sábado, 23 de noviembre de 2019

¡Dónde está Catalina?



                            ¿Dónde está Catalina?



Fernando trabajaba, como soldador, en una fábrica de bombonas para gas. El trabajo era agotador y al terminar la jornada se tomaba dos cervezas en un bar cerca de la fábrica. Al llegar a casa, Catalina lo esperaba con un rosario de quejas y lo ofendía de mala manera. Todos los días se podía escuchar algo parecido a esto:

–¡No te sientes en los muebles! Eres un asqueroso, no haces nada en la casa. Hay que pintar, arreglar el grifo del baño y nada, no haces nada. El colmo, el estante que está en el lavadero, roto desde hace un año y tú, siendo soldador, no lo arreglas.

Un viernes Fernando  bebió más de lo debido. Hasta el lunes no tenía que trabajar. Llegó a su apartamento y se tiró en el sofá de la sala sin oír el escándalo que le formó su esposa. De madrugada se levantó y estuvo trabajando todo el sábado, intrigando a sus vecinos por el ruido y por no escuchar la voz chillona de Catalina.

Aquel domingo se respiraba un aire de paz en aquel edificio como no había ocurrido desde hacía varios años. Cuando Fernando fue a comprar el pan, algunos vecinos, le preguntaron por Catalina y entonces una tímida lágrima se asomaba en sus pestañas mientras contestaba que lo había abandonado.

Los años pasaron. Fernando se encontraba esperando el final de su vida padeciendo una enfermedad terrible en una Residencia para ancianos. La última noche de su vida, sintió en el rostro un viento suave y frío. Abrió los ojos pensando que la ventana estaba abierta y para su asombro, ante él se encontraba Catalina. ¡No podía ser! Debía ser una alucinación, pensó.

–Pensé que eras tonto – dijo Catalina con su voz de pito y continuó– ¡Qué bien lo hiciste! Los vecinos escuchaban mis refriegas y sabían que no era posible que viviéramos juntos mucho tiempo. Era normal que se tragaran la versión de abandono. ¿Desde cuándo habías planeado eliminarme? Te robaste una a una las bombonas y las guardaste. Cortaste aquellas cuatros bombonas por las soldaduras, las rellenaste con trozos de mi cuerpo, las volviste a soldar y la pintaste de nuevo. ¿Quién va a sospechar que mis restos están ahí? Ahora vas para donde estoy yo y ahí, no podrás inventar nada para deshacerte de mí.

El cuerpo sin vida de Fernando fue encontrado en el piso de la habitación. Su rostro era una máscara de horror.





Pedro Celestino Fernandez Arregui










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