Dirty Glen
Otoŋ
vivía cerca del lago Chad, en Camerún. Desde niña hacia las labores como
cualquier mujer adulta de la tribu a la cual pertenecía. Se destacaba entre las
demás niñas, por su inteligencia y fortaleza física. Su pueblo tenía la
creencia que por estar lejos de la costa y en lugar de difícil acceso, no
caerían en manos de los comerciantes de esclavos, sin embargo, una noche fueron
sorprendidos por una turba procedentes del oeste y capturados la mayoría de
ellos.
Después
de una selección, cerca de 50 fueron vendidos a un magnate español que los
embarcó rumbo a Cuba. A mitad del atlántico, el barco fue interceptado y
abordado por una fragata corsaria. Se llevaron a todos los esclavos, entre
ellos Oton.
En
Jamaica vendieron a todos menos a cinco mujeres jóvenes con la idea de
satisfacer las apetencias sexuales de los marineros, los cuales utilizaban el
látigo y dolorosas torturas a aquellas que se resistían. Sin embargo, una de
ellas, era sumisa y se dejaba poseer sin ninguna dificultad. Todos hacían el
amor con ella y había días que mas de doce corsarios tenían sexo con ella en
poco tiempo. Por tal motivo se ganó el mote de Dirty Glen (Cañada sucia). Esa
joven era, Oton.
Por
sus bondades sexuales, ella era la única que se paseaba por todo el barco y se
pasaba mas de una hora en el despacho del Capitán.
Un
día el barco entró en una amplia bahía en el sur de La Evangelista para
abastecerse de madera, agua y alimentos. Por la noche, la tripulación dormía
después de una jornada agotadora. Sólo quedaba un vigía que era relevado cada
tres horas.
Oton
salió silenciosa de la bodega y fue directo, sin ser vista por el hombre de
guardia, a la santabárbara, cogió un barril de pólvora y fue haciendo un zigzag
desde la escalera hasta los barriles con la idea de que le diera tiempo salir
del barco. Una vez, en la puerta de cubierta le prendió fuego al camino de
pólvora que convertiría al barco, en breves segundos, en un infierno. Se quitó
el vestido y completamente desnuda salió corriendo y se lanzó al agua. Nada
vigorosamente para alejarse lo ms posible del navío.
El
vigía había sentido caer algo al agua, pero por mucho que observó le fue
imposible detectar a la joven que ya se encontraba a una distancia prudencial.
De
pronto, una gran explosión iluminó el cielo y los trozos de maderas volaban en
todas direcciones. Se detuvo y miró hacia atrás para ver como se hundía aquella
goleta llena de cadáveres que había sido durante varios meses su infierno.
Mientras
nadaba hacia la costa invocaba a sus Dioses para que le perdonara por la muerte
de las otras cuatro mujeres.
Cuando
llegó a la playa se tendió en la arena un momento a descansar. Apenas había
transcurrido unos minutos se incorporó y comenzó a correr en dirección a la
colina que había divisado por el día y que sabía como orientarse por las
estrellas para llegar a ella.
Pasado
el tiempo un moreno que trasladaba ganado vio una pequeña choza de paja junto a
las rocas de la montaña. Se sorprendió al ver cubierta con hojas de palmas a
una mujer de su mismo color. Ella se despertó y se asustó, pero él la supo
calmar con ademanes y sonrisas. A partir de ese momento, el joven le traía
alimentos y le fue enseñando palabras de ese idioma desconocido para ella.
Una
vez que pudieron comunicarse por medio de palabras, cada uno contó su historia.
El joven se llamaba Manuel. Era esclavo e hijo de esclavo y no la podría llevar
con él, porque pasaría a propiedad de su amo. Durante muchos años se amaron en
secreto y tuvieron una hija.
Una
mañana regresaba contento para darle la noticia a Oton de la abolición de la
esclavitud, cuando escuchó un llanto. Al llegar al bohío se encontró a su amada
muerta.
¡Había
nacido libre y murió libre!
Los
ganaderos nombrar a ese lugar como La Cañada Real por ser el paso del ganado.
Nadie sabe que en algún lugar de esa Sierra se encuentran los restos de otra
Cañada, La Cañada Sucia (Dirty Glen).
Autor:
Pedro Celestino Fernández Arregui
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