LA LEYENDA DE SIERRA DE CASAS
Hace
alrededor de 120 años vivieron dos personajes en la entonces pequeña Nueva
Gerona que conformaron una leyenda.
Tingo
era un joven con discapacidad mental. Entre sus características estaba la de
deambular hasta altas horas de la noche por las calles y los alrededores del
pueblo y la otra, siempre hablaba de cosas y hechos inexistes. Nunca decía algo
que fuera totalmente cierto y los pobladores lo escuchaban con sonrisas y
algunos con burlas.
Gregorio
era un joven de unos treinta años muy dedicado a los ejercicios y su “biblioteca”
estaba llena de folletos de Charles Atlas que prometía cuerpos musculosos y
fuertes. Llegó en una goleta con apenas un jolongo y vivía sólo en un cuarto
alquilado cerca del río Las Casas. No se relacionaba con nadie, encargaba la
comida a una fonda y no iba a ninguna parte, a no ser pasear por la orilla del
río hasta la playa.
Casi
con la llegada de Gregorio la gente comenzó a decir que en la cima próxima a
Nueva Gerona, podía verse en las noches de luna llena, la figura de una mujer y
cuando había viento su cabellera ondeaba como las hojas de una palmera.
Una
noche de hermosa luna, Tingo paseaba por los alrededores del pueblo cuando vio
que Gregorio se dirigía hacia la loma y
lo siguió. Cuando llegó arriba observó escondido, a una mujer desnuda y
brillante. Su cabellera larguísima y de sus ojos salía chispas. Miró como
Gregorio se acercó a ella lentamente, se abrazaron y se dieron un beso largo
hasta que de pronto apareció una densa niebla, ocultándolos e imposibilitando
de ver nada más. Cuando la niebla se disipó, no había nadie.
Eso
lo contó muy temprano en un mesón. Por supuesto, nadie lo creyó, pero Gregorio
desapareció, como también desapareció la figura de la mujer en la cima de la Sierra
de Casas.
A
pesar de los años transcurridos, hay personas que aún miran hacia la loma en
las noches de Luna Llena.
Pcfa
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