miércoles, 8 de enero de 2020

El Asesinato de Joel Parra




                          El asesinato de Joel Parra


Estaba en el Club de Pesca desde las nueve de la noche. La ingesta de bebidas alcohólicas, los bailes y las risas mostraban un escenario de alegría, sin embargo, Joel Parra, acompañado de un pescador muy amigo suyo,  a pesar de reír y conversar con él, tenía una gran preocupación. No le había dicho a nadie que había recibido una carta amenazadora y esa carta podía haber sido escrita por algunos de los que compartían esa noche con él. En su mente tenía impresa, la amenaza; “Todas las noches voy al Club de Pesca y el día que tú vayas, te voy a matar”

No podía concentrarse en la conversación con su amigo, pues trataba de adivinar quién podía ser el autor de la carta.

Había tres parejas bailando. Arturo, hijo de un importante comerciante del pueblo, bailaba con Amelia, una hermosa rubia de ojos claros y sonrisa alucinante, hija de un norteamericano que poseía una hacienda cerca de McKinley. Nunca le había hablado aunque siempre le miraba con cierto aire de superioridad. A lo mejor porque él era un simple dependiente de una tienda de ropas, pensó. Guillermo, mulato fornido estibador del muelle, bailaba con Teresa un preciosa negra descendiente de caimaneros. Era muy buena persona. El taxista Ronualdo, vecino de Santa Fé que bailaba con Lucía, la mejor de las bailarinas y sobrina del dueño de un Motel. Del taxista se decía que era estafador, pero incapaz de pelear y menos matar a alguien. En la esquina del mostrador y frente a un sábalo de adorno en la pared, el dependiente, un joven descendiente de una de las mas viejas familias pineras,  conversaba con Edmundo, peón de uno de los ganaderos  ricos de la Isla. Edmundo regresaba de hacer unas compras en el pueblo y quiso tomarse una cerveza antes de seguir hacia su casa, cerca del autocine. Tenía fama de ser buen trabajador pero de mal genio. Frente a la vitrola se encontraba Francisco, hijo del dueño de un tejar. Pancho, como era conocido, vivía cerca del Club y todas las noches acudía a darse unos tragos. No trabajaba y siempre estaba buscando pleitos.

A la una de la madrugada, luego que todos se habían marchado, salieron Joel y su amigo. El dependiente escuchó cuando su amigo le dijo,  “Ahora para allá te toca remar” y los vio bajar la escalera de madera que conducía al río.

Al siguiente día, unos niños que nadaban en el río, cerca del puente basculante de Nueva Gerona, se horrorizaron al ver a un hombre atado en una de las columnas del puente, con el rostro ensangrentado.

La policía identificó a la víctima como Joel Parra. Al encontrar la nota amenazadora, en un bolsillo de su pantalón, decidieron abrir la investigación con aquellos que esa noche estuvieron en el Club de Pesca.

El primer sospechoso fue el pescador. Sin embargo, el Vigilante nocturno de la Fábrica Procesadora de Langosta, junto al puente, en la margen occidental del río Las Casas, afirmó haberlos visto desembarcar junto a la Fábrica. Joel y su amigo habían tomado la calle hacia Pueblo Nuevo, lugar donde vivía el pescador y a los diez o quince minutos, observó a Joel cruzar el puente abrazado a una mujer. El vigilante no pudo identificar a la mujer que lo acompañaba.

La policía se preguntaba: ¿Quién puede ser el asesino?



Había que identificar a la mujer que había estado con él y entrevistar a los presentes en el Club de Pesca. Las entrevistas no arrojaron nada positivo para la investigación y todos tenían sendas coartadas, sin embargo las mujeres fueron citadas para esa noche para una a una,  cruzar el puente con un agente,  con la intención de que el testigo de la factoría de pesca pudiera identificar el parecido con la misteriosa mujer. El hombre no pudo establecer semejanza alguna con la que él había visto esa noche, pero el agente que acompañó a las mujeres, notó cierto nerviosismo en una de ellas. Lucía Castro pasó a ser centro de la investigación. Se le hizo un severo y extenso interrogatorio hasta que no pudo más y confesó.

Fredesbinda, un mujer muy querida y respetada por sus vecinos, era esposa de un Capitán de barco. Joel Parra un día fue a visitar a un amigo que vivía frente a la vivienda de la esposa del Capitán y desde el primer momento se enamoró perdidamente de ella. La ausencia del esposo y la soledad hizo que pasado unos días y ante los detalles caballerosos y simpatía del joven, cayera en sus brazos. Él la amaba con todo su corazón y comenzaron a verse de madrugada, cuando la ciudad dormía en su casa situada en el Palmar, al cruzar el puente, donde vivía solo.

La infidelidad llegó al oído del Capitán que decidió quitarle la vida a Joel. Para lograr su objetivo contrató a Ignacio, un exmilitar que trabajaba como mecánico en el aserrío y que había conocido como mecánico naval. Este sicario le dijo a Fredesbinda que iba a matar a su Don Juan pues su marido le había pagado bastante, pero si estaba con él, no le haría nada. Ella se negó y pensaba que él se lo había dicho para que cediera.

Fredesbinda Castro tenía mucha confianza con su hermana y le contó todo. Lucía se arrepentía entre sollozos de no haber informado a la policía por miedo.

Se pudo saber que el asesino no había acudido al Club de Pesca, pero sabía que cuando Joel iba, lo hacía con su amigo el pescador, en su bote. Todas las noches vigilaba si salían o no, desde la orilla opuesta a la Fábrica Procesadora de Langosta. Cuando Joel regresó de llevar a su amante, Ignacio se cruzó intencionadamente con él y lo golpeó con un pesado martillo en la cara e inmediatamente lo llevó hasta los bajos del puente, lo ató y le propinó varios golpes en la cabeza. Lanzó el martillo al agua y se fue sin ningún remordimiento a su casa.

Ignacio Pérez fue sentenciado a cumplir cadena perpetua en el Presidio Modelo y el Capitán sentenciado a treinta años de cárcel en el mismo presidio.

La señora Fredesbinda Castro, al verse envuelta en un escándalo que hacía pedazos, su moral y reputación como mujer fiel, se suicidó pocos meses después, cerca del puente.



Nota: El suceso y los personajes son de ficción.



 Autor: Pedro Celestino Fernandez Arregui






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