El Amor que no Murió
He
pasado por tu casa. Estaba con todas las luces apagadas y el perro de siempre,
no me ladró. Me recosté a la pared del bar de la esquina y comenzaron a volar
los pensamientos, como vuelan las gaviotas en la playa.
Aquella
mañana, como esta noche, paseaba por esta calle cuando me llegó el aroma de las
flores y siguiendo a una mariposa, llegué hasta tu jardín. Tenías una rosa en
tus manos, sin arrancarla, como debe ser y la contemplabas con esa mirada de
novia o de madre que en definitiva son miradas de amor. No quería romper esa
escena tan hermosa donde no se sabe cuál es la rosa y cuál es la mujer, sin
embargo, me miraste. Fue en ese instante que supimos que nuestros corazones
iban a unirse un día. Sonrió la inocencia y sonrío el caballero que te
observaba. Seguí mi camino sin saber que casi toda la vida iba a seguir
caminando, una veces con llagas en los pies, otras veces tropezando, pero
siempre en el camino, cubierto de polvo o de lodo, bajo la lluvia o el Sol.
Recuerdo
cuando nos casamos a escondidas, sin curas ni notario, solo con la bendición de
un Dios. Nos buscaron, como los perros sabuesos detrás de la liebre, hasta que
un día encerraron mi paloma y la llevaron al palomar. Quedé destrozado, como la
golondrina que no pudo con la tormenta y cayó. Comencé a llorar. No tanto por
mí, como por ti. Yo al menos estaba libre, pero tú estabas prisionera.
Halcones prohibían mi entrada al pueblo
pero no pudieron prohibir nuestro amor. Siempre intercambiamos cartas por distintos
medios, sin saber que en cada misiva se fortalecía el amor, pero se nos iba la
vida. El tiempo pasaba y nos hicimos viejos y así volvimos a retomar nuestro
amor. Pobre de aquellos que piensan que el amor verdadero se puede eliminar
como se elimina una basura o algo indeseable. El amor puede ser tan fuerte como
la coraza de un tanque de guerra.
Luego sonreí, llegué hasta el jardín
abandonado donde te conocí y una luz misteriosa me señaló una rosa, esta rosa
que te he traído, mi amor.
Pcfa
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