MIKI Y
MAKI
Miki y Maki
eran dos ratoncitos gemelos que vivían en una localidad del sur de Francia. Se
distinguían por ser muy imaginativos como suelen ser todos los pequeños pero,
además, les gustaba conocer, aprender y eso es una cualidad muy buena. José
Martí, el Apóstol cubano, decía “El niño ha de
trabajar, de andar, de estudiar, de ser fuerte, de ser hermoso: el niño puede
hacerse hermoso aunque sea feo; un niño bueno, inteligente y aseado es siempre
hermoso.”
Un día se les ocurrió una idea.
—Maki vamos a explora el Mundo.
—Je je. ¿Andando? ¿Con nuestras paticas cortas?
Tendríamos que buscar algo menos fatigoso.
—¡Esa es la idea! Lo tengo todo en mi cabeza. Vas a
ir a la cocina a recoger queso, cuatro rodajas de cebolla y los palillos largos
que los humanos lo utilizan para eso que llaman PINCHOS. Yo iré al huerto.
—¡Yupi! Mi hermano será un Einsten ratonil.
Miki se apareció con dos grandes hojas de maíz. Una
de ellas, al tener forma de canoa, era la base principal a la que le agregaron
las cuatro rodajas de cebollas, dos delante y dos detrás unida por los
palillos, o sea, como si fuera un automóvil. Con la otra hoja y los palillos
restantes armaron una vela.
—¡Mamá, nos vamos de viaje! Dijeron emocionados al
instante los dos hermanos.
—Hijos ¿Ustedes saben lo que hacen? ¿Los peligros
que hay afuera? ¿Los gatos callejeros que son los muy peligrosos porque tienen
mucha hambre?
—Madre, tu hijos son valientes y decididos. Ya te
contaremos cuando regresemos.
Salieron en su curioso y rústico móvil impulsados
por el viento mientras la madre, como todas las madres, quedaba angustiada.
—Mira hermano que lindas flores—decía Miki.
—Ese arroyo con agua transparente que
preciosidad—decía Maki.
Así disfrutando de las cosas bellas de la
Naturaleza andaban sin darse cuenta que la noche les caía encima, De pronto
ante ellos apareció un enorme gato y de un zarpazo le rompió la vela. Temblaban
de miedo. Se abrazaron llorando y recordando las advertencias de su madre. No
volverían a ver a sus padres, a sus amiguitos ni a su confortable madriguera.
Esperaban de un momento a otro ser la cena de aquel horrible felino. Pasaron
unos minutos angustiosos y no pasaba nada. Entonces, abrieron los ojos, muy
despacio, y ante ellos estaba el gato pero con una de sus patas delanteras
empujó hacia ellos un auto de juguetes que funcionaba con pilas. Sorprendidos y
locos de alegría se abalanzaron sobre el gato y lo besaron cerca de su bigote.
Rápidamente se pusieron en marcha hacia su casa. No importaba que les cogiera
la noche porque el nuevo auto tenía luces.
Aquella noche nadie durmió y los demás no creían la
historia contada por Miki y Maki. Siempre debemos pensar que en la vida hay
buenos y malos y que no todos son malos ni todos son buenos.
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