EL SEIS
El partido de fútbol había finalizado y lo
jugadores habían ido a las cafeterías, a sus casas y otros a los baños.
Los que fueron al baño comentaban algunas
jugadas mientras otros se aseaban. De pronto, todo tembló bruscamente
lazándolos al piso o contra las paredes. El suelo parecía se hubiera
precipitado desde una gran altura. El silencio y una densa oscuridad
acompañaban a los jóvenes. Pasado unos segundos se escuchó una voz.
—¿Chicos como estáis? Antes que todo no
prendéis mecheros, cerillas u otras cosas que producen chispas. No sabemos si
hay algún tipo de gas explosivo. Nos identificaremos por números. Hora los
nombres no sirven para nada. Alguien que diga “hola”.
Se escuchó a uno que dijo lo que le habían
pedido.
—Tú eres el uno. ¿Tienes alguna herida o
dolor?
—No, nada.
—Uno que diga soy el dos.
— Soy
el dos. Siento un dolor terrible en la pierna derecha. Puede que esté
fracturada.
— ¡No
la muevas! Ver el siguiente.
— Sería
el tres. No tengo nada. Un pequeño dolor en un hombro, pero sin importancia.
— El
cuatro. ¿Cómo estás?
— Estoy
bien. Quizás estuve sangrando porque siento algo pegajoso en la cabeza, pero no
siento nada.
— El
cinco.
— Estoy
bien.
— Bueno
pues yo soy el seis. Cada vez que hablemos diremos primero nuestro número. Tenemos
cosas buenas y cosas malas. Lo bueno es que las tazas de los inodoros tienen
agua en sus tanques y que si tenemos que hacer alguna necesidad fisiológica,
tenemos donde hacerla (se escucharon algunas sonrisa). Sí eso tiene gracia.
Estando en una guerra que no viene al caso decir donde fue, teníamos que
infiltrarnos en territorio enemigo y buscar un objetivo que íbamos a destruir.
El día nos sorprendió antes de llegar al lugar y por suerte encontramos en la
ladera de una pequeña montaña el lugar ideal. Era como un portal en la roca y
delante una cortina de enredaderas. Lo malo es que estábamos a menos de cien
metros de un campamento enemigo. Desde allí podíamos observar todos sus movimientos.
Todo bien hasta que uno del equipo tuvo fuertes dolores de barriga. No tuvo mas
remedio que defecar a nuestros pies, ya que el espacio era muy reducido. Unos
se enfadaron, otros se burlaron y algunos se resignaron. Esa situación, aquí no
la vamos a tener. Entre las cosas malas hay muchísima que pueden acabar con
nuestras vidas. La falta de oxígeno, derrumbe, explosiones, etc. Hay una cosa
que no se puede perder en la vida y es la fe. Todos tenemos que tener fe en que
saldremos de aquí vivos. Extiendan las manos por las paredes cercanas tratando
de localizar alguna tubería de hierro.
— El
cinco. He encontrado una tubería.
— Muy
bien. Ahora trata de quitar la tapa de una cisterna y procura romperla contra
el piso. Una vez que lo logre toma un pedazo que sea ideal para golpear el tubo
de hierro. ¿Alguien sabe el código Morse? No importa. Número 5. Golpea el tubo
con tres toque pequeños, luego tres toques largos y vuelve a dar los tres
toques cortos. ¿Entendiste? Los demás a
imaginarnos como nos recibirán nuestros familiares.
Sobre los escombros dos hombres de una de las brigadas
de salvamento
— Bueno,
mañana será el último día de búsqueda. Manolo vigila que nadie entre a esta
área. Nos vemos mañana.
Manolo recorría el área asignada buscando algún
vestigio de vida entre la ruinas. Al pasar por un lugar, escuchó unos
golpecitos muy tenues. Después no los escuchó mas.
Cuando
llegó su jefe por la mañana le contó lo que había escuchado.
—Puede ser cualquier cosa, Manolo. En este silencio,
de noche, hasta una gota de agua puede producir ruido. A ver ¿Dónde escuchaste
el ruido?
— Aquí,
jefe.
Le
dijo Manolo una vez llegado al lugar. Observó una tubería. Tomó el pequeño
martillo que llevaba consigo y golpeó varias veces la tubería. Se incorporó y
se había distanciado del lugar apenas unos pasos, cuando escuchó los golpes.
¡No había dudas! Había alguien vivo allá abajo.
Los jóvenes atrapados quedaron cegados
cuando un rayo de luz penetró en el lugar. No se podían levantar de lo débil
que estaban, pero sonrieron cuando la luz iluminó sus rostros.
Una vez afuera, los periodistas
preguntaban.
—¿Cómo
pudieron mantener esa fe y la esperanza en ser rescatados?
— Todo
fue gracias al número seis. Él nos daba esperanza, nos contaba cosas y nos
ayudaba en concentrarnos en sobrevivir.
— Pero,
como el número seis si ustedes solo eran cinco.
Pcfa
Imagen de Angelo Giordano en Pixabay
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