzaron a tirar los peces de la cubierta para la bodega. A penas les dio tiempo para refugiarse en el interior del casco cuando las olas comenzaron a pasar por encima del bonitero. El ruido proveniente del exterior era aterrador y parecía que una mano gigante movía la embarcación como si fuera un juguete. Las tablas del casco habían sido dañadas y entraba agua. Después de vivir aproximadamente una hora en aquel infierno, vino una densa calma y salieron a cubierta. Quedaron atónitos cuando salieron a cubierta. El Puente de Mando había sido borrado y no veían rastro de su Capitán.

No sabían la posición en que se encontraban, pero divisaron una franja de tierra en el horizonte a la cual podían llegar nadando.

Llegaron exhausto a la costa y sentados en la arena pudieron ver con gran desconsuelo y tristeza como como el viejo barco pesquero que tanto los había acompañado en sus faenas, desafiando las inclemencias del tiempo, se iba hundiendo despacio como si la vejez no le permitiera llegar apresuradamente al final de su vida.

Uno de los pescadores se puso en pie y dando pasos cortos, primero hacia un lado y luego hacia el otro hasta que se detuvo frente a sus compañeros.

– ¡Compañeros! No podemos pensar que si fue culpa del Patrón, que Dios lo tenga en la gloria, si fue culpa de la radio o del barco que estaba en malas condiciones. Tampoco podemos pensar que tenemos mala suerte. ¡No! Estamos vivos y eso es una bendición. No podemos darnos por derrotados. ¡Sobreviremos y saldremos adelante!

– ¡Volveremos a ver a la familia! –gritó el más joven.

– ¡Claro que sí! Y yo volveré ver  a mis nietos.

– Como aquí no hay nada que comer, prepararé un arpón con un palo y capturaré peces. También buscaré mariscos. He visto cobos, ciguas y cangrejos.

– Ustedes saben que antes de enrolarme  confeccionaba redes. Así que confeccionaré una canasta para recolectar agua cuando llueva. Sí, se lo que ustedes piensan, pero haré la canasta con bejucos y luego le iré pegando hojas de con resina de las plantas –dijo Augusto.

– Cuando era joven aprendí a hacer fuego frotando palos, como lo hacían los aborígenes. Puedo recoger madera por toda la costa y hacer una fogata para la noche que tendrá varias funciones como, alejar los mosquitos, asar los alimentos y que pueda ser vista por algún barco que pase cerca –dijo Alejandro, el de mayor edad.

– Mientras ustedes hacen sus tareas haré haciendo, con lo que encuentre, algo parecido a un bohío para protegernos de la lluvia y luego ayudaré en todo. –dijo Eliecer.

Al día siguiente, Alejandro encontró, en la playa, el cuerpo de su Patrón. Lo enterraron, guardaron un momento de silencio y luego le pusieron flores silvestres que encontraron.

A los veinte días fueron rescatados y llevados a su pueblo costero.

– Compañeros, ustedes sobrevivieron gracias a su tenacidad e inteligencia y el Consejo de Dirección ha acordado que tomen unas merecidas vacaciones y cuando regresen serán enviados a la Escuela Nacional de Patrones de donde saldrán con más experiencia y su título acreditativo de Patrón de Barco. Además, se le entregará un barco bonitero nuevo a cada uno. – terminó diciendo el Director de la Empresa.

Dicen en Guanímar que esos cuatros barcos son los que obtienen mayor cantidad de bonito de todo el País.

Moraleja: Los que piensan estar derrotados, nunca la victoria han logrado.

 

Pcfa

 

 

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