miércoles, 24 de julio de 2019

Accidente en el Golfo



                                         Accidente en el Golfo

La Terminal Marítima de Nueva Gerona estaba abarrotada de personas que deseaban viajar, pero las capacidades de las embarcaciones, eran limitadas. Muchos esperaban que hubiera fallos y se mantenían atentas en su lista de espera. Marta necesitaba embarcar en la próxima y última Kometa, nombre de los hidrodeslizadores que operaban entre Nueva Gerona y el puerto de Batabanó.
–Mario, por favor, necesito irme en esa lancha. Mi hija se casa esta noche y no he podido obtener  un pasaje desde hace tres días.
–¡No te preocupes! Tú sabes que ustedes para mí son familia. Nos conocemos desde que era muy pequeño. Lo que te vas a tener que acomodar donde quiera porque asientos, no habrá.
–Como si tengo que ir las dos horas de pie.
Los pasajeros comienzan a abordar la embarcación. Pedro y Samuel están en la fila para entrar.
–¡Al fin, hermano! Nos vamos para la capital. Todavía te quedan dos días de vacaciones.
–Sí, Pedro, pero tenemos que hacer muchas cosas en la casa. Recuerda que la “vieja” nos dijo que veníamos para la Isla pero había que arreglar un poco el patio.
–Eso lo resolvemos en dos horitas y a descansar.
Un poco mas atrás, casi al final, un señor de unos cuarenta años, mostraba preocupación en su rostro. Había venido a tratar de reconciliarse con su exmujer. Había quedado decepcionado al ver que ella tenía una pareja y que se amaban. La culpa había sido de él. Siempre llegaba borracho y tenía fama de mujeriego. Su madre le decía, “Arturo ocúpate mas de tu mujer y deja la bebida”, pero él no hacía caso. Esa etapa la había cerrado y quería comenzar una nueva vida. Había dejado el alcohol y quería formar un verdadero hogar. Por tal motivo había viajado a la Isla y ahora regresaba decepcionado.
Todos los pasajeros se acomodaron en sus respectivos asientos, menos Marta que se sentó en un banco junto a la cafetería, en la popa.
La embarcación se deslizó por el río, silenciosamente, ante las miradas de algunos pescadores aficionados sentados en el muro de la avenida que bordeaba el río. Escasos minutos después rebasaba la desembocadura y comenzaba a elevarse para deslizarse con sus patines por el mar.
Una vez cruzada lo que llamaban “La Pasa”, los pasajeros comenzaban a acomodarse en sus respectivos asientos, algunos salían al Puente de Cubierta para observar el mar, unos leían el periódico o alguna novela. Los niños no dejaban de hacer preguntas. Dos jóvenes, sentadas a estribor conversaban sobre sus respectivos novios sin ningún recato. Tres hombres hablaban sobre las medidas tomadas por la Empresa y un joven, sentado al lado de una hermosa chica, trataba de enamorarla. Ella le sonreía, pero no se veía interés por el muchacho. Otros habían acudido a la popa a beber cerveza o refresco, entre ellos, Pedro y Samuel.
–En el Puente de Mando todo era alegría. Ese día habían entregado las botellas de ron y cerveza asignadas para “Gastos de Representación”. Así, mientras la lancha se deslizaba por el Golfo de Batabanó, las cervezas y el ron se fueron terminando.
–El equipo de la Isla no va a quedar en un buen puesto. Son indisciplinados y beben muchos –había dicho el Maquinista
–No te creas, ahora tiene un buen entrenador. –dio el Capitán
–Debíamos estar cruzándonos con la Kometa III que va para la Isla – dijo un marinero de abordo.
–Tú sabes cómo es eso. Igual vienen atrasados. Ellos siempre salen atrasados –dijo el Capitán.

En la kometa III, los tripulantes también  disfrutaban de las bebidas de “cortesía”
–¡Qué raro no hayamos tropezado con la Kometa II! ¿No ves nada Nacho? –dijo el Capitán.
–Ya aparecerán. Vamos a terminar la botella esa que después tenemos que prestar mucha atención a la navegación –diciendo esto un tripulante, llenó los vasos de los demás.
En el salón, todo era normal. La hidromoza paseaba entre los pasajeros, observando por si acaso había alguien fumando u otra cosa que infringiera las normas establecidas.
En el puente de mando, han dejado la botella en el suelo y de pronto ven a escasos metros la Kometa II.
–¡Rolo, para!– se escuchó decir al Capitán.
El impacto ha sido brusco. La hidromoza cae al suelo y algunos pasajeros salen despedidos de sus asientos y el apacible salón de pasajeros se convierte en una mezcolanza de equipajes y personas. Se escuchan gritos y en los rostros se dibuja el terror y el dolor.

En la Kometa II, los tripulantes han ocupados sus puestos. El Capitán ve como se les encima el otro deslizador.
–¡Negro, todo a estribor, coño!
El giro brusco y el fuerte golpe, expulsa de sus asientos a los pasajeros. Hay varios heridos. Inmediatamente, una abuela le pone un pañuelo en una herida en la frente a su nieto, una mujer grita de dolor en el suelo y otros gritan sin saber por qué.
La Kometa III se les ha encimado. Barre toda la popa cegando la vida de los dos hermanos y arrojando al mar a Marta. En el baño estaba el cuerpo sin vida de Arturo.

Autor: Pedro Celestino Fernández Arregui

Nota: Este accidente ocurrió en el año 1986 cerca de Cayo Cruz. Los nombres de las personas y los números de las embarcaciones, así como la historia contada de los personajes es ficción. Lo real es el accidente y la muerte de cuatro personas.





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