Los
Pobres
Un día, un joven campesino se encontraba
descansando, sentado en el tronco de un árbol caído. Había limpiado de malas
hierbas la siembra y el sudor le corría por la frente y le empapaba la camisa.
Estaba mirando fijamente al horizonte y
pensando en su vida. Había nacido pobre,
seguiría pobre y moriría pobre, porque según él, el que nace para pobre, la
pobreza se le viene encima.
No se había percatado en la llegada de un
anciano que apoyado en un cayado, lo observaba fijamente.
–¡Perdona, señor! No lo había visto.
–¿Por qué esa tristeza?
–Señor, la vida es una basura. He nacido
en un país pobre, de padres pobres y mis hijos serán pobres.
–No, hijo. No sabes lo que es ser pobre.
¿Crees que lo sabes?
–Pobres son esos que no tienen donde
caerse muerto, no tienen ropa, ni comida y algunos sin techos.
–Esos no son pobres. Carecen de cosas,
pero si son alegres, si disfrutan cada minuto de la vida, si saben sonreír,
ayudar al prójimo y amar a la familia, esos no son pobres. Pobres son aquellos
que no carecen de nada y están amargados, tristes, pensando en ganar mas dinero
o pagar las deudas. Aquellos que en años no se comunica con su familia porque
no tienen tiempo. ¡Esos, sí son pobres! Al igual que los países donde sus
habitantes son felices por las mismas razones antes expuestas. Pobre no es el
país que vive en la pobreza. Pobre es el país cuya ideología convierte en
pobres a sus ciudadanos y los obliga a cometer locuras. Pobres fueron los
alemanes que se vieron envueltos en la ideología del nazismo aún cuando era un
país rico, pero esa ideología los llevó a la guerra. Eso es un ejemplo, joven.
Hay miles de ejemplos donde se demuestra lo que te he dicho sobre la pobreza.
Hay muchos como tú que serían felices por tener tu trabajo, tener tu familia y
vivir con su mente libre.
El
joven había escuchado atentamente al anciano, con su mirada fija en el suelo.
Cuando no lo escuchó, levantó la vista y miró a su alrededor buscando al señor
que tan amablemente le había dado una idea de lo que era ser pobre. Había
desaparecido, pero sus palabras quedaron para siempre en su mente y a partir de
ese momento fue un hombre feliz.
Autor:
Pedro Celestino Fernández Arregui
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