El Destino del Cofre
Nadie
sabía nada de aquel hombre. Los rumores más escuchados se referían a él como un
español preso y que había sido liberado para formar parte de una embarcación
que llegó a La Habana cargado de hombres para colonizar la Isla. Los vecinos
del caserío de Batabanó comentaban que era un hombre muy malo, sin escrúpulo. Lo
había demostrado en varias ocasiones abusando de los más débiles, pero sobre
todo con su mujer e hijo. Las palizas propinadas a la mujer, estando embarazada,
dicen que fue la causa para que Sebastián saliera con ciertos problemas
mentales. Don Manuel no sabía que su hijo no hablaba y no se dio cuenta hasta
que este llego a cumplir cinco años. Montó en cólera porque su mujer se lo
había ocultado y sin pensarlo contrató a dos delincuentes para que se llevaran
a la madre con su hijo para un lugar apartado de la Colonia Reina Amalia. Había
escogido ese lugar porque sabía que esa isla se encontraba casi abandonada y
les iba a ser difícil su supervivencia. Les dijo que cuando cumplieran con su
trabajo les pagaba, pero tenía un plan perfecto para asesinarlos cuando regresaran.
Su plan se cumplió y declaró a las autoridades que los delincuentes intentaron
robarle.
Los
sicarios, al divisar la Sierra de Casas, se dirigieron al oeste, dejaron su
carga humana en la desembocadura de Río Del Medio y regresaron para caer en las
garras del asesino que los había contratado.
Madre
e hijo quedaron solos en un terreno desconocido y sin abrigos ni alimentos.
¡Era difícil que sobrevivieran! Aquella mujer llena de heridas, contusiones y
huesos rotos causados por Manuel no le permitía andar y el pobre niño se
refugiaba en los brazos de su madre buscando protección.
–¡Ustedes
dos! ¡Cojan el cofre y llévenlo para el bote! Recuerden llevar las
herramientas.
Los
hombres cumplieron con el mandato del Capitán bajo las miradas desconfiadas de
la tripulación.
Una
vez en tierra comenzaron a cavar. La tierra era blanda y por eso terminaron
pronto la faena. Depositaron en el fondo del agujero el pesado cofre y acto
seguido cayeron tendidos sobre él a recibir sendos fogonazos salidos de la
pistola empuñada por el Capitán. Le pareció oír un pequeño ruido en el bosque,
pero lo atribuyó a animales salvajes. Éste cubrió los cadáveres y el cofre. Una
vez en el bote, lanzó las palas al agua y diría a sus hombres que feroces
cocodrilos habían terminados con las vidas de sus compañeros y por suerte, pudo
escapar.
Matías
era un pobre hombre que vivía solo en una choza construida de hierbas en un
paraje solitario. En las solitarias noches amenizadas con los cantos de las
aves nocturnas y los insectos, recordaba con lágrimas en los ojos, su triste
pasado. Recordaba su trabajo como agricultor en los terrenos del Conde
Torrevieja. Recordaba aquella sequía en la que no pudo pagar el diezmo y le
quemaron su hogar con su mujer y dos hijos dentro. Recordaba las peripecias
realizadas para venir de polizonte en un barco y luego a trabajar forzado
cuando fue descubierto. Logró llegar a la Colonia Reina Amalia con el único
deseo de pasar sus últimos años de su vida acompañado de sus recuerdos en plena
naturaleza.
Esa
mañana salió a revisar las trampas que tenía en distintos lugares y la jaula para
capturar peces. Faltaba pocos metros para llegar al río cuando vio un bulto
extraño como de un animal. Se quedó pasmado cuando pudo ver que se trataba de
un niño abrazado al cuerpo inerte de su madre. A su mente acudieron los
recuerdos de su mujer e hijos. El niño al oír los pasos del hombre se asustó y
temblaba como un animalito indefenso. Con dulces palabras logró calmarlo y ante
los ojos llenos de lágrimas del pequeño, abrió como pudo un hueco en la tierra
para enterrar a la mujer. Fue hasta el río y sacó los peces de la jaula. Había
aprendido a hacer fuego como los indios y preparó la cena a base de pescado asado.
Después de comer el niño le hizo señas a Matías para que lo siguiera y le enseñó
un lugar en el suelo donde había señales de tierra removida.
–Señor
Gutiérrez, tengo el gusto de comunicarle que su hijo ha aprobado todos los exámenes
con la máxima puntuación. Le recomiendo lo lleve a la Madre Patria y lo
matricule en una Universidad.
–¡Gracias!
Este mes lo llevaré.
Apenas
podía andar. Dos sirvientes lo transportaban en una silla y lo situaban en la
primera fila del Teatro. Los premios se iban repartiendo.
–El
Premio Especial es para el Doctor en Física, el Señor Matia Gutiérrez
Gutiérrez.
Los
aplausos retumbaron en todo el recinto y Matia no podía contener sus lágrimas.
El
recién graduado Doctor, tomó su trofeo, bajo del escenario y se dirigió al
anciano. Le entregó el trofeo y lo abrazó con el mismo emotivo de los abrazos.
Autor: Pedro Celestino Fernández Arregui
Autor: Pedro Celestino Fernández Arregui
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