Accidente en el
Golfo
La Terminal Marítima de Nueva Gerona
estaba abarrotada de personas que deseaban viajar, pero las capacidades de las
embarcaciones, eran limitadas. Muchos esperaban que hubiera fallos y se
mantenían atentas en su lista de espera. Marta necesitaba embarcar en la
próxima y última Kometa, nombre de los hidrodeslizadores que operaban entre
Nueva Gerona y el puerto de Batabanó.
–Mario, por favor, necesito irme en esa
lancha. Mi hija se casa esta noche y no he podido obtener un pasaje desde hace tres días.
–¡No te preocupes! Tú sabes que ustedes
para mí son familia. Nos conocemos desde que era muy pequeño. Lo que te vas a
tener que acomodar donde quiera porque asientos, no habrá.
–Como si tengo que ir las dos horas de
pie.
Los pasajeros comienzan a abordar la embarcación.
Pedro y Samuel están en la fila para entrar.
–¡Al fin, hermano! Nos vamos para la
capital. Todavía te quedan dos días de vacaciones.
–Sí, Pedro, pero tenemos que hacer muchas
cosas en la casa. Recuerda que la “vieja” nos dijo que veníamos para la Isla
pero había que arreglar un poco el patio.
–Eso lo resolvemos en dos horitas y a
descansar.
Un poco mas atrás, casi al final, un señor
de unos cuarenta años, mostraba preocupación en su rostro. Había venido a
tratar de reconciliarse con su exmujer. Había quedado decepcionado al ver que
ella tenía una pareja y que se amaban. La culpa había sido de él. Siempre
llegaba borracho y tenía fama de mujeriego. Su madre le decía, “Arturo ocúpate
mas de tu mujer y deja la bebida”, pero él no hacía caso. Esa etapa la había
cerrado y quería comenzar una nueva vida. Había dejado el alcohol y quería
formar un verdadero hogar. Por tal motivo había viajado a la Isla y ahora
regresaba decepcionado.
Todos los pasajeros se acomodaron en sus
respectivos asientos, menos Marta que se sentó en un banco junto a la
cafetería, en la popa.
La embarcación se deslizó por el río,
silenciosamente, ante las miradas de algunos pescadores aficionados sentados en
el muro de la avenida que bordeaba el río. Escasos minutos después rebasaba la
desembocadura y comenzaba a elevarse para deslizarse con sus patines por el
mar.
Una vez cruzada lo que llamaban “La Pasa”,
los pasajeros comenzaban a acomodarse en sus respectivos asientos, algunos
salían al Puente de Cubierta para observar el mar, unos leían el periódico o
alguna novela. Los niños no dejaban de hacer preguntas. Dos jóvenes, sentadas a
estribor conversaban sobre sus respectivos novios sin ningún recato. Tres
hombres hablaban sobre las medidas tomadas por la Empresa y un joven, sentado al
lado de una hermosa chica, trataba de enamorarla. Ella le sonreía, pero no se
veía interés por el muchacho. Otros habían acudido a la popa a beber cerveza o
refresco, entre ellos, Pedro y Samuel.
–En el Puente de Mando todo era alegría.
Ese día habían entregado las botellas de ron y cerveza asignadas para “Gastos
de Representación”. Así, mientras la lancha se deslizaba por el Golfo de
Batabanó, las cervezas y el ron se fueron terminando.
–El equipo de la Isla no va a quedar en un
buen puesto. Son indisciplinados y beben muchos –había dicho el Maquinista
–No te creas, ahora tiene un buen
entrenador. –dio el Capitán
–Debíamos estar cruzándonos con la Kometa III
que va para la Isla – dijo un marinero de abordo.
–Tú sabes cómo es eso. Igual vienen
atrasados. Ellos siempre salen atrasados –dijo el Capitán.
En la kometa III, los tripulantes
también disfrutaban de las bebidas de
“cortesía”
–¡Qué raro no hayamos tropezado con la
Kometa II! ¿No ves nada Nacho? –dijo el Capitán.
–Ya aparecerán. Vamos a terminar la botella
esa que después tenemos que prestar mucha atención a la navegación –diciendo
esto un tripulante, llenó los vasos de los demás.
En el salón, todo era normal. La hidromoza
paseaba entre los pasajeros, observando por si acaso había alguien fumando u otra
cosa que infringiera las normas establecidas.
En el puente de mando, han dejado la
botella en el suelo y de pronto ven a escasos metros la Kometa II.
–¡Rolo, para!– se escuchó decir al
Capitán.
El impacto ha sido brusco. La hidromoza
cae al suelo y algunos pasajeros salen despedidos de sus asientos y el apacible
salón de pasajeros se convierte en una mezcolanza de equipajes y personas. Se
escuchan gritos y en los rostros se dibuja el terror y el dolor.
En la Kometa II, los tripulantes han
ocupados sus puestos. El Capitán ve como se les encima el otro deslizador.
–¡Negro, todo a estribor, coño!
El giro brusco y el fuerte golpe, expulsa
de sus asientos a los pasajeros. Hay varios heridos. Inmediatamente, una abuela
le pone un pañuelo en una herida en la frente a su nieto, una mujer grita de
dolor en el suelo y otros gritan sin saber por qué.
La Kometa III se les ha encimado. Barre
toda la popa cegando la vida de los dos hermanos y arrojando al mar a Marta. En
el baño estaba el cuerpo sin vida de Arturo.
Autor: Pedro Celestino Fernández Arregui
Nota: Este accidente ocurrió en el año
1986 cerca de Cayo Cruz. Los nombres de las personas y los números de las
embarcaciones, así como la historia contada de los personajes es ficción. Lo
real es el accidente y la muerte de cuatro personas.
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