miércoles, 11 de julio de 2018

El Taxista


                                                    El Taxista

El Taxi y  el autobús son los medios de locomoción con mas historias contadas. El tren,  avión y  barco también tienen historias, pero menos populares. Leyendo una historia contada por Kika Sureda me vino a la mente la época en que conducía un taxi allá en mi tierra natal.

  La Empresa necesitaba recaudar dinero para cumplir su Plan y nos dio la opción a los mecánicos, de conducir taxis fuera de nuestra jornada, una vez que los taxistas terminaran su horario, o sea, por la noche.

  La noche es el período más complejo de un día de veinticuatro horas. Pues en este horario ocurren cosas buenas y malas. Los novios contemplan la luna, las citas románticas ocultas, los cines, los bailes y además, cuando llega la madrugada, miles de litros de alcohol de distintos grados, se vacían.

  Esa noche, había recorrido trescientos metros de la Base, cuando un individuo hace señas para que lo recoja.. Apenas lo observé, antes de estacionar frente a él, enseguida pensé: “Se me jodió la noche”. Detuve el taxi y aquel hombre parado frente a la puerta, no entraba.

─ ¿Señor, no va a entrar?

─ No encuentro por donde se abre la puerta

 Salgo del auto y le abro la puerta. Entró sin mirarme, sin dar las gracias y sin poner el pie dentro del auto, cayó a la larga en el asiento trasero.

─Amigo, ¿Para dónde vá?

─ ¡Allá! ¡Dale pallá! – y levantaba el brazo y lo dejaba caer.

  Me siento al volante y cuando voy a poner en marcha el taxi oigo un ruido extraño. Miro para atrás y me doy cuenta que es el pasajero roncando. Pensé sacarlo del taxi por cualquier método, fuera convencional o sofisticado. No había abierto la puerta del conductor cuando oigo otro ruido. ¡El hombre vomitaba en abundancia! Me puse las manos en la cabeza cuando escucho una andanada de pedos que me hicieron salir a gran velocidad del auto. ¡Seguro se ha cagado!, pensé.

  Lo halé por los pies al tiempo que le gritaba: “¡Fuera de aquí, asqueroso!” Entonces como si hubiera resucitado, se levantó y me dijo: ¿Cuánto te debo?  Extrajo su billetera y me tiró en el suelo un billete de veinte pesos.

  Se limpió la cara con la parte de debajo de su camisa blanca y me dijo:

─ Me quejaré a la Empresa por no saber tratar a los clientes, por no saber la ruta de destino y por asqueroso.

 Le puse el retroceso al auto hasta la planta de fregado de la Base.

 Salí cabreado y a unos trescientos metros me encuentro al hombre acostado en medio de la vía. Pensaba seguir mi camino pero la conciencia me hizo acercarme y decirle:

─Amigo, salga de la vía. Lo van a tropellar. –respondió, sollozando.

─No me importa morir. Había bebido y gastado el dinero del sueldo, pero dejé veinte pesos para comprarle comida a mis hijos y se los dí a un taxista comemierda que no sabía conducir, ni conocía el pueblo ni un carajo.

 Eso fue una noche. Todas las noches tenían historias similares.

(pcfa)

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