ANGUSTIA DE UNA MADRE
Mientras se cocía los garbanzos, se sentó en
una butaca y encendió el televisor. Estaban transmitiendo el noticiero. La casualidad quiso que estuvieran entrevistando
al Jefe de la Policía Local. El oficial brindaba a los televidentes una
información aterradora. Se trataba del asesinato de una niña. La pequeña había
salido a buscar agua y no volvió a su casa. A los tres días, apareció su
cadáver cerca del río.
Miro por la ventana hacia la calle tratando de
divisar la figura de su hijo sin resultado alguno. El reloj marcaba las ocho y
treinta. La película había terminado por lo menos hacia media hora y el niño no
llegaba. Llamó por teléfono a varios amigos del niño y a sus tíos. Ninguno de
ellos había visto a Alberto. La mente se le había llenado de dudas y temores,
formando una mezcla que proporcionaba miedo, angustia, le faltaba el aire, sus
ojos se llenaban de lágrimas y el corazón quería salirse de su pecho. El reloj
de la pared, ajeno a la angustia de la mujer, seguía monótonamente moviendo el
secundario alrededor de su eje. ¡Once y media! ¡No podía más! Llamaría a la
Policía para notificarle la desaparición de su hijo. Sí, sabía que de momento
no iniciarían la búsqueda. Siempre piensan que el niño se fue con algún amiguito
o amiguita. Pero no importaba. Haría la denuncia y ella misma comenzaría la
búsqueda. Los temblores en el cuerpo y sobre todo en las manos, no le permitía
coger el teléfono. Después de angustiosos segundos, tan largos como el
miedo que sentía, logró tomar en sus
manos el teléfono. Una voz detrás de ella, la dejó inmóvil.
─Mamá,
tengo hambre.
─¿Por
qué llegas tan tarde?
─Mamá
no he salido. Al final la película no era tan buena y me acosté. ¿Por qué estás
tan nerviosa?
Marta se desmayó ante el asombro de su hijo.
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