La Última
Vez
La
conocí en el Instituto. Se sentaba tres asientos delante del mío con sus dos
coletas cual manubrios de bicicleta.
El
rostro se lo veía en el receso, sin embargo, solo veía dos cosas, sus labios y
sus ojos. Siempre quise que su mirada me dijera algo y que sus labios dejaran
paso a una sonrisa, pero nunca sucedió.
Un día de invierno, al salir del
Instituto, me miró y sonrió por primera vez y sin saber que sería la última
vez. Al siguiente día, no acudió a las clases, ni al otro, ni a la otra semana,
ni al otro mes.
Era
un día cualquiera, de esos que te parecen que fue igual que el anterior, cuando
acudí a un Supermercado a comprar un paquete de jamón y otro de espaguetis. En
la puerta, una señora pedía limosna. No sé por qué razón a mi mente vinieron
aquellos labios y aquella mirada que conocí en el Instituto. Seguí mi camino y
al salir le dejé una barra de pan y un paquete de jamón. Me dio las gracias y
sonrió para hacerme creer que era aquella chica de las coletas.
Al
otro día volví al Supermercado para verla y no estaba. Tampoco durante todo el
mes que estuve visitando dicho comercio.
Hoy ingresé en un Asilo o Residencia de
Ancianos como le llaman. Me senté a almorzar cuando de pronto mis ojos
tropezaron con aquella mirada del Supermercado. Pregunté por su nombre, pero me
dijeron que solo la conocían por el apodo de la calle y también me comentaron
que estaba muy enferma.
Un día llegué hasta su cama, le tomé la
mano y le pregunté, ¿Eres tú? Sonrió y me dijo que sí. Los dos lloramos hasta
que las manos las sentí frías, sin vida. Fue la última vez.
PCFA
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