El Agujero de
Samuel
Aquel día la vio y quedó impresionado por su
belleza y figura. Luego siguió pasando frente a su casa y siempre estaba
asomada a la ventana.
Al principio ella no lo miraba, pero un día
lo miró y le sonrió. Sintió un flechazo en su corazón. Cupido, al final, había
tenido muy buena puntería.
El padre de la joven era considerado un ser
repugnante y temible a la vez. Decían las malas lenguas que había enterrado a
mas de uno y quizás por eso, le temían. Él era la ley en toda aquella zona y no
había policía que se acercara por allí.
Don Francisco sorprendió a su hija
sonriéndole al joven cuando este se dirigía al trabajo y con paso largo, le
puso una de sus manos grandes y le hizo voltearse. De los ojos de Don Francisco
salían chispa que se clavaron en los ojos de aquel muchacho tembloroso y débil.
Con voz alta y gruesa, le gritó a escaso centímetros de su rostro: “Si te veo pasar de nuevo por aquí, te
mato.”
Samuel no podía renunciar a poder ver a la
preciosa muchacha. Era imposible poder observarla desde el lugar donde vivía.
Una lengua rocosa salía de la costa y se adentraba en el mar impidiendo ver la
casa de la joven.
El amor es mas fuerte que las bestias, el
terror, el infierno y siempre peleará como Dios contra los demonios. Armado de
cincel y martillo, comenzó la obra. Tenía que hacer un gran agujero en las
rocas.
Pasaron los días, los meses, los años, hasta
que un día, el último pedazo de roca cayó al mar. Saltó de alegría y corrió
para su casa. Se sentó cómodamente en el portal y tomó sus binoculares. Allí
estaba, frente a su casa. ¡Tan bella como siempre! Un escalofrío recorrió su
espalda cuando observó la llegada de un auto. Un hombre salió del mismo y se
dirigió hacia ella. Se dieron un beso eterno, de esos que hacen olvidar el
tiempo. Don Francisco salió al encuentro de ellos y estrechó la mano del señor.
Ella se introdujo en el auto y se fue.
Samuel bajó lentamente los binoculares y sus
ojos se humedecieron.
Al día siguiente unos pescadores divisaron a
un hombre ahorcado en el agujero. ¡Era Samuel!
pcfa
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