jueves, 27 de diciembre de 2018

El Agujero de Samuel





                                         El Agujero de Samuel

  Aquel día la vio y quedó impresionado por su belleza y figura. Luego siguió pasando frente a su casa y siempre estaba asomada a la ventana.

  Al principio ella no lo miraba, pero un día lo miró y le sonrió. Sintió un flechazo en su corazón. Cupido, al final, había tenido muy buena puntería.

  El padre de la joven era considerado un ser repugnante y temible a la vez. Decían las malas lenguas que había enterrado a mas de uno y quizás por eso, le temían. Él era la ley en toda aquella zona y no había policía que se acercara por allí.

  Don Francisco sorprendió a su hija sonriéndole al joven cuando este se dirigía al trabajo y con paso largo, le puso una de sus manos grandes y le hizo voltearse. De los ojos de Don Francisco salían chispa que se clavaron en los ojos de aquel muchacho tembloroso y débil. Con voz alta y gruesa, le gritó a escaso centímetros de su rostro: “Si te veo pasar de nuevo por aquí, te mato.”

  Samuel no podía renunciar a poder ver a la preciosa muchacha. Era imposible poder observarla desde el lugar donde vivía. Una lengua rocosa salía de la costa y se adentraba en el mar impidiendo ver la casa de la joven.

  El amor es mas fuerte que las bestias, el terror, el infierno y siempre peleará como Dios contra los demonios. Armado de cincel y martillo, comenzó la obra. Tenía que hacer un gran agujero en las rocas.

  Pasaron los días, los meses, los años, hasta que un día, el último pedazo de roca cayó al mar. Saltó de alegría y corrió para su casa. Se sentó cómodamente en el portal y tomó sus binoculares. Allí estaba, frente a su casa. ¡Tan bella como siempre! Un escalofrío recorrió su espalda cuando observó la llegada de un auto. Un hombre salió del mismo y se dirigió hacia ella. Se dieron un beso eterno, de esos que hacen olvidar el tiempo. Don Francisco salió al encuentro de ellos y estrechó la mano del señor. Ella se introdujo en el auto y se fue.

  Samuel bajó lentamente los binoculares y sus ojos se humedecieron.

  Al día siguiente unos pescadores divisaron a un hombre ahorcado en el agujero. ¡Era Samuel!

pcfa  




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